00; Jeon Jungkook

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PRÓLOGO

UBICACIÓN Y TIEMPO DESCONOCIDO

Vacío. En estos momentos lo único que puedo sentir en mi cuerpo es una absoluta sensación de vacío. Cómo si alguien hubiera extraído una parte de mí y no me la quisiera devolver.

Intento abrir los ojos, pero los cierro de inmediato debido a la cegante luz blanca que abunda en el lugar. Levanto una de mis manos para cubrirme los ojos, pero mi cuerpo no reacciona. O no tiene la fuerza suficiente para hacerlo.

Vuelvo a abrir los ojos, esta vez con una gran pausa de por medio y de una manera muy pausada, hasta darme cuenta de que me encuentro en una sala completamente blanca. Aunque lo único visible en mi campo de visión en este momento sea solo el techo.

Muevo con mucho cuidado la cabeza hacia mi izquierda y lo primero que distingo es la silueta de una ventana, pero mi vista está demasiado nublada como para ver a través de ella.

Me recuesto nuevamente boca arriba e intento de nuevo mover mis manos, esta vez para apoyarlas sobre la superficie en la que me encuentro y, como mínimo, conseguir sentarme. Pero al igual que la otra vez no consigo mover mis manos, o al menos una de ellas.

Giro mi cabeza esta vez hacia la derecha y me sorprendo cuando, al seguir el recorrido de mi brazo, encuentro una mano sujetando la mía.

Procurando no causar mucho movimiento, me incorporo un poco mejor en lo que ahora parece ser una camilla y, con mi mano libre, acaricio los dorados cabellos de la persona que está dormida a mi lado.

El tacto es suave, extremadamente sedoso, como si estuviera moviendo mi mano entre suaves telas satinadas. Y, sin ninguna razón aparente, mi cabeza comienza a doler.

Con fuerza separo mi mano de la del desconocido que está descansando casi en mi regazo y sostengo mi cabeza con fuerza. El dolor es indescriptible. Incomparable. Sin embargo, me sorprendo al notar como el tacto sobre mis manos no es el de mi cabello, si no el de una tela gruesa.

Siento como la camilla se mueve, por lo que, aun intentando controlar el dolor, alzo la mirada. Trato de enfocar la vista al máximo, encontrando frente a mí unos ojos grandes y brillantes.

Parpadeo un poco y frunzo el ceño tratando de ocultar mi expresión de molestia. Frente a mis ojos tengo lo que parece ser un dios del olimpo: cabello rubio, ojos rasgados pero expresivos...Y unas grandes ojeras debajo de ellos.

De repente, noto lo reseca que está mi garganta, por lo que trato de tragar saliva y disimular la voz grave en consecuencia. Me alejo un poco para mantener las distancias, aunque mi corazón siga latiendo tan fuerte como en el momento en que lo vi durmiendo junto a mí.

-¿Quién eres?

Y siento como si mi corazón se partiese en el momento en el que ese brillo peculiar que tenían sus ojos desaparece tras escuchar mis palabras.

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