09; Jeon Jungkook

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BUSÁN, 08:34 A.M.

Apago el despertador aun con los ojos cerrados, por no decir que golpeo la mesita de noche con la mano abierta hasta dar con el reloj. Después de varios intentos consigo darle, por lo que doy media vuelta en la cama e intento dormir cinco minutos más. La gran prueba mortal que pocos guerreros consiguen superar. Pero al no logar dormirme de nuevo, decido levantarme de una buena vez sin dar vuelta atrás. Grave error.

Con ese mínimo movimiento, noto como una gran parte de mi cabeza explota en miles de pedazos y el frio comienza a invadir mi cuerpo. Sin pensarlo mucho, vuelvo a la posición inicial en la que me había despertado, pero el malestar continúa ahí.

Aprieto los ojos a causa del dolor y trato de pensar la razón por la cual me encuentro así, la cual es más que obvia.

-Oh mierda...- Maldigo con las palabras más suaves y gentiles que pasan por mi cabeza. Y es que, si no fuera por mi gran idea de quedarme fuera de casa hasta altas horas de la madrugada vistiendo solamente mi pijama, ahora mismo no estaría en estas condiciones. –Gripe no, por favor. Todo menos gripe.

Pero parece ser que mis suplicas no causan ningún efecto, pues un picor en la garganta me obliga a toser desenfrenadamente.

Soportando el dolor en cada célula viva de mi cuerpo, me las ingenio para salir de mi cuarto y llegar a la cocina por un vaso de agua, el cual me lo tomo como si fuera la última Coca Cola en el desierto. A decir verdad, ese caso se asemeja más o menos a mi situación.

-Buenos días cielo.- Me sobresalto en mi sitio, causando que el vaso casi caiga de mis manos de no ser porque consigo cogerlo a tiempo. Suspiro y lo dejo sobre la encimera. –Siempre tan torpe...- Mi madre se acerca a mi riendo y deposita un beso en mi mejilla, pero se aparta rápidamente y me observa con el ceño fruncido.

-Cariño, ¿te encuentras bien?- Pone una de sus manos sobre mi frente y habla antes de darme tiempo a responder. –Dios mío, estas ardiendo. Ve a darte un baño, te dejaré medicinas en tu habitación para cuando hayas terminado.- Asiento con la cabeza y me dispongo a salir de la cocina.

Una de las ventajas de que tu madre sea enfermera es que siempre sabe cuándo te encuentras mal y cómo remediarlo. Bueno, aunque no siempre ha sido así, pues cuando era pequeño no podía fingir que estaba enfermo ya que siempre terminaba pillando mi mentira. Eso, o que soy muy mal actor.

-Por cierto, ni se te ocurra asistir a clases. Llamaré dentro de un rato para avisar.- Me advierte justo antes de que cruce el umbral de la puerta, levantando un dedo en mi dirección y alzando ambas cejas. Le dirijo una sonrisa tranquila. En realidad, me esfuerzo para que no termine siendo una mueca de dolor.

-A sus órdenes mi capitán.- Levanto las manos en señal de rendición y suelta una leve risa. -Estaré bien, no te preocupes tanto.

Pero en realidad no iba a estar bien. Y es que estaba a pocas semanas de la competición en Seúl. El simple hecho de que no pueda ir hoy a entrenar, significa que van a matarme con total garantía en cuanto vuelva a pisar la sala de entrenamiento.

Subo escaleras arriba y entro al baño principal, ya que es el único que tiene bañera. Abro el grifo para que se vaya llenando con agua tibia mientras yo, por mi parte, me quito la ropa. Al verme en el espejo completamente desnudo me doy cuenta de la gran cantidad de moratones en mi cuerpo. Definitivamente me estoy sobre esforzando para que todo salga bien en la competición.

Sin querer verme más, me meto en la –ya llena- bañera. Y mi cuerpo parece agradecerlo, pues el suave contacto del agua templada contra mi piel consigue relajarme bastante.

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