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—Así que un Yender eh, pues ¡JAJA, me gustan las cosas fueras de lo común!.

(...) Me miraron como si yo fuese un idiota.

Guapol interrumpió.

—Señorita Rosa, me he enterado que usted posee un arma qué es de mi propiedad, ¿podria devolverla a mis manos?

—¿Ah?, ¿Hablas de un rifle grande con grabados?.

—Si, exactamente uno así.

—Lo siento pero lo compré por una buena cantidad de dinero—. La cara de Guapol se llenó  de enojo mientras que Rosa se cruzaba de brazos en gesto de negación. En eso varios balazos cruzaron  la puerta metálica que protegía la tienda, dejando grandes agujeros.

—¡CARAJO ROSA, HAZME EL FAVOR Y DALE EL ARMA!. ¡TOMA! —Le arrojé dos monedas de oro.

—UHH, vale  vengan —dijo Rosa mientras observaba las monedas con ojos brillosos, analizando cada detalle. No era tan amable después de todo o bueno quizá si, pero estaba comportándose algo codiciosa.

Entramos a la habitación donde Rosa poseía un abastecimiento completo para un mini ejército y allí estaba el arma de Guapol,  la tomó, la tuvo en sus manos y era un artefacto notablemente grande, media casi un metro treinta o cuarenta.

—¿Donde están los cartuchos para este calibre? —preguntó Guapol.

—Ahi detrás tuyo en ese contenedor —señaló entonces a una caja metálica que se encontraba tras unos costales con chatarra.

Guapol tomó lo que pudo, se abasteció.

El pago de las monedas era suficiente para recuperar sus ropas también, así que se las pedí a Rosa. Era un atuendo majestuoso, representaba el rango de sargento que había portado Guapol. Consistía de un chaleco y un atuendo completo y muy compactado al cuerpo. Su color era marrón.

—Parece que somos de estratificaciones sociales distintas jsjsjs —dije en tono de burla. —Guapol me miro como un culo.

—¿Y bien capitán?, ¿Que estamos esperando para largarnos de aquí? —expresó Guapol mientras retumbaban disparos dirigidos hacia el local.

—¿Que?, ¿esperen van a dejarme aquí?, ¡me cortarán la cabeza y seré acusada de traición por haberlos ayudado!—. Rosa llevó sus manos a su cuello y sus ojos ahora estaban llorosos. Me dio un poco de tristeza con ella, después de todo sí era verdad que la ejecutarían. Ella me había ayudado y mi misión era proteger a los necesitados.

—Rosa, puedes venir con nosotros.

—¿Estas loco capitán?, es una compradora de armas, fácilmente iba a vender mis pertenencias.

—Eso no la hace una mala persona, a duras penas la gente trata de sobrevivir.

Guapol se quedó callado meditando, mientras qué Rosa se alejó de nosotros, nos quedamos mirándole mientras ella  tomaba varias de sus armas y explosivos, Parecía estar orgullosa de si misma; su expresión lo indicaba.

—Lo bueno de ser una propietaria en Puerto Santander y sobre todo una de armas,  es no ser solo una chica indefensa e inservible como una princesa de cuentos.

Guapol y yo sonreímos. —¡Adelante!.

Nos dirigimos a la salida, almenos yo no poseía ningún pensamiento en ese momento, abrí la puerta de una patada mientras que del otro lado un gran grupo de soldados estaban intentando forzarla para entrar y capturarnos (o matarnos), con tremendo impacto los hombres cayeron y perdieron su formación de batalla.

desde atrás, balas de color azul muy brillantes salían disparas hacia los edificios colindantes. Era Guapol, estaba derribando a los francotiradores que se encontraban por la zona. Me estaba cubriendo.

—"MIREN TODOS, EL SARGENTO GUAPOL RECUPERÓ SU ARMA, AVISEN AL EQUIPO DE OPERACIONES "MISTIC" —Gritaba un soldado quién de inmediato alertó por su radio y con pánico pronunció las anteriores palabras.

Guapol destruyó su radio de un disparo y para ese momento yo ya me había encargado de todos los hombres en tierra. Lao me había entrenado muy bien pero no creí ser tan fuerte.

Nos vimos rodeados de un montón de hombres inconscientes, así que decidimos aprovechar y les indique que corrieramos hacia el puerto, allí alguien nos estaría esperando.

Entre los prisioneros que vi, no estaba mi padre, así que mi objetivo estaba cumplido en esa zona. No podía sentir su presencia. Eso me dejó un poco decepcionado, sin embargo la prioridad ahora era otra.

Acto seguido regañé a Rosa, quién se encontraba sacando el dinero del bolsillo de uno de los soldados noqueados. —¡ROSA, NO HAGAS ESO!.

—¿Que?, ¡Ay perdón!, Necesito dinero para restablecer mi vida en algún otro lugar.

Sed de justiciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora