Prólogo

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Otro par de cachorros habían nacido, todos los miembros del clan Peltier estaban bastante aliviados con el desenlace del parto.

Aime había dado a luz a un par de cachorros, humanos.

Todos los hermanos habían estado aliviados, todos temían que su hermana diera a luz una extraña combinación de cachorro lobo/oso que pareciera más bien un perro Chu Chu, aún no sabían las consecuencias de la unión entre su hermana y su cuñado Fang, pero todo parecía indicar que los chicos eran Arcadios.

Aunque no podían adelantar las cosas antes de tiempo, Las Moiras eran unas perras estafadoras.

Remi más que nadie lo sabía.

Él junto con otros de sus seis hermanos habían nacido como Ursulan Katagari ¿Qué quería decir esto? Ellos habían nacido como animales que en algún momento de su pubertad podrían cambiar mediante magia a humanos, su forma original era la de un oso, pero algo había pasado en la pubertad, una de las muchas malas jugadas que tendrían en su miserable existencia, había cambiado a ser un Ursulan Arcadio, un humano que gracias a la magia que su raza poseía podía cambiar a forma de oso. Lo había ocultado de sus hermanos, inclusive de sus padres.

Porque mamá osa siempre había pensado que todos sus hijos eran animales y nadie decepcionaba a mamá osa.

Con el tiempo entre hermanos se fueron descubriendo, nadie lo decía abiertamente, todos se enteraban por accidentes, pero lo más importante: nadie informaba a sus padres.

Hasta el día de la muerte de sus padres se sinceraron, después de que todos estuvieron lo suficientemente tranquilos lo hablaron, entre ellos habían Ursulan Katagari y Arcadio, que las Moiras se pudrieran, eso le importaba una mierda, todos eran hermanos.

Pero esa noche más que otras él había tenido ganas de salir corriendo de allí.

Cuando vio a su hermana sonreír mientras les mostraba a sus niños algo dentro de él se quebró, una parte de él sentía alegría por su hermana, pero la otra se sentía furiosa.

Por la vida de su hermana habían muerto sus hermanos mayores, creyendo que Aimee era la heredera de su madre en el Omegrion, sin embargo, el sacrificio se fue a la mierda cuando descubrió que Aimee era una Ursulan Arcadio y no una cualquiera, su hermana era una centinela.

"Por favor, no le digas a mamá" Fue lo único que su hermana le pidió, él sintió rechazo inmediato hacia ella, sin saber realmente porque, él era igual que ella.

Por la felicidad de su hermana, su madre había dado la vida, se había sacrificado por salvar a Fang de ese maldito bastardo llamado Stone; ese día no solo había muerto su madre, sus padres al estar vinculados morirían justo en el momento que su compañero muriera, cosa que había pasado, su padre había dado su último respiro al mismo tiempo que su madre.

Ahora su hermana había tomado el lugar de su madre en casi todos los sentidos: ella dirigía el bar, ella decidía que era lo mejor para el clan y ahora estaba comenzando a dar a luz pequeños cachorros Peltier, pero no eran cualquier cachorro, también esos pequeños niños tenían la pura sangre Kattalakis de Fang. Esos niños indudablemente serían poderosos. El único lugar que no había tomado su hermana había sido el de su madre en el Omegrion, ese lugar lo había tomado su cuñada Tanya, la esposa de su hermano Alain.

Se sentía furioso por la crueldad del destino, la felicidad de su hermana había costado la vida de muchas personas, lo peor es que no podía recriminarle nada, al final de cuentas era su hermanita y la amaba, pero aun así tenía esos oscuros sentimientos, odio hacia su vida y todo lo que lo rodeaba, porque desde pequeño él solo había probado el sufrimiento constante.

Las Moiras no contentas con cambiar su raza y matar a sus hermanos mayores, le habían hecho una jugada cruel que debía de rememorar todos los días.

Habían emparejado a la mujer que amaba con su hermano menor.

De todos los hombres con quien pudieron emparejarla ¿POR QUÉ ESAS PERRAS DEBÍAN HACERLO CON UNO DE SUS CUATRILLIZOS? PERRAS MALDITAS, QUISIERA ARRANCARLES EL CORAZÓN Y BAÑARSE EN SU SANGRE.

Había sido un error, un error que les había costado la felicidad a los tres. Beca había estado en celo, cuando una hembra entraba en celo y comenzaba el acto con un macho, no había vuelta atrás, los dos se verían arrastrados a culminar el acto sexual, no habría manera de detenerse.

Beca lo había confundido con su hermano Quinn.

La peor mierda de todas no fue que lo hubiese confundido, él inclusive lo habría entendido, comprendía su naturaleza, pero... esas perras lo habían jodido.

Las Moiras emparejaron a su novia con su hermano Quinn.

Cada vez que los miraba rememoraba ese día, recordaba como su madre había insistido en que no había nada que hacer y todos debían seguir adelante, como a ningún miembro de su familia le importaron sus sentimientos mientras empujaban a Beca y Quinn al dormitorio para culminar la unión.

Cada vez que lo recordaba le daban náuseas.

Cada vez que lo recordaba deseaba matar a alguien.

Y eso era todos los malditos días.

Su hermano se había acostado con su novia, su hermano se había emparejado con su novia, su hermano se había vinculado con su novia, su hermano había tenido cachorros con su novia.

Ya no era su novia.

Ya no era su Beca.

Ella era su cuñada.

Para aumentar su dolor y contradicción al ver a su hermana feliz por tener un buen parto y cachorros saludables, al observar a Beca sonriendo junto a Quinn mientras sostenían a sus propios niños, Dev había anunciado junto a Samia que ella estaba embarazada y pronto tendrían sus propios cachorros.

Malditos todos.

Estaba feliz por su hermano, pero tenían un profundo sentimiento dentro de él...

Envidia.

Jodida sea la vida, envidiaba la felicidad de su familia, despreciaba que todos ellos se florecieran en felicidad absoluta mientras él se pudría en su miseria.

Todos se habían acercado a felicitar a sus hermanos, él se acercó al final y se limitó a apretar la mano de Dev y Fang mientras les daba un asentimiento de cabeza a su hermana y Samia.

No podía ofrecer más.

Su hermana le lanzó una mirada de entendimiento, Aimee, a pesar de pelear las veinticuatro horas con él, lo comprendía, ella solía comprender a todo el mundo, no exigía, solo daba; por razones como esa no podía odiarla.

Después de esperar un rato salió de allí, sus hermanos lo siguieron, debían regresar a sus puestos, el bar no se dirigiría solo y con la ausencia de Aimee debían de tener más cuidado en supervisar el lugar.

Más que nunca él sentía que debía irse, alejarse de toda esa felicidad que lo rodeaba y lo asfixiaba, pero no podía hacerlo, los Dioses habían lanzado los dados en la mesa que era su vida, las cartas estaban puestas, las apuestas hechas... ahora era cuando su familia más lo necesitaba.







Sol sabía que debía que esa noche debían huir, no había vuelta atrás, si deseaba que sus hermanos sobrevivieran... ella definitivamente tendría que actuar.

Una luz en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora