9. La disculpa

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Capítulo nueve

Al fin es viernes.

La semana ha pasado tan lenta que pareciera que el mundo estuviera en mi contra. Luego de la invitación de Audrey, desee con todas mis fuerzas que los días transcurrieran rápido, sin embargo, fue al contrario.

Ya hablé con Madison sobre esa fiesta y luego de algunas insistencias aceptó ir conmigo mañana. Sin embargo, me falta alguien muy importante que tengo que invitar.

Mason.

Él y yo no hemos hablado en toda la semana, cuando me acercaba él solo se alejaba y Madison me dijo que debía darle su espacio para poder calmarse solo, tiene razón.

Al final no he sido capaz de decirle a ella lo que ocurrió pero me entendió a la perfección y no hizo preguntas al respecto, así que estuvo toda la semana con ambos por separado.

En medio del último receso, camino por los pasillos poblados de alumnos y me dirijo al patio exterior. Llevo dos batidos, uno de chocolate y otro de vainilla, los favoritos de Mason, por separado claro, si se juntan automáticamente no los bebe, es uno de esos fetiches raros que tanto amo de él.

Lo amo mucho.

Pero es un amor de amigos solamente y él tiene que saberlo.

Así que decidida, me dirijo más allá de la cancha de básquet, hacia la de fútbol y puedo divisar a mi mejor amigo con la corbata del uniforme atada en su frente, sosteniendo el largo del cabello que normalmente le cae sobre la frente.

Lo veo patear fuertemente el balón, metiendo un gol perfecto al ángulo derecho del arco. Observa el arco, detrás de él se ve como el sol comienza a caer lentamente y luego mira en mi dirección.

Camino hasta él sonriendo, sin decir palabra alguna y estiro mis brazos hacia él, con los batidos en mi mano. Él me da una mirada dudosa antes de aceptarlos y mi sonrisa se tuerce en satisfacción.

Él se sienta en el banco de suplentes y yo lo imito. El silencio reina entre nosotros mientras él bebe sus batidos y me permito ver su perfil.

Los rayos del sol acarician su rostro dando a notar las gotas de sudor que caen por su frente y a los lados de su cara. Su cabello está levemente pegado a su rostro por lo mojado que el sudor lo dejó y sus ojos verdes parecen una pintura hermosa con el contraste de esos tonos amarillentos alrededor de su pupila.

Me limito a verlo hasta que él se voltea y luego de toda una semana su voz es música para mis oídos.

—¿Qué?

Niego con la cabeza,—Nada.

—Erica.—Él insiste y yo solo desvío la mirada, aún sonriente.

—Eres el mejor amigo más guapo que tengo.—Digo honestamente y él parece sorprenderse por mi comentario durante unos segundos antes de darme una sonrisa sarcástica.

—Eso es porque soy el único mejor amigo que tienes.—Me responde, recalcando la O.

Me encojo de hombros,—Aún así lo eres.

Él arruga sus cejas y desvía la mirada, un leve enrojecimiento se apodera de sus mejillas y eso me hace sonreír aún más. Nuevamente el silencio se apodera del ambiente, sin embargo no es incómodo ya que él y yo hemos compartido tanto que este tipo de cosas son tranquilizantes.

Todo con él lo es.

—Lo siento.—Susurro, interrumpiendo la paz del momento,—No sé qué hacer para que puedas perdonarme porque soy una mala amiga, pero quiero que sepas que me hace muy feliz oír tu voz de nuevo, aunque sigas enojado conmigo, todo de ti me hace feliz y no quiero perderte por nada, en definitiva eres mi mundo.

Mi Amor de Secundaria [#1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora