Día 14 - Domingo 29/03

413 63 15
                                    

VII

Hoy se cumplen dos semanas desde que el presidente instauró el Estado de Emergencia. Al inicio, dijo que solo duraría catorce días, pero hace poco anunció que se extendería por catorce más.

Lucky ya no sabe con qué más jugar. Está desesperado por ir al parque. En un ataque de aburrimiento, rompió su cama. A veces, sale al balcón a llorarle a los perros que ve en la calle. Creo que quiere jugar con ellos.

Como último recurso, decidí llevarlo al sótano para quitarle la correa y dejarlo correr libremente.

Aunque el sótano de mi edificio no es muy grande, al menos puede correr de un extremo al otro sin chocarse con los carros.

Está mañana todo estaba muy tranquilo, solo se escuchaban los jadeos de cansancio de Lucky.

En un platito le eché agua para que se hidrate y descanse. Quería que corra un poco más para que termine de agotar todas sus energías. Mientras lo veía beber, me apoyé en la parte trasera de uno de los carros.

Hoy se cumplen siete días desde que conocí a Thiago. No he podido dejar de pensar en él. Usualmente conversamos durante varias horas, nos mandamos mensajes en notitas y jugamos en House Party. Gracias a él, siento que el tiempo se está pasando muy rápido. Si no lo hubiera conocida, la cuarentena sería muy aburrida. Me pregunto qué pensará él de mí.

Cuando Lucky terminó de tomar su agua, se recostó delante mío a descansar, apoyando su cabeza sobre mi pierna.

Sé que estoy siendo egoísta, pero tengo miedo de que, cuando terminen estas dos semanas, la cuarentena llegue a su fin y Thiago regrese a su casa con sus papas. Probablemente ese sea el fin de nuestra historia. Aunque tampoco sé que esperar de esta historia. Considero que somos dos amigos que recién se están conociendo. A veces actúa como si no le importara lo que le cuento, pero luego demuestra que sí me está prestando atención.

No puedo evitar sentir miedo. Es la primera vez que paso tanto tiempo pensando en un chico. Usualmente, cuando conozco a alguien que me cae bien, conversamos un poco, pero no me esfuerzo tanto por mantener el contacto.

En cambio, con Thiago es distinto. Comienzo a pensar que no lo veo solo como un amigo...

Mientras soñaba despierto, Lucky se levantó de golpe. Creo que escuchó un ruido extraño. No es que crea en fantasmas, pero el estacionamiento es bastante oscuro y solitario.

Tratando de ser valiente me paré detrás de mi perro y cogí su correa para caminar hacia el ascensor.

Más que los fantasmas, creo que mis pensamientos sobre Thiago me preocupaban más.

Como siempre, el ascensor demoró demasiado en llegar. En eso, escuché un sonido agudo, como el que suena cuando ponen el seguro en los carros. Creo que Lucky también lo escuchó, porque comenzó a olfatear como buscando algo.

Parece que no estábamos solos en el sótano. Me generaba demasiada ansiedad que el ascensor demorara tanto.

Rendido, caminé en dirección hacia la escalera. Cuando estaba a punto de bordear la esquina del ascensor, una sombra comenzó a avanzar hacia mí. No me percaté de esto a tiempo, por lo que terminé chocando con la persona que proyectaba aquella sombra.

Por el golpe, una cartera cayó al piso y todas las pertenencias que llevaba dentro quedaron dispersas sobre el suelo. Como me sentí culpable, me agaché y empecé a recogerlas.

El último objeto que me faltaba guardar era la billetera. Acerqué mi mano para levantarla, pero al mismo tiempo la otra persona intentó tomarla.

Su mano posó sobre la mía.

Levanté la vista y vi que esa otra persona era Thiago.

Estaba a punto de preguntarle qué estaba haciendo aquí, cuando me di cuenta que su mano seguía apoyada sobre la mía. De solo pensar que nos estábamos agarrando de la mano, me sonrojé y la quité de golpe.

Thiago sonrió y se quedó mirándome fijamente. Parecía que toda esa situación le resultaba divertida.

- ¿Y tú qué haces aquí? - le pregunté molesto mientras me sacudía el pantalón.

¿Por qué será que siempre que tengo a Thiago cerca termino con las rodillas sucias?

- Mi tía me pidió que recoja su cartera porque se la olvidó en su carro. Cartera que, dicho sea de paso, tú tiraste y ahora está llena de polvo – respondió.

- ¡No fue mi culpa! Tú apareciste de la nada. Yo estaba caminando tranquilamente con Lucky - el hámster que tenía por cerebro comenzó a correr y procesar las cosas más rápido - ¡¿Y Lucky?! -.

- Lo soltaste cuando te chocaste conmigo - dijo con calma.

- ¡Tú te chocaste conmigo! – respondí molesto.

Parece que Lucky escuchó que hablábamos de él, porque vino corriendo hacia mía alegre y moviendo la cola como si nada hubiera pasado. Por jugar, arrastró la correa por todo el sótano. Cuando la levanté, tuve que sacudirla varias veces para lograr quitarle todo el polvo.

- ¿Por qué estás sudando? – preguntó Thiago con curiosidad.

- Ahhh, es que... estaba corriendo con Lucky - respondí un poco avergonzado.

- ¿Acá? ¿En el sótano? – dijo en tono burlón.

- Si pues, no es como que pueda ir al parque. No soy como otros que salen a pasear en plena cuarentena - respondí con sarcasmo.

Ya con la correa de Lucky bien sujeta, comencé a caminar hacia la escalera. Aunque no lo veía, por el sonido podía deducir que Thiago venía detrás mío.

Mientras pisaba los primeros escalones de la escalera, la puerta del sótano se abrió y un carro entró. Parece que fue el de mi mamá, porque Lucky comenzó a mover la cola desesperado.

Su emoción era tan grande que intentó correr hacia donde estaba estacionándose. Como yo tenía la corra bien sujeta y enroscada en la mano, con su desesperación logró desequilibrarme.

En una situación normal hubiera caído hacía adelante o tropezado con los escalones. Pero, no fue así. Como Thiago estaba parado detrás mío, choqué con él y los dos, juntos, caímos sobre el suelo.

Hace una semana, cuando nos pasó esto por primera vez, lo único que chocaron fue nuestros cuerpos. Hoy, nuestras cabezas chocaron, consiguiendo juntar nuestros labios.

Eran cálidos. Para ser un chico que actúa cool y frío, su boca se sentía acogedora.

Como no era lo suficientemente valiente para ver su reacción, cerré los ojos.

Luego de la caída, la correa de Lucky se soltó, de nuevo. Esta vez corrió en dirección al carro que se acababa de estacionar. Cuando mi mamá abrió la puerta, Lucky le saltó encima.

- ¿Y tú qué haces aquí abajo? - le preguntó sorprendida.

Lucky hizo caso omiso a su pregunta y continuó llorando para que lo acaricie.

- Supongo que estarás con Alex – dijo un poco insegura.

Lucky, como si hubiera entendido, levantó su cabeza y apuntó en dirección hacia la escalera.

- ¿Está ahí? – le preguntó.

Desde donde estaba estacionada no lograba ver nada, así que levantó la correa de Lucky, sacó las bolsas del carro y caminó hacia las escaleras.

Cuando por fin me atreví a abrir los ojos, descubrí que los de Thiago también estaban cerrados.

Sin pensarlo, volví a cerrarlos.

Luego de eso, casi de forma inconsciente, nuestros labios comenzaron a moverse.

Nos estábamos besando. 

AMOR EN CUARENTENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora