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Abrir los ojitos y observar a aquel muchacho todavía dormitando a un lado suyo, le hacía sentir demasiado bien, su corazoncito parecía tranquilizarse por momentos, volviendo a recostar su cabecita mientras sus ojos bien abiertos seguían puestos sobre el apacible rostro del muchacho moreno, aquel que lo había tomado entre sus brazos desde hacía ya un año.

Sirius era su nombre, al menos su nombre inventado, el que Kim JongIn le había dado para referirse a él. Y a él le agradaba mucho, como todo lo que JongIn hacía.

Al principio, cuando lo dejaron frente a esa enorme puerta, tras despertar de un largo sueño, el pequeño felino se sintió claramente asustado, estaba a la expectativa de lo que pudiera suceder, pero el rostro del muchacho le había parecido demasiado amable. Aún con ello, el gatito había tomado todas sus precauciones, su hermano le había enseñado que en ese tipo de situaciones, nunca debía de bajar la guardia, debía mantenerse en alerta constante y por supuesto, ser arisco.

Así que la primera noche en aquel pequeño departamento, se dedicó a rasguñar al muchacho cada que éste le estiraba la mano para intentar agarrarlo, así como esconderse debajo de la cama o correr lo más rápido posible para evitar que el moreno lo atrapara.

Su hermano probablemente hubiese estado muy orgulloso si lo hubiese visto, pero ya no estaba con él y ese era un gran problema, uno que pensó se agrandaría cuando JongIn lo tomó desprevenido y lo metió en la canasta de nueva cuenta, el corazón del gatito latió frenético cuando el muchacho salió con él del departamento y mientras avanzaban los minutos, la incertidumbre iba quedando poco a poco atrás, porque sabía exactamente qué era lo que ocurriría: iba a ser abandonado, otra vez.

Había suspirado con dejos de cansancio, demasiado desanimado como para asomarse fuera de la canasta y divisar en qué rincón o callejón iban a dejarlo, demasiado cansado como para intentarlo de nueva cuenta, huir de los perros del oscuro callejón del barrio ya no le parecía una opción y no creía que ese híbrido alto fuese a aparecer para salvarlo de nueva cuenta.

Pero sí se sorprendió mucho cuando entraron a aquel local amplio y limpio, escuchó algunos maullidos de sus colegas y algunos ladridos que lastimeramente le daban la bienvenida. Al menos JongIn no lo dejaría tirado en la calle, el gatito pensó mientras una encantadora mujer le sonreía.

Decidió echar un último vistazo a aquel muchacho alto que le había dado un techo y había sido amable con él, sintiendo su corazón latir apresurado, sintiendo que se le escapaba el aliento cuando sus ojos se miraron por última vez, y no pudo evitarlo, no pudo dejar de mirarlo con esa sensación de súplica en sus pupilas, aunque lo que había pretendido era despedirse y ser un gato agradecido, la mirada de JongIn era lastimera y él no creía poder seguir sosteniendo su mirada un poco más sin desmoronarse, sin lagrimear.

White heart, black ears ❀ KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora