|Capítulo 7 • LO QUE SE HA PERDIDO|

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Se hicieron las diez más rápido de lo que pensaba. Me despedí de Lia y fui hacia la plaza. Acababa de sentarme en una de las mesas de la terraza del bar cuando Álvaro llegó. Me saludó y se sentó en frente de mí.

—Sigues siendo tan puntual como siempre —le dije con una sonrisa.

—Tú igual —me devolvió el gesto.

Paco vino hacia nosotros, nos saludó y nos preguntó qué queríamos tomar.

—Apuesto a que pedirás una llimonada —me dijo.

—Obvio —respondí —. Y tú una naranjada.

Sonrió y asintió.

Paco lo apuntó y entró.

—Desde que te fuiste..., ¿siempre quisiste volver? —me preguntó.

—Siempre. Este es mi hogar. ¿Y tú? ¿Cómo es que volvisteis?

—Bueno... —su rostro se entristeció un poco —Nueva York era el sueño de mi madre, así que cuando ella falleció, estar allí perdió sentido. Además, mi padre cayó en una depresión muy profunda y decidimos que lo mejor era volver a la que él sentía que era su casa.

—Vaya... No tenía ni idea.

Estuve unos segundos en silencio decidiendo si debía preguntarle o no sobre qué pasó. Al final lo hice.

—Tenía un tumor muy grande en la cabeza. Se lo detectaron tarde —bajó la mirada –. Fueron los cinco meses más dolorosos de mi vida.

Paco llegó con las bebidas irrumpiendo en el ambiente. Cuando se fue, puse mi mano encima de la de Álvaro.

—Siento lo de tu madre.

Él me miró a los ojos.

—Siento lo de tus padres.

Puso su mano encima de la mía y yo sonreí. Él hizo lo mismo.


* * *


Hablando, hablando, la siguiente hora y media pasó volando. Todo rastro de timidez entre nosotros había desaparecido. Después de pagar, nos levantamos de la mesa y nos fuimos. Le acompañé a su casa para así poder seguir conversando.

—Ahora muchas mañanas ayudo a mi padre en el taller. Algunas tardes también.

—Yo mañana empezaré aquí en el bar.

—¿Aquí? ¿En serio? Pues ya te vendré a ver.

Reí.

—Pues ya te tiraré la bebida por encima.

Rió.

—Qué maja.

Me pasó el brazo por los hombros y yo rodeé su cintura con el mío.

—Te he echado mucho de menos —me dijo.

Qué tierno.

—Yo también a ti. Mucho.

Al llegar a su casa me dijo:

—Mañana, si te va bien, podríamos volver a quedar después de cenar. Dile a Thalia que venga, si quieres.

—Vale. Ya te diré, porque dependerá de la hora a la que salga de trabajar.

Asintió.

—Ya hablamos.

Nos despedimos y volví a casa. Lo que me encontré al girar la esquina de mi  calle me dejó pasmada. Un poco a lo lejos, vi a mi hermano peleándose con dos chicos en medio de la calle. O, bueno, técnicamente, los dos chicos le estaban pegando a Alex, porque básicamente la paliza se la estaba llevando él. A pesar de no estar muy segura de querer meterme en medio, me acerqué con rapidez, dispuesta a intervenir. Sin embargo, al ver que me acercaba, los chicos soltaron a  mi hermano y se largaron. 

Miré a Alex desconcertada.

—¿Estás bien? —pregunté mientras le ayudaba a ponerse en pie.

—Sí.

Tenía marcas de golpes por toda la cara. Su nariz sangraba y su labio también.

—Estás sangrando...

Se apartó con algo de brusquedad.

—No es nada.

Entramos en casa. Cerré con llave. Alex fue a buscar la bolsa de hielo.

—¿Qué coño ha pasado?

—Nada, joder.

Agarró la botella medio vacía de encima de la mesa y se encerró en su habitación dando un portazo.

Suspiré.

<<Cuando llegué parecía una persona totalmente diferente. Esto cada vez va a peor, necesito hablar con él ya.>>


Violada por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora