Maná

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Las personas de este mundo se levantan muy temprano.

Aún no había salido el sol y todo mundo ya estaba despertándose y alistando su equipo.

Ada nos despertó a ambos y empezó a alistarse rápidamente.

—Quédate aquí mientras nosotras nos damos un baño —dijo Ada mientras le hacía señas a Iris para que la siguiera.

—¿Puedes tomarte un baño en este lugar? —pregunté confundido, ya que no lo había visto antes.

—Hay un río cerca de aquí, así que no tardaremos mucho —dijo alejándose —Tú podrás ir en cuanto volvamos.

Ada se adelanta e Iris se queda para decirme algo.

—Si intentas espiarnos, haré que escupas sapos por el resto del día —y posteriormente se marchó.

Su rostro y su voz habían sido aterradores, así que ni siquiera intenté hacerlo.

Estaba aburrido, así que empecé a dar vueltas por el establo.

Caminando por ahí, vi el lugar donde los chicos de la noche anterior se quedaban.

La chica ya no estaba, pero él se había quedado aparentemente dormido.

El hada estaba recostada en el vidrio del frasco, y en cuanto me vio empezó a golpearlo otra vez.

—¿Debería sacarla? Ellas intentaron matarme, pero sería muy cruel dejarla a su suerte —pensé mientras miraba fijamente ese frasco —Al final, yo no recibiré nada por ella... ¡Al diablo! ¡La sacaré!

El chico estaba dormido, así que silenciosamente me acerqué al frasco y giré la tapa lentamente.

Al quitar la tapa, el hada voló rápidamente hacia mí y se volvió invisible al tocarme.

—¿Saber... eres tú? —dijo sin moverse de su lugar.

Al escucharlo, cerré el frasco tan rápido como pude y me paré recto como si simplemente lo estuviese observando.

—Oh, eres tú... —dijo al abrir bien los ojos y mirarme.

Entré en pánico e intenté actuar normal.

—¡H-hola! Tú eres Arturo, ¿no?

—Mi nombre es Arthur. —dijo aparentemente molesto —¿Qué sucede?

—B-bueno me preguntaba sí.... —dije intentando inventar una excusa sobre la marcha, pero mi mente se había quedado en blanco.

—No, no tenemos un equipo —dijo completando erróneamente mi inexistente oración —Nosotros también somos nuevos aquí, así que recibimos a cualquiera.

—Bueno... ¿Quieren venir con nuestro equipo? —dijo con una leve sonrisa, e intentando convencerlo —Aunque solo somos un pequeño grupo de novatos.

—Claro, ¿por qué no? —respondió poniéndose de pie —Hablaré con mi hermana para ver si está de acuerdo.

—Genial... es raro que alguien con tanto nivel ayude a aventureros más pequeños.

—Todos fuimos novatos una vez, no te preocupes. Esa espada... —dijo apuntando a la espada que llevaba en la cintura —¿Te la entregaron las hadas?

—Sí, así es.

—Cuídala, es raro que un novato tenga un objeto tan bueno.

—Bueno, tengo que regresar con mi equipo, así que...

—Claro, seguramente nos veamos a la salida.

Tras una incómoda charla, Iris y Ada habían vuelto cubiertas por sus ropas recién lavadas y extrañamente secas.

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