Espadas y Ladrones

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Era una tarde muy tranquila, así que solo di un sorbo a mi tazón de lo que parecía ser cereal y dejé mi mente en blanco.

--¿Quieres más leche de insecto con tus hojuelas? --preguntó la dueña del restaurante con una enorme sonrisa.

--Sí, por favor --respondí.

—¿De verdad pasaste entrenando por tres meses solo para no hacer nada? —preguntó Midna en mi cabeza.

Frente a mí había una pareja de lo que parecían ser aventureros comunes y corrientes.

Ella estaba vendando las manos del chico mientras este sonreía y hablaba con ella.

Al ver la escena, una extraña sensación de soledad invadió mi mente, similar a la de leer un romance muy dulce.

—Realmente no...

En ese instante, Enzo llegó al lugar pateando la puerta y hablando muy rápidamente.

—¡Tenemos que hacer una misión, Alois! ¡Esta misión es muy importante! —decía en voz alta mientras me tomaba del brazo y le sacaba del lugar —¡N-no vamos a encontrar algo como esto en un muy buen rato, Alois!

—¡De acuerdo, entiendo, pero...!

Y antes de que me diese cuenta ya estábamos sobre los tejados acechando un castillo.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté un poco confundido.

—Vamos a robarle una espada al sujeto que vive en este castillo aprovechando la oscuridad de la noche.

—¿Y por qué es tan importante?

—La recompensa es de 200 Valaks... ¡200 Valaks fáciles! Debemos hacerlo antes de que otros sujetos se den cuenta de esta misión, así que sígueme.

Ambos saltamos hacia la oscuridad de una torre  y luego nos deslizamos por los pasillos buscando el salón principal hasta encontrarnos con los primeros guardias.

Enzo silbó llamando su atención y estos se acercaron inmediatamente.

En un movimiento rápido y gracias a Midna los silenciamos, les quitamos sus armaduras, los amarramos y los arrojamos aislados del resto.

—Oye Midna, silencia las armaduras —le ordenó Enzo mientras corríamos a la sala principal.

—Como quieras.

Nos hicimos pasar por ellos e ingresamos al edificio corriendo por las salas en busca del cuarto del noble hasta que finalmente encontramos la habitación.

En esta, un hombre gordo y calvo con cabellos dorados alrededor de su cabeza estaba abrazando la espada en su funda como si fuese su esposa.

—Esto es... desagradable —mencioné en un susurro.

—Guarda silencio, busca algo alargado para hacer el intercambio —respondió.

Y finalmente llevé un objeto de figura... peculiar que el noble tenía en su habitación el cual Midna agrandó con magia.

Ágilmente Enzo hizo el cambio entre ambos y sin que lo notase, ya tenía la espada en sus manos.

—Bien, salgamos de aquí.

Tan rápido como llegamos, salimos de la habitación corriendo hasta llegar a la sala donde todos los soldados estaban en una línea.

Midna ocultó la espada rápidamente volviéndola invisible.

—¡Llegan tarde, par de idiotas! —gritó un sujeto que parecía ser el líder de todos.

Miré rápidamente a Enzo y este me hizo señas para que nos incorporáramos.

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