General Ilusorio

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Ambos caminamos hacia la oscuridad de la puerta con forma de calavera recién formada.

Dentro de esta era casi imposible ver, así que tomé la antorcha que sostenía una pila de huesos y le pedí a Midna que la prendiera en llamas con un poco de magia.

—¿Realmente es necesario que lleves esa cosa? Digo, yo podría hacer que mis plumas brillen y así realmente no sería necesario —preguntó Zoe en un tono curioso.

—Es solo que... es mi primera vez en una mazmorra y quiero vivir la experiencia y bueno... creo que las antorchas van con las mazmorras.

—Oh pues... supongo que está bien.

Con la antorcha en llamas empezamos a movernos de nuevo, descubriendo los tesoros y monstruos que se escondían allí.

Había desde esqueletos vivientes hasta pequeños monstruos con espadas y lanzas que realmente no eran un problema.

Talvez sería difícil acabarlos juntos, pero Zoe podía acabarlos rápida y silenciosamente atravesándolos con sus plumas.

Caminando tras ella, simplemente me dedicaba a recoger las baratijas que podía encontrar.

—¿Qué se supone que eres ahora? —preguntó entre risas al verme.

Llevaba una corona oxidada, un guantelete de hierro, un parche de cuero y unas viejas ropas que estaban tiradas.

—Yo la protegeré con mi vida, mi señora — exclamé haciendo una tonta reverencia.

A pesar de las risas, el lugar era espeluznante y cada vez el aire se hacía más y más pesado.

Finalmente, llegamos a una sala donde un enorme esqueleto estaba sentado esperando, y al vernos, se levantó intentando atacar.

Este tomó una espada de talvez 5 metros de largo, y lanzó el primer corte destruyendo el suelo.

Los ladrillos se desprendieron rápidamente y los tres empezamos a caer en la oscuridad.

Zoe logró sacar algunas de sus plumas y tomándome del brazo, las clavó en la pared para amortiguar el golpe.

Yo la sujeté antes de caer hasta que ella aterrizó sobre mí.

—Eso estuvo cerca —mencionó antes de levantarse.

—No puedo ver absolutamente nada — exclamé buscando con mis manos.

—¿Ahora sí necesitas mis plumas? —preguntó sarcástica antes de hacerlas brillar.

Al iluminar el lugar, pudimos observar la enorme pila de huesos que yacía en el suelo, una puerta y algunas paredes de ladrillos.

Zoe intentó rápidamente empujar la puerta, pero esta tenía llave.

—Parece que debemos buscar la llave en esas pilas de esqueletos y...

Sin dejarla terminar, la aparté y pateé la puerta abriéndola justo ahí.

Al atravesar la puerta, había un pasillo iluminado por antorchas y al final de este, una enorme puerta roja con picos, similar a la de algún juego de antaño.

Zoe me hizo señas para que me callara, y sigilosamente empezó a caminar hacia ella hasta pegar su oído a una pared.

No era necesario, ya que quien estaba dentro gritaba todo a carcajadas.

—El cristal de manatita ya está puesto, mi señor, y solo necesitamos un poco de su maná para que finalmente, todo el bosque le sirva con su energía.

—Asegúrate de que los aventureros no se acerquen al bosque, ya que los espíritus podrían pedirles ayuda y...

Antes de dejarlo terminar, la voz más anciana siguió hablando.

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