Entrenamiento

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—No me mires así, solo es una advertencia —respondió Enzo con una sonrisa ligera, como si amenazar de muerte fuera algo común para él.

—Bueno, supongo que ya no tengo opciones... —musité nervioso, sin atreverme a cruzar su mirada.

Enzo dejó escapar una risa corta mientras comenzaba a caminar por el pasillo iluminado tenuemente por antorchas.
—Anímate, este lugar es increíble.

Cuando cruzamos la entrada, el interior del gremio de asesinos se desplegó ante mis ojos como un mundo oculto, sombrío y fascinante al mismo tiempo. A diferencia del gremio de aventureros, aquí predominaban las sombras y una sensación constante de seriedad. Las paredes estaban cubiertas por cortinas gigantescas rojas que daban una sensación intimidante, ornamentadas con inscripciones mágicas que parecían susurrar al pasar.

Los aventureros que llenaban el salón no eran como los del gremio común. No compartían risas ni alardes; eran figuras serias, de miradas cortantes y movimientos calculados. Sus armaduras y armas no solo eran funcionales, sino obras de arte, con puntas afiladas y gemas que irradiaban una energía ominosa.

En el centro del salón había un viejo láser de tarjetas de aventurero, desgastado por los años pero aún funcional, con una esfera que parecía vibrar con un leve resplandor. Alrededor de la sala se encontraban puertas metálicas con inscripciones desconocidas, cada una probablemente conectada a un lugar misterioso o prohibido.

Enzo abrió una puerta lateral con un ademán casual, llevándome a una tienda de armas que parecía sacada de un sueño de guerra. Espadas, lanzas y arcos descansaban en exhibidores de madera pulida, cada uno más letal y fascinante que el anterior.

—¡He vuelto! Mira, Angélica, este es mi aprendiz —dijo Enzo, tomándome de los hombros con un gesto que me hizo sentir como un trofeo.

Angélica, una mujer de porte firme y cabello recogido, levantó la vista desde una mesa cubierta de herramientas de herrería. Su mirada severa se suavizó con una sonrisa al ver a Enzo.
—Así que finalmente lo encontraste... ¿Eh? —preguntó mientras me estudiaba con un vistazo que me hizo sentir desnudo.

—Alois, ella es Angélica, la mejor forjadora de armas de toda la ciudad y también, mi esposa —Enzo me señaló con un gesto dramático—. Angélica, él es Alois, y desde hoy es mi nuevo discípulo.

—Un gusto —respondió Angélica mientras extendía su mano.

—El gusto es mío —dije al corresponder su saludo.

Angélica examinó mi vestimenta con una ceja arqueada.
—No parece que traigas una espada contigo. ¿Acaso no tienes una?

—Oh, rompí la mía en un combate... —admití, sintiéndome pequeño bajo su escrutinio.

Angélica soltó una breve carcajada.
—En ese caso, busca una que te guste de aquella sala y tráela —dijo mientras señalaba una puerta hacia el fondo de la tienda.

En cuanto salí de la habitación, ellos comenzaron a charlar y aunque no sabía si era del todo correcto, quería escuchar lo que decían.

—Entonces parece que estaremos fuera por... Unos 6 meses.

—¿Tanto tiempo?

—Bueno, el solo ha llegado al nivel 8, así que...

—¡¿8?! ¡¿Por que lo aceptaste entonces?!

—Es un lienzo en blanco, puedo moldear sus habilidades básicas y además es un chico gentil, talvez sea digno de dominar... Eso.

—Diviertete querido, sabes que siempre estoy esperándote.

En cuanto escuché que terminaban de conversar, me adentré en la sala donde las armas estaban organizadas como en un museo. Cada espada parecía contar una historia, pero una en particular llamó mi atención. La tomé y sentí un peso familiar, como si estuviera hecha para mí.

Cuando regresé, Enzo y Angélica me esperaban.
—Oh, así que escogiste esa espada... —murmuró Enzo con una sonrisa enigmática.

Angélica se inclinó hacia adelante para observarla mejor.
—Esa fue la primera espada que forjé para Enzo. No puedo creer que aún esté aquí.

La espada tenía un mango de madera de raíz, decorado con un pequeño cristal verde, y un pomo con forma de calavera. Aunque la hoja estaba desgastada, había algo en ella que la hacía especial.

Enzo suspiró y recogió una mochila con equipo para acampar.
—Es hora de irnos. Te compraré más equipo en cuanto estés listo.

—¿Irnos adónde? —pregunté, sin saber los detalles.

—Ya lo sabes, estabas escuchando —dijo con una sonrisa pícara.

Angélica nos detuvo antes de salir y me entregó una máscara con forma de zorro.
—Esto es para ti, Alois. Está encantada para protegerte y regenerar tu maná durante las peleas.

Cuando salimos de la tienda, Enzo activó un círculo de luz bajo nuestros pies. La sensación era como ser envuelto por una tormenta de energía.
—Teleport.

Cuando abrí los ojos, el aire fresco y denso del bosque me golpeó de inmediato. Estábamos en un bosque tan espeso que las copas de los árboles bloqueaban casi toda la luz, dejando solo haces dispersos que iluminaban el suelo cubierto de musgo.

Enzo se giró hacia mí con los brazos abiertos.
—Bien, este será tu hogar por los próximos seis meses. ¡Bienvenido al Bosque Profundo!

Mi pecho se llenó de emoción y determinación.
—¡Bien, cuento contigo!

2 Semanas Después

—Ah, no hay descanso para los desgraciados... —murmuré desplomándome sobre la tierra mientras Enzo me miraba desde una roca cercana.

—Deja de quejarte, apenas llevamos media hora peleando.

—¿¡Pelear!? —grité. —¡Todo ha sido madrazo tras madrazo para mí! Llevo tres días sin comer y el cuello me mata por dormir con una roca como almohada.

Enzo soltó una carcajada.
—Si no puedes distinguir una magia ilusoria básica, no durarás vivo mucho tiempo.

—¡Es por que me sacas muchísimos niveles! —grite —Yo por eso quería salir a matar mounstros y ganar experiencia.

—Tener tantos niveles y no saber pelear es como tener un caballo y no saber montarlo Alois, es inútil. Por eso primero debes agudizar tus sentidos, aprender a pelear y a ponerte en forma.

Midna, que descansaba sobre su cabeza, asintió.
—Por lo menos ya no tiene las manos llenas de llagas como al inicio.

—Por lo menos ya puede agarrar una espada de forma decente.

Ambos comenzaron a reír, pero yo solo podía pensar en una cosa: sobrevivir.

—Espera... —dije, mirando a Enzo con súplica. —¿Me enseñarías a andar a caballo?

Continuará.

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F U N F A C T

Las hadas son muy valiosas en el gremio de asesinos y de hecho, son éstos los que suelen comprarselas a los aventureros comunes.

Ellas funcionan como un familiar, brindan soporte en peleas e incrementa la potencia de hechizos o inclusive utilizan nuevos.

Sin embargo, éstas suelen huir al poco tiempo o aveces mueren, por lo que Midna es un caso extremadamente raro de estos ejemplares.
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