Calabozo

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Ya habían pasado algunos días de aquella derrota y, como de costumbre, estaba en el bar de Charlotte esperando a mi maestro.

—¿No quieres comer algo? —preguntó la chica que me había robado la espada anteriormente.

—Si es junto a ti entonces sí, Zoe —respondí rápidamente en un tono seductor y con cierta mueca tratando de hacerla reír.

—Me imaginé una respuesta así —suspiró, girando los ojos con exasperación.

En los últimos días había descubierto dos cosas: primero, que la chica que me pateó el trasero y normalmente me atendía en el almuerzo se llamaba Zoe; y segundo, que había algo en ella que me atraía.
Podría ser su actitud fuerte, su cabello magenta, o quizás su apariencia rebelde, pero fuese lo que fuese, me enloquecía.

Era claro que probablemente nunca tendría una oportunidad con ella, pero al menos quería intentarlo.

—¿Eso es un sí? —insistí con un tono alegre.

—No, Alois, no quiero salir contigo.

Esta escena se había vuelto una especie de tradición en el local, tanto que otros aventureros empezaban a apoyarme, enalteciendome ante Zoe o contando historias -falsas- sobre que alguna vez los había salvado, o ayudado a sus abuelas, o encontrado a sus gatitos. No me molestaba, el ambiente era muy animado y sentía que podría seguir intentandolo por siempre.

Más tarde ese día, otro aventurero entró al bar. Era un hombre corpulento, con una cicatriz que le cruzaba la mandíbula. Se sentó junto a mí y pidió un cuerno de hidromiel con voz autoritaria.

—Mi nombre es Reel, el Jefe —anunció mientras Zoe le servía la bebida—. Y como jefe, debo decirte que eres por mucho la mujer más hermosa que he visto por aquí.

Cuando Reel intentó tomarla de la mano, Zoe se soltó bruscamente.

—No me importa si eres el jefe de tu casa y si vives solo, será mejor que me dejes en paz si no quieres que mi novio te dé una paliza —dijo, señalándome.

Todos en el bar giraron a mirarme en completo silencio, y Reel, entre risas, se levantó y se acercó.

—¿Tú? ¿El gusano de cara tonta?

Antes de responder, recibí un golpe que me tiró de la silla. Me levanté sujetando mi espada.

—¿Qué clase de niñita usa un arma contra alguien desarmado? —se burló Reel.

—¿Qué clase de idiota lleva sus puños a una pelea de espadas?

El intercambio fue breve. Logré derribarlo con un golpe del mango de mi espada en el abdomen, seguido de un puñetaso en el rostro que logró hacerlo caer de rodillas.

Me giré levantando los brazos ante el resto del público improvisado como si se tratase de un luchador celebrando una victoria.

A mis espaldas, Reel sacó una daga y la lanzó hacia mí. Zoe reaccionó al instante, arrojando una de sus hojas para interceptarla en el aire.

—Vete ahora antes de humillarte más —advirtió, rodeándolo con más plumas mágicas.

Reel se marchó refunfuñando, y la multitud estalló. Sin embargo, Zoe no compartía el entusiasmo.

La miré sin poder ocultar la sonrisa, como un ganador y a punto de hacer la mayor jugada de mi vida.

—Entonces, Zoe... ¿Tú y yo...?

—No, Alois, tú y yo no somos novios y jamás vamos a serlo porque eres REALMENTE MOLESTO.

Sus palabras cayeron como un balde de agua fría.

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