17. Monjas asesinas

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Martes 31 de marzo de 2020

Ni te cases, ni te embarques


Vaya día más mediocre el de hoy, ¿no? A ver, tampoco puedo pretender que estando encerrado en casa mi vida sea un apasionante thriller con explosiones y gatos ninja que lanzan rayos láser por los ojos. ¿Que sería una fantasía para sobrevivir al hastío de la cotidianeidad hasta que sobrevenga el verdadero apocalipsis? Evidentemente. ¿Que lo mismo me pongo las expectativas demasiado altas y acabo comiéndome un mojón? Deberíais saberlo a estas alturas.

Y no es que no haya pasado mucha cosa, porque realmente he empezado el día con una tromba de agua que a punto he estado de sacar la canoa y marcarme un live action de Pocahontas: calle abajo lo veré. Que oye, aunque llevemos una temporada sorprendentemente lluviosa, uno no se cansa del olorcillo del petricor y el repiqueteo de las gotas contra el tejado. Además, hace un momento (alrededor de las 23:00) acaba de haber un terremoto que han vibrado las puertas de toda la casa. Así que, literalmente, el día ha sido movidito.

Sin embargo, no sé... No era aburrimiento (casi nunca me pasa, esa suerte tengo), pero tal vez me habría sentado bien un buen paseo. O acabar envuelto en una trepidante trama con los gatos ninja (ahora no me los puedo sacar de la cabeza, mierda). En soledad, por supuesto. No os penséis que echo de menos a la gente o algo así.

Bueno, vale, cómo sois, ¿eh? Todo lo queréis saber... Sí, de acuerdo, lo admito, hoy he hablado con algunos amigos. Aunque realmente fue uno de ellos quien me habló primero, ¡ja! Luego una cosa llevó a la otra y acabé escribiéndole a bastantes más. El caso es que no me sentó mal saber de ellos. De hecho me alegró comprobar que todos estaban bien y que sobrellevaban la cuarentena como podían.

¿Qué? ¿Tanto os extraña que lata un coraconcito en este cuerpo esculpido con cincel divino? Puede que no sea muy grande y esté algo podrido (el corazón, obvio), pero ahí está, latiendo como un capeón a ritmo de tremendo cumbión. De verdad, a veces me hacéis quedar como un monstruo desalmado...

Claro que para monstruos sin compasión las monjas del centro psiquiátrico religioso que os medio comenté el otro día (soy incapaz de recordar cuándo, ya disculpáis mi desastrosa concepción del tiempo). ¿Que qué hicieron? Pues digamos que no creo que opten al galardón a mejor persona de 2020 después de ocultar los cadáveres de dos cuidadores, muertos por coronavirus, y confinar en aislamiento a ocho de los restantes. Tal vez lo de su genuina cuarentena sea lo único bien que hicieran, aunque visto el historial, yo preferiría compartir celda con el más peligroso de los residentes.

Por si todo ello no fuera suficiente, van las monjas camorristas y se ponen chulas con la guardia civil que se personó en el centro. Sí, sí, como os lo cuento. Si esto no os parece lo más surrealista que habéis leído hoy, mira, lo mismo se os está yendo de las manos lo de «buscar entretenimiento». Que se empieza por noticias gore y acabáis meando en un globo y mezclándolo con ginebra.

Vosotros no lo sabéis (así que os lo creéis y punto), pero yo siempre he dicho que las monjas tienen poderes. Que te miran mal y te sale un bulto en algún lado. Y, joder, ¡cuánta razón tenía!

Total, que sigo sin hacer el bizcocho porque no me da la vida.

Cuidaos y, aunque haga tiempo que no lo diga, lavaos las manos. Sobre todo después de hacer caca... Guarros.

Diario de una cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora