50. Cóctel

45 7 50
                                    

Sábado 9 de mayo de 2020

Cuidado con lo que deseas...


Pues ya he terminado todas las pelis de la saga Crepúsculo. No recordaba partes del final, así que ha estado bien volver a verlas. La historia es bastante pastelosa y la relación entre la protagonista y el muerdecuellos, sobre todo en las primeras pelis, es un rato tóxica. Te la intentan colar diciendo que él es muy «protector», que es de otra época, pero vamos, hay escenas que rayan el acoso. Aun así, las he disfrutado más de lo que esperaba, y teniendo en cuenta mi estado de ánimo, me vale. Y mucho. No sé qué tocará ver ahora, imagino que lo que me apetezca. En cuanto lo sepa, os lo diré.

El helado también me ha ayudado a disfrutar, no os voy a engañar. Me encanta el helado; creo que es lo único que me gusta del verano, como dice la canción de Papa Topo. Si tuviera que elegir, me quedaría con los de turrón y chocolate con menta, aunque me gustan casi que todos. Sin embargo, solo tenía uno que compró mi madre el otro día que bajó al pueblo, de vainilla con frambuesa y mango. Meh, no es gran cosa, pero a falta de pan... Menos mal que en cuanto a la alimentación tengo mucho autocontrol, de lo contrario me pasaría el día pegado a la tarrina. Y me refiero a no comer muchas guarrerías hiperazucaradas. También es cierto que últimamente estoy pecando de más, y no pienso renunciar a ello. Mira, si encima de la racha que llevo me quitas mis nada saludables antojos, ya entonces me lanzo por la ventana. Sé que lo digo mucho, y ya se sabe: perro ladrador, poco mordedor. Algún día ocurrirá y no nos reiremos tanto; yo el que menos.

Que, por cierto, hablando de perros, ayer por la tarde me enteré del porqué los vecinos estaban tan alborotados. Hago un inciso para matizar que siguen aplaudiendo para mi desgracia, si bien cada vez lo hacen más a destiempo; se ve que su retraso mental es como mi picor: se expande. El motivo de su molesta inquietud explica también que estos dos días no me hayan despertado como cuarenta y siete veces de madrugada. ¿Estáis preparados? *Repique de tambores* Pues resulta que les ha desaparecido el perro. ¡Yassssss! Sí, el mismo chucho que me llevaba jodiendo estos días. ¿Con el que soñé? Efectivamente.

Sé que puede sonar cruel, pero no os hacéis una idea de lo que me alegro. Ojalá se pierda para siempre y a mis vecinos les prohíban adoptar ningún otro ser vivo en sus vidas. Eso sí, espero que el animal encuentre una nueva familia que lo tenga mejor cuidado y que se lo meta bajo la cama por las noches, así todos seremos felices y no joderá el descanso ajeno a las tres de la mañana. Y no miro a nadie...

Me pregunto si mi sueño habrá tenido algo que ver. ¡Ya me gustaría a mí! Pufff, lo que me iba a divertir. Claro que si voy a desarrollar poderes especiales para influir en el destino de los demás, podría empezar conmigo mismo y soñar que me deja de picar el puto cuerpo. Así como concepto estaría bastante bien, la verdad. Por cierto, me ha salido eczema y descamación en más zonas. ¿Qué guay, eh? Me convierto en un X-Men y simultáneamente en un lagarto.

En lo referente a mis progenitores, siguen cabreados, con lo que puedo disfrutar de unos días más de calma sin la cháchara indiscriminada de mi padre. Me temo que no tardará mucho en incordiarme... Bueno, tendré que ir pensando qué me cargo ahora.

En cuanto a hoy sábado, bueno, digamos que ha sido un día movidito. A ver cómo lo explico para hacerme entender (no, no voy a hacer otro esquema). Esta mañana he acabado cagándome en los ancestros y en la puta madre que parió a mis vecinos, los mismos que han perdido el perro. Como hoy ha amanecido nublado, he estado un rato en la terraza, viendo mis plantas y tomando el aire. Pues el caso es que al poco de salir yo, han empezado a dar voces porque algún gato se les ha cagado en su jardín. Al principio no entendía la relación de ambos acontecimientos, hasta que nos han culpado directamente, refiriéndose a nosotros como «esos de enfrente». Lo primero que he pensado es que es subnormal profundo, pues yo no tengo gato; pero entonces alguien le comentado eso mismo y ha añadido: «no, pero les ponen comida, que los he visto». Y me he acordado de la gata blanca esa que os comenté a la que, efectivamente, le pusimos comida porque estaba en los huesos y tenía crías. Ya lo siento, pero no iba a dejar que se muriera de hambre. Eso sí, cuando desapareció a los dos o tres días, le retiraos la comida y nunca más se supo. De eso hará, fácil, un mes.

Así que, como mi adorable vecino estaba vociferando e insultando con la clara intención de hacerse oír, y haciendo un esfuerzo titánico para no hacer lo que me dictaba la mala hostia (que era agarrar un palo y molerle las costillas), opté por una respuesta igualmente ordinaria pero menos escandalosa. Me parece de muy mal gusto ponerse a gritar en medio de la calle como dos arrabaleros, qué queréis que os diga, y menos cuando la confrontación directa es lo que iba buscando. Los que hayáis leído hasta aquí sabréis que no se me da precisamente mal proferir insultos y descalificativos obscenos, pero no me iba a rebajar a su nivel. Lo que sí que hice fue beber mucha agua toda la mañana.

He esperado hasta que se les pasó el afán de protagonismo, lo suficiente como para que ya no se lo vieran venir (y también a que mis padres se fueran a caminar para evitar explicaciones innecesarias). Además, como suele decirse, la venganza es un plato que se sirve frío. En cuanto salieron, cogí una botella de dos litros que teníamos en casa, que las utilizamos para reciclar el aceite usado, y me meé dentro hasta llenarla del todo. La he guardado en mi cuarto hasta hace un rato, y con la excusa de tirar la basura he aprovechado para salir y vaciar la botella en la terraza de mi vecino. Veréis qué sorpresa se lleva mañana cuando le llegue el tufillo a croquetas y pis. Va a estar tres semanas frotando el suelo para quitar el aceite. Si tiene cojones, que vuelva a acusarme de que el gato se le caga por mi culpa, porque la próxima vez me cago en una bolsa de papel, le prendo fuego y se la lanzo contra la puerta.

No sé por qué será, pero mientras urdía mi vendetta, los picores me han dado un agradable respiro. Al menos hasta que otro vecino rompepelotas acaba de poner la música a toda hostia, a la otra punta de la urbanización. ¿Qué bien, eh? Si es que no tengo tanta paciencia para la cantidad de imbéciles que hay. Volviendo al tema de mis supuestos superpoderes, espero soñar esta noche que se atraganta con la cena, y mientras se va poniendo azulado por la falta de oxígeno y su garganta empieza a hincharse, se caiga contra el equipo de música y se parta el cuello. A ser posible que su familia, si es que la tiene, lo presencia todo con impotencia.

Besis y buenas noches.

Pd. Iba a publicar la entrada cuando me he encontrado con esto en la cómoda de mi habitación. No sé de dónde mierdas ha salido, pero yo no tengo perro. ¿Qué cojones está pasando?

 ¿Qué cojones está pasando?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Diario de una cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora