Capitulo 23

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Mary cerró la puerta de su coche con fuerza detrás de ella. El calor enseguida la sofocó. Se puso una mano por encima de los ojos para hacer sombra mientras miraba alrededor. El Fuerte seguía tal y como lo habían dejado un poco más de un mes atrás.

Casi esperaba ver a sus hermanos saliendo a saludarla. Con un suspiro abrió la puerta y entró al interior de la casa. Estaba tranquilo y en silencio, demasiado. Poniendo la espalda recta paseó por la casa, con la calma de quien tiene todo el tiempo del mundo. La cocina seguía teniendo platos en el fregadero, trapos de cocina por el mostrador y una de las sillas estaba volcada. No se agachó para recogerla, solo siguió andando. Se preguntó si sería posible, algún día, volver a habitar ahí. Había sido donde había conocido a Sky, donde tuvo su última conversación con su mejor amiga y dónde... 

Un ruido detuvo su línea de pensamiento. El sonido típico que hacen los muelles de un sofá cuando alguien se acomoda encima. Metiendo la mano en su pequeño bolso apretó una pequeña pistola que le había cogido prestada a Axel. La mantuvo dentro del bolso, el tacto la tranquilizó lo suficiente como para dirigirse a la sala de estar, de donde venía el ruido. 

Se detuvo en la puerta, mirando al hombre, vestido en un traje claramente de diseñador, que la había estado esperando. Tenía un brazo sobre el respaldo y una pierna cruzada sobre la otra, pero no dejó que esa falsa apariencia de calma la engañase. Alrededor de él solo había caos.

La televisión estaba en el suelo, apoyada contra la pared y con la pantalla rota. Los pocos libros y revistas que habían tenido en esa habitación con las páginas arrancadas y desperdigadas por todas partes. Los cojines destripados y con el relleno por fuera. Lo único intacto era el sillón donde aquel hombre con mirada insidiosa estaba sentado, mirando sus expresiones mientras miraba la destrucción de la habitación. 

Se imaginó que el resto de la casa estaría igual. No se había parado a mirar todas las habitaciones, pero el recibidor y la cocina estaban tal y como ellos la habían dejado. 

-La señorita Mary Klemment- dijo aquel hombre en todo divertido-, si no me equivoco.

Ella no contestó, pero apretó el arma más fuerte en su mano, dentro del bolso.

-Si yo fuese usted- siguió con voz suave- le daría a mi escolta cualquier arma que pueda llevar encima-. Algo duro y frío se apoyó en la parte trasera de mi cabeza- No querría que alguien saliera herido. 

No tenía que girar para saber que la estaban apuntando con un arma. Con la mano temblando, pero intentando que no se notase sacó el arma de su bolso. Una mano grande y áspera se la arrebató y buscó más armas dentro de su bolso, sin dejar de apuntarla. No llevaba nada más aparte del móvil, el cuál había dejado en el coche. Y llevaba un vestido ancho de verano, sin bolsillos así que tampoco tenía muchos sitios donde haber escondido algo, pero el tipo no se contentó hasta haber palpado sus costados . 

El hombre del traje le hizo un gesto y el arma fue apartada de su cabeza.

-Esperaba a alguno de sus hermanos. No a usted. 

-Y yo esperaba que viniese solo- respondió ella-. Es lo que acordamos. 

-Pero he venido solo, Mary- dijo su nombre con una sonrisa, que hizo que ella se estremeciera del asco-. Verá, mi escolta privada se toma muy en serio mi seguridad, cuando les vi aparecer ya era muy tarde- se encogió de hombros. 

Mary se estiró para coger una de las sillas del suelo y ponerla recta. Se sentó frente a aquel monstruo y colocó sus manos sobre las piernas. 

-¿Y que hay de la otra parte del trato?- preguntó Mary.

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