Capitulo 1 Layas

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Tres meses después

Mary Klemment pisó el acelerador a fondo y movió la mano para subir la música. Estaba cabreada con sus hermanos. No solo habían ignorado todas sus llamadas, si no que ni siquiera se habían dignado a aparecer por casa de su padre el domingo. Los domingos siempre iban a comer allí para poder reunirse y pasar un tiempo juntos. Pero ni siquiera habían llamado para avisar. Y no era la primera vez que lo hacían en los últimos meses. Para Mary no importaba que a su padre no le importase, ni que ya sabía que seguramente tampoco irían ese día. Sus hijo le habían dicho que estaban inmersos en otro de sus casos y para él con eso bastaba. Pero para Mary no. Era domingo y todos tendrían que haber ido, era su deber de hijos.

Había dejado pasar que durante el último medio año siempre hubiese uno o otro que no asistiese, pero no dejaría pasar que ninguno de ellos no se presentase. Su padre era demasiado bueno. O ella demasiado cabezota. Era lo mismo.

Así que allí estaba, de camino a casa de tres de sus hermanos mayores. Tenían que erar allí, ya había pasado por la casa de Lucas y Axel, así que no le cabía duda de que les encontraría en casa de Guillem, Carlo y Brian. No era raro que compartiesen casa. Era práctico, al fin y al cabo trabajaban juntos y se llevaban bien. ¿Quién mejor que tus mejores amigos para compartir casa? Lucas y Axel, siendo los más jóvenes, preferían vivir por su cuenta, aunque no muy lejos de sus otros hermanos.

Dio un giro brusco para meterse en el camino que la llevaría a casa de sus hermanos. En los asientos de atrás llevaba varios platos con comida que había preparado para llevar a casa de su padre especialmente para sus hermanos. Llegaría, les echaría la bronca para hacerles sentir culpables, les daría la comida y se iría pitando hacia su casa, tenía muchas cosas que hacer. Tenía que acabar el disfraz para el gato obeso de su vecina, la señora Cuevas, por el que le pagaría bastante bien.

Estaba pensando en qué se gastaría ese dinero extra cuando llegó a la verja de seguridad. No llamó al timbre, no les daría la oportunidad de echarla, como sabía que intentarían hacer. Sacó el mando ,que le había quitado a Axel de la mochila hacía algunas semanas, y apretó el único botón. Las verjas se abrieron y ella volvió a pisar el acelerador. Como imaginaba, todos los coches de sus hermanos estaban allí aparcados, incluso el de algunos de los que trabajaban con ellos. Mary frunció el ceño, preguntándose si realmente estarían en medio de algún caso importante. Si fuese así se ahorraría la parte de echarles la bronca para otro día, se limitaría a dejarles la comida. Al fin y al cabo tenían que comer.

Bajó del coche, se dirigió a la parte de atrás para coger un plato y se acercó a la puerta de la bonita casa de dos plantas de tres de sus hermanos. Llamó a timbre y esperó. Y esperó. Y esperó. Con un suspiro atacó al timbre sin compasión, hasta que por fin abrieron la puerta. Un Carlo muy confuso le abrió la puerta. Siempre le sorprendía comprobar cuanto se parecían a su padre cada uno de sus hermanos, era como ver una versión más joven de él cada vez que miraba a uno de ellos.

-¿Qué demonios estás haciendo aquí?- Su expresión había pasado de confusión a irritación en un instante-. No deberías estar aquí.

Mary solo se encogió de hombros y le puso delante el plato con lasaña casera. Carlo paseó la mirada entre ella y la lasaña antes de comprenderlo.

-Mierda, ¿hoy es domingo?- Y se llevó las manos a la cabeza. Pero entonces volvió a mirarla ceñudo-. ¿Cómo has entrado? ¿La verja estaba abierta?

La mirada de él fue directa al camino y los alrededores, como si buscase alguna amenaza.

-No, usé uno de los mando.

-¿De dónde los has sacado?

-Se lo quité a Axel.

Él puso los ojos en blanco, exasperado antes de sujetarla por los hombros y acompañarla (más bien remolcarla) hacia su coche. Mary se revolvió hasta que la soltó.

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