1. Naufragio

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Cerró los ojos, dejando que la suave brisa marina chocara con su rostro, relajándose al sentir el frío en su piel. La noche caía y las baterías de su pequeña radio poco a poco dejaban de hacer su trabajo, anunciándole que pronto su única compañía sería el sonido de las olas chocando contra su pequeño bote, quizá algunos peces y la luz de su linterna rebotando en el agua.

La mayoría de las embarcaciones pesqueras con las que había partido a medio día se habían retirado de la zona, satisfechos con su trabajo en el rescate, decidiendo, al mismo tiempo, que la tarea de recuperación había sido más que infructuosa, devolviéndole la responsabilidad de investigar el naufragio ocurrido a las autoridades correspondientes, los que llegarían durante la mañana siguiente. Y bien, ellos tenían su punto para aquello, pues buscar cadáveres en el océano era una tarea complicada, no tanto por lo difícil que suponía encontrar el cuerpo en la masa acuática, sino por el estado en el que solían aparecer.

Gran parte de ellos eran hombres de edad avanzada, que tras haber visto y rescatado tantos ahogados y desmembrados por los accidentes en sus vidas, se veían en su derecho proteger la poca cordura que les quedaba, negándose a sacar otro muerto del agua.

Pero a sus cortos veinte años, Kakyoin Noriaki no se sentía capaz de hacer eso. De hecho se sentía moralmente obligado a devolver a esas personas a tierra antes de que llegara la mañana y asegurarse de que recibieran un trato y funeral apropiados. Quizás toda su preocupación era debido a haber sido criado por a un hombre apodado como el Mago, nombre ganado por sus misteriosas habilidades y poderes capaces de predecir no solo las tormentas, sino las temporadas de mejor captura e inclusive los accidentes trágicos cercanos con una precisión que la gran parte de las personas temían.

El Mago, a quien simplemente llamaba tío, le había contado una vez sobre ciertas criaturas marinas que vivían en las profundidades, las que poseían rostros humanos y colas de pez o lobos marinos. Decía que ellos eran las almas en pena de aquellos que perecían en las frías aguas sin que sus cuerpos fueran recuperados para tener la despedida que merecían. Había oído otra clase de leyendas, estas decían que estos seres solían traer desgracias, las que nacían por su sed de venganza o su dolor al no poder partir de este mundo, arrebatándole la vida a los incautos con sus voces angelicales y belleza inhumana.

Si bien, una parte suya no podía dejar pasar esas historias. La otra parte, que era mucho más escéptica y dominante en él, le confirmaba que era cruel permitir que la niña que figuraba en su lista, terminara desapareciendo en el frío de las aguas. La realidad era esa, no los cuentos sobre sirenas.

—¡Mierda! —exclamó.

Su vista se clavaba en la costa, que lentamente se alejaba de él. Había pasado mucho tiempo distraído, siendo arrastrado por el mar sin notarlo. Según calculaba, estaba a unos cuantos kilómetros de distancia, preguntándose si lograría llegar, por lo menos a la playa sur, la más cercana a él, antes de que las marejadas nocturnas lo atacaran, y por supuesto, antes de que el combustible del día se terminara.

Apagó su linterna, dejándola a un lado antes de encender el motor de su bote y emprender su camino de regreso.

Pero de alguna forma, por más tiempo y velocidad que pusiera, no parecía avanzar hacia donde él quería llegar. En cambio las olas, cada una más salvaje que la otra, lo arrastraba en dirección opuesta, hacia un acantilado que finalizaba con un roquerío donde algunos lugareños solían mariscar por las madrugadas para luego vender los productos recolectados en el mercado o restoranes cercanos.

El naufragio había ocurrido allí, por lo que estaba al tanto de la peligrosidad de esa zona. Intentó detenerse, viendo como la luz del faro iluminaba una pálida masa muy cerca suyo. Tragó saliva, creyendo que se trataba de un brazo de alguna víctima, sintiéndose culpable por no poder alcanzarlo al batallar contra las olas por su vida.

Un vals entre las olas  -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora