2. Compañía

546 99 30
                                    

Miró el mar, sintiendo un poco de miedo al notar la rapidez con la que cambiaba la marea, cubriendo más y más sus pies, amenazando con mojar sus pantalones, los que tenía arremangados por sobre sus pálidas rodillas. El sol comenzaba a aparecer lentamente, avisándole que ya era hora de partir. Tomó sus cosas, envolviendo su cuchillo en una tela, dejándolo dentro de un recipiente junto a su captura.

Ya habían transcurrido dos semanas desde su accidente, había perdido su bote y no tenía el permiso de su tío de regresar a alta mar hasta demostrarle que era capaz de trabajar sin arriesgar su vida. Suspiró, escuchando las voces de sus compañeros que lo invitaban a desayunar antes de pasearse por el mercado, rechazando la oferta con educación.

No había podido dejar de pensar en ese tipo, preguntándose si algún día logaría verlo. No entendía por qué, pero sus ojos se repetían en su cabeza a la hora de dormir, preocupándole que lucieran tan vacíos pero al mismo tiempo estaba cautivado por lo hermosos que eran. El verde siempre había sido su color favorito, pensando que tal vez por eso le gustaban tanto.

Se equilibró en una roca, buscando con la mirada alguna otra que no tuviera alguna clase de alga creciendo o caería al agua. Sus compañeros se habían adelantado, así que debía apresurarse o perdería la oportunidad de vender sus productos.

Dio varios saltos seguidos, fijando su vista en sus botas, las que reposaban cerca de la playa. Saltó una vez más, pisando una piedra demasiado pequeña para su pie, perdiendo el equilibrio, aferrando su mano derecha a su captura para no perderla. Acto seguido, cerró los ojos por reflejo, sintiéndose incapaz de prepararse para aminorar los daños que le produciría el golpe que le aguardaba, esperando que no fuera en la cabeza o estaría perdido.

—¿Qué parte de "ten más cuidado" no entendiste, niño?

Abrió un solo ojo, notando que estaba suspendido en el aire y que una mano tiraba de su brazo izquierdo. Temblaba, creyendo que esa voz ya la había escuchado antes, pero tuvo miedo de mirar. Se quedó varios segundos en esa posición, oyendo una queja.

—¿Qué haces?

Fue tomado en brazos, sintiendo el aire chocando contra su rostro, intuyendo que se movían hacia adelante. El viaje fue corto, cosa que le pareció bastante rara, pues faltaban más de quince metros para salir de ese roquerío, trayecto que podía tornarse mortal con lo resbaloso que era, sorprendiéndose de la agilidad de su salvador. Aunque, este parecía ser bastante tosco con otras personas, debido a que, de un momento a otro fue dejado caer, agradeciendo que la arena era lo suficientemente suave como para no causarle tanto dolor.

Abrió ambos ojos, encontrándose con unos espantosos pantalones amarillos con diseño que imitaba al de un reptil. Siguió su camino, escudriñando su ropa, llegando a ese rostro inexpresivo que ya lo había salvado una vez. Sus mejillas se encendieron, sintiéndose molesto consigo mismo por encontrárselo de esta forma, ahora su deuda era más grande y no sabía qué hacer para pagársela.

—¡Eres tú!

—Yare yare daze...

Se levantó, rechazando la mano del hombre, pues creía que si lo tocaba se daría cuenta de que su corazón latía demasiado rápido por la emoción que le producía verlo. Revisó su captura casi de inmediato en un intento por calmarse, asegurándose de no haber perdido nada por culpa de la caída. Suspiró aliviado, estaba todo y para mejorar las cosas, no veía daños en los productos, por lo que solo necesitaba lavar todo y verterle hielo para venderlo.

—¿Qué hacías en ese lugar tan peligroso?

—Trabajar—dijo en voz baja—. Perdí mi bote y necesito dinero para uno nuevo.

Un vals entre las olas  -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora