13. La cueca de los fugitivos 1: Escape

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Levantó la cabeza tras oír el ruido de la puerta abriéndose con la fuerza digna de un golpe. A su vez, no pudo evitar reír ante el extraño eco que llegaba a sus oídos, como si todo sonido fuera tragado antes de siquiera llegar a ellos. El mar era extraño cuando se hablaba de la transmisión del sonido pero incluso con ese detalle en mente, le gustaba bastante el efecto producido.

Llevó ambas manos a las sienes, intentando darse ánimos y evitar así ponerse nervioso. Se giró apenas vio la mano del guardia ingresando en la celda, dándole una intensa mirada a su hija para indicarle que era hora de prepararse mentalmente para ejecutar el plan que habían preparado con tan solo dibujar una serie de líneas aparentemente erráticas en el suelo.

Un par de tritones, armados con cimitarras llenas de percebes, lanzas atadas a sus espaldas y cubiertos por pesadas armaduras de metales preciosos, ingresó, haciéndole agresivas señales a ambos para que estiraran sus manos y de esta forma poder ser esposados.

Pudo notar como unos sutiles tonos anaranjados contorneaban algunos sectores de las cadenas, algunos carcomiendo el metal como el óxido que era. Le echó una mirada a las esposas de Jolyne, viendo que estas estaban en una condición similar.

Eso le fue un alivio, pues confirmaba su teoría de que la mayoría de sus implementos los obtenían a partir de los naufragios y a la vez, no le daban la mantención adecuada.

Su plan se había tornado dos veces más sencillo mucho antes de siquiera comenzar a ejecutarlo, sintiendo como la esperanza de poder llevar a su pequeña a un lugar seguro sin tener que sacrificarse brillaba en su pecho.

Recibieron órdenes para que avanzaran hacia la salida, encontrándose con otros tantos tritones y sirenas en condiciones similares a los que pinchaban sus espaldas para que se movieran más rápido.

Eso lo intimidó un poco, no podía negarlo pero tampoco estaba dispuesto a mostrar abiertamente su preocupación. Jotaro estaba al tanto de que debía pelear, sin embargo no esperaba que fuera con tantos guardias al mismo tiempo.

Llevaba dos días sin comer nada y apenas había dormido con tal de asegurarse que Jolyne estuviera a salvo en esa pequeña celda a la que solían ingresar medusas venenosas y otra clase de pequeños depredadores acuáticos.

Por lo menos, si usaba la fuerza suficiente, podría usar sus puños durante la batalla. Y si era lo suficientemente ágil, podría arrebatarle a uno de esos tipos una de sus espadas para poder hacer todo mucho más fácil.

Le dio una última mirada con dirección a los ojos de Jolyne antes de dejar definitivamente la celda.

Ambos avanzaron sin mucha prisa en medio de las profundidades, la poca luz que se filtraba en esos laberinticos pasillos por los que transitaba le hacía estar seguro de que apenas estaba amaneciendo y que era la hora más problemática de esa zona respecto a las corrientes, tanto en la superficie como allá abajo.

Memorizó cada vuelta que daban en caso de verse forzados a retroceder, aunque era extraño, pues casi parecía que estuvieran dando vueltas en círculos sin siquiera haber podido avanzar un misero metro desde el punto de partida, las rocas, los peces, las algas e incluso los pequeños grupos de coral que sobresalían de vez en cuando eran idénticos entre sí.

De pronto, un brillo extraño cayó sobre sus ojos por un breve e insignificante momento. Levantó la mirada, buscando el origen de este, notando como a tan solo un par de metros un mechón de cabello de un intenso rosa bailaba en el agua.

Sobresalía de una de una de las rocas, como si el dueño de este estuviera escondiéndose pero fuera demasiado descuidado como para hacerlo efectivamente.

Un vals entre las olas  -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora