7. Reencontrarse

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—Señor Stevens, por aquí.

Le echó una rápida mirada a la cima del acantilado, tomando firmemente del brazo al viejecillo que iba a su lado, guiándolo en silencio hasta la playa. Por primera vez parecía estar más que atento al camino, cuidando de llevarlo por el camino más sencillo pero estable para alguien con tan poca agilidad como lo era el señor Stevens.

Seguía las instrucciones que Jotaro le había dado con precisión. Verificando, como siempre, que nadie que rondara los alrededores del litoral los viera tomar ese camino. El aire de esa tarde esa bastante cálido y agradable, haciéndolo pensar que el clima era lo suficientemente bueno como para adelantar la temporada de festivales veraniegos para poder asistir a estos sin comprometer sus horario de sueño para poder salir a pescar en la madrugada.

Las pequeñas vacaciones, patrocinadas por la amabilidad de Jotaro, estaban por terminar. De hecho solo le quedaban aproximadamente tres semanas y dos días antes de que su dinero se acabara completamente y los festivales ocurrirían dentro de un mes y medio según el calendario de actividades la ciudad.

—Tome asiento, por favor.

Le señaló amablemente al señor Stevens la roca donde Jotaro siempre se sentaba a esperar por su llegada. Parecía cómoda aunque nunca había tenido la oportunidad de sentarse en ella realmente. El tritón estaba por venir, habían acordado juntarse a las cuatro de la tarde y él tendía a aparecer diez minutos antes, así que se había presentado un poco antes de ese tiempo.

Su vecino estaba nervioso. Y a decir verdad, él también lo estaba. Como nunca recibió una explicación clara respecto quién era la persona que solicitaba su presencia o por qué lo necesitaba en ese lugar, nunca pudo decirle qué estaba sucediendo en realidad, viéndose obligado a inventar una burda excusa para que él no sospechara nada raro.

¿Qué estaba pasando?

Conversó un rato para olvidarse de sus nervios. Stevens sabía bastante sobre los peces y otros especímenes acuáticos de la zona. Preguntándose si acaso era aficionado a la biología marina o había trabajado en un cargo similar alguna vez.

Era muy poco lo que sabía de ese hombre, si se detenía a pensarlo. Stevens no hablaba mucho realmente con sus vecinos, siendo incluso más introvertido que Kakyoin. Pero por las pocas veces que conversaron algo, logró concluir que tenía poco más de setenta años y que, por ende, estaba jubilado. Por su acento, era australiano y que al parecer se había mudado a esa ciudad poco después de las muertes de su esposa e hijo hace ya veinte años.

—Kakyoin.

La voz de Jotaro llegó a sus oídos tras unos cuantos minutos de espera. Apareció desde un punto ciego para el resto de la playa, esforzándose por no tropezar por la cantidad de arena. Tenía el cabello mojado y del extremo de la visera de su gorra goteaba agua salada. El resto de su cuerpo estaba totalmente seco. Se había transformado recientemente.

Intentó no reírse, ofreciéndole un pañuelo para que se secara, recibiendo un suave beso en la frente como agradecimiento. No pudo evitar sentirse preocupado, ya que apareció completamente solo y no habían señales de que alguien más fuera a unírsele.

—¿Dónde...? —preguntó.

—¿Está él?

Asintió. Prestándole atención a la extraña mueca que Jotaro hacía en ese momento. Parecía estar molesto por la presencia de Stevens, como si hubiese preferido que el anciano rechazara la petición de ir a la playa. El tritón se acercó al hombre, saludándolo de forma cortés y con cierto aire de formalidad, como cualquier adulto lo haría en casos como ese.

Un vals entre las olas  -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora