9. Silencio

286 59 10
                                    


No hubo tiempo para presentaciones formales que dijera quién era cada uno, mucho menos explicaciones de suma importancia como qué hacían allí, qué había sucedido, cuál era su relación con Jotaro o por qué todos querían ayudarlo. Simplemente se miraron el uno al otro, o más bien, el trio proveniente desde el agua miró a Kakyoin con cierta curiosidad y recelo antes de entablar una breve conversación entre ellos con una especie de balido que el chico no fue capaz de entender.

Tras una corta pregunta en una lengua que pudo identificar, los cuatro decidieron unir sus fuerzas para arrastrar el cuerpo de Jotaro fuera de esa zona. Esto debido a que los pescadores ya fueran legales o no podrían aparecer en cualquier momento, por lo que era peligroso mantenerse allí.

Él sugirió el camino a la pequeña playa secreta ubicada dentro de la gruta. Era el refugio más cercano que conocía, ya que si intentaba llevarlos a la embarcación de los muelles el arrastre contra la arena sería lo peor que le pasaría al ya herido cuerpo de Jotaro. Era demasiado lejos y podría morir en el trayecto, además, aquella chica delgada y de cabello verde insistía que necesitaban un lugar con abundante agua pero alejado de las miradas humanas.

Se sentía mal por revelar de esta forma el secreto que ambos habían prometido guardar con sus vidas, no obstante no tenía mayores opciones como para darse el lujo de elegir algún otro lado que cumpliera con las condiciones establecidas por ellos.

Le indicó cómo entrar, señalándoles un pequeño pasillo donde ellos podrían nadar gracias a la marea nocturna, apuntaba siempre el camino con la linterna de su teléfono, sosteniéndolo con fuerza con su mano derecha, afirmándose de las paredes de piedra para no caerse. Los tres parecían ser sorpresivamente fuertes, ya que no parecían estar cansados de llevar al tritón sin su ayuda.

Dio las últimas indicaciones, ayudándolos a recostarlo en la arena. La luz de la luna caía directamente sobre ellos pero no parecía ser suficiente iluminación como para poder atender sus heridas apropiadamente.

Miró hacia todos lados apoyándose con su linterna. Jotaro solía traer muchas cosas a la gruta y solía esconderlas detrás de cierta roca que parecía sobresalir ante el resto. Caminó hacia ella, descubriendo que estaba hueca en la parte de atrás.

Encontró cosas muy diversas entre los tesoros del tritón: una bolsa con unas cuantas perlas blancas, joyas con sal cristalizada, el equipo de buceo que le prestó la vez que le enseñó el arrecife, unas barras energéticas con sabor a frutas, cuerdas y una linterna. Tomó estos dos últimos artículos.

Examinó la linterna con cierta curiosidad, descubriendo la marca de sus iniciales que talló para identificarla en caso de extraviarla. No pudo evitar reír con suavidad, recordando que la había perdido junto a su bote en el naufragio de hace casi dos meses.

Giró de la manilla, preguntándose si todavía funcionaba. Se suponía que era resistente al agua, sin embargo, quién sabe cuánto tiempo estuvo sumergida y con qué cosas se había topado antes de llegar a las manos de Jotaro.

Presionó el interruptor sin muchas esperanzas, descubriendo que para fortuna suya aún parecía querer emitir luz. No era tan potente como la última vez que la utilizó, pero por lo menos era mucho mejor que la pobre linterna de su teléfono barato.

Corrió hacia el resto, que acomodaba a Jotaro en la zona donde las olas comenzaban a romperse suavemente antes de tocar la arena húmeda. Iluminó hacia ellos, colgando la linterna en una de las tantas rocas que sobresalían del techo.

Lo vio retorcerse un poco, tal vez, la sal entrando en sus heridas le causaba suficiente dolor como para poder sentirlo aun estando inconsciente. El miedo comenzó a invadirlo una segunda vez.

Un vals entre las olas  -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora