11. Peligro

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Los suaves suspiros que se escapaban de la boca de Kakyoin llenaron el ambiente rápidamente, haciendo que Jotaro se sintiera un tanto mareado y sorprendido por todo lo que estaba sucediendo, en especial por la forma tan natural en la que ambos empezaron a buscarse.

Aquello había comenzado con simples miradas cariñosas durante la cena, continuando con el ofrecimiento de una ducha para calmar su deshidratación y finalizado una sutil invitación de quedarse a dormir.

Beso tras beso, la ropa de ambos fue soltándose de sus cuerpos, amenazando con caer al suelo y perderse en la oscuridad creada por las luces apagadas con torpes palmadas a las paredes mientras subían las escaleras y avanzaban por el estrecho pasillo que era el segundo piso.

Una creciente emoción se comenzó a presentar en ambos, llenándolos de felicidad y de algo más que les impedía separarse para hacer las cosas con más calma y orden, como los seres racionales que eran. Incluso la tristeza y la preocupación de Jotaro de antes parecía haberse evaporado por completo de su cabeza.

Llegaron a la habitación y con esto aconteció un breve momento de lucidez, despojándose por fin de las prendas arrugadas por el forcejeo entre ambos cuerpos.

—Kakyoin...

El tritón miraba de reojo cada movimiento del chico mientras se encargaba de aquello, sintiéndose extrañamente cómodo con la idea de hacerlo con otro hombre.

No tardaron en verse semi desnudos, jadeantes y excitados. Ninguno de los dos estaba seguro de qué hacer a continuación para seguir con esa sensación tan agradable que estaban experimentando. Decidiéndose torpemente por plantar suaves besos en la piel del otro, la cual comenzaba a humedecerse con sudor por haber pasado tanto tiempo juntos manoseándose en las escaleras.

En su búsqueda por algo firme para continuar más cómodamente con sus apasionadas caricias, tropezaron con la cama, cayendo sobre el cubrecamas, arruinando la perfección con la que Kakyoin solía estirarlo.

Rieron ante su propia torpeza, mirándose a los ojos un instante, sin soltarse, tocándose con una desesperación única.

A pesar de ser mucho más racional y maduro, Jotaro se veía incapaz de pensar con claridad. No podía preguntarse siquiera dónde habían quedado esas dudas, miedos y prejuicios que se repetían en su mente sin darle tiempo para descansar.

De alguna manera se sentía vivo, más vivo que nunca en su corta vida como tritón e incluso más que en los cuarenta años que vivió como humano.

Era como estar en el mejor momento de su propia existencia.

—Jotaro...

Tembló, sintiendo los dedos del chico enroscarse en su entrepierna, masajeando su erección con la fuerza suficiente como para hacer que se olvidara de todo lo que sabía sobre sexo. Su mente, errática por la excitación, lo hizo centrarse en la sorpresa que le producía descubrir cuán atrevido podía llegar a ser Kakyoin en momentos así.

—¿Qué sucede?

Lo besó, moviendo su mano izquierda por el pecho del muchacho, enterrando con suavidad sus dedos en sus costillas, contándolas con sensualidad y cuidado. Continuando su camino con esa angosta cintura que lo enloquecía a pesar de ser la tercera vez que la veía de cerca.

Mordió su labio sin darse cuenta, sintiéndose hambriento, deseando el cuerpo de alguien más por primera vez en una década.

—No me mires tanto...

Las mejillas encendidas, la mano intentando cubrir su rostro y la forma en la que decía aquella queja, hizo que Jotaro recordara que estaba frente a la primera vez del chico. No sabía si sentirse privilegiado o asustado por ese dato, pues estaban yendo tan rápido que olvidó que tenía que ser cuidadoso.

Un vals entre las olas  -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora