Poder.

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—Maldición. Maldición. —susurró para sí mismo mientras forcejeaba con aquellas cadenas que lo obligaban a mantener sus brazos en alto.

Hace nada había logrado despertar de la pérdida de inconsciencia en la que TaeMin le había dejado, y si bien le dolía hasta la más mínima partícula de su cuerpo, no era capaz de quedarse así, sin hacer nada. Mucho menos escuchando los gritos de ChanYeol y fuertes sonidos que parecían ser gruñidos animales.

Maldición.

Disfrutaría matando al hijo de puta de TaeMin.

Se removió bruscamente, ignorando los calambres de sus brazos, y tiró varias veces de aquellas cadenas ancladas al techo. En algún momento tendrían que ceder.

Y, mientras estaba en ello, la puerta se abrió con un chillido desagradable y escalofriante.

Otra vez no...

Pero al alzar la mirada hacia la puerta metálica no supo si fue bueno o malo lo que se encontró. Joy, la demonio que todo ese tiempo estuvo jugando para el otro bando, lo miraba con lo que parecía ser culpa, jugueteando con sus manos en un gesto infantil de sumo nerviosismo.

JongIn ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa ladina. A esas alturas, no podía confiar en nadie.

—J-JongIn... —susurró la chica con voz quebrada y temerosa. —Yo...

Con tanto titubeo, JongIn rodó los ojos. Le exasperaba de sobremanera.

—¿Qué quieres, Joy? —soltó bruscamente. —¿También vienes a darte el gusto de apuñalarme o darme azotes? —el tono áspero de su voz hizo que la chica se encogiera de hombros, dando un paso hacia atrás.

—No... —negó un par de veces la muchacha, tomando una bocanada de aire para armarse de valor y avanzar. Sus pasos sonaron torpes y rápidos mientras se acercaba al moreno, quien con una mirada casi burlesca, en ningún momento dejó de mirarla. —Vengo a liberarte, Kim. —dijo con todo el valor que pudo reunir una vez llegó frente al demonio.

Claramente, JongIn no se esperaba aquello, por eso se quedó mirando fijamente a la chica, buscando algún atisbo de mentira que le indicara que esto era sólo una trampa, pero no lo encontró, en cambio sólo dio con gestos ansiosos y cargados de pánico que le parecían gritar que temía ser encontrada por algo. O, en su defecto, por alguien. 

Frunció el puente de su nariz y estrechó su mirada, haciendo sonar las cadenas atadas a sus muñecas.

—Entonces, ¿qué estás esperando?

No acostumbraba a ser tan hostil, con las mujeres al menos, solía ser más coqueto, pero la preocupación y el miedo de perder a ChanYeol lo tenía con la ansiedad a flor de piel y un desagradable revoltijo de tripas.

La bonita chica no tardó en asentir, sacando de uno de los bolsillos de su pantalón una llave más pequeña de lo normal y con un intenso color plateado. Se apresuró a un lugar en la pared tras JongIn, un lugar que el moreno, desde su ángulo, no alcanzaba a ver.

Con un chasquido inundando la sala, las cadenas atadas a sus muñecas se abrieron.

Bajó sus brazos con un suspiro de alivio escapando de sus labios. Se sostuvo las muñecas a pesar de lo heridas que estaban, haciéndolas crujir con movimientos circulares mientras, aún desconfiado, miraba de soslayo a la chica, ahora, de pie frente a él.

Hubo un momento de silencio que consistió en él estudiando las acciones de la muchacha, y ella desviando la mirada, ansiosa, sin llegar a moverse.

Rápidamente se quitó los grilletes y avanzó hacia la chica, arqueando una ceja.

—¿Por qué lo haces? ¿Hay un plan tras esto? —no era necesario explicar que ya era conocedor de las juntas de la chica, era bastante obvio con la actitud que había tomado. Entrecerró los ojos cuando la chica negó, haciendo un rictus con sus labios. —¿Entonces? —insistió, ladeando la cabeza. Aprovechó de mover sus brazos para relajar los hombros.

Alas y Tridentes. (ChanKai/KaiYeol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora