Seduction ➮ᏚeokᎻui

￫ S I E T E

SeokMin dió un paso al frente, pero al momento que su sobrino estuvo más apaciguado por el reciente orgasmo, sus ojos volvieron a chocar con los de él haciendo que su piel erizara repentinamente.

El pelirojo se movió rápido por su sudadera cuando vio a SeokMin partir de la entrada, ésta vez no dejaría que se fuera, no de nuevo.

No tubo que seguirle tan lejos, el moreno había frenado su caminata poco antes de llegar a las escaleras.

SeokMin no tenía idea del por qué lo hizo. Su mente se acumuló de pensamiento eróticos, represivos, en dilema al mismo tiempo. Cada cosa que viajaba en su mente le quemaba el cuerpo.

No sabía lo que quería, y le estaba lastimando.

Jun llegó a su lado, el pelinegro bajó un poco su vista y le vio agarrar la mano que hace media hora tenía sujeto a la de su esposa. El menor le miró por debajo de sus pestañas, con sus pómulos haciendo juego con el color del cabello, y con la sudadera blanca como única prenda en su esbelta silueta.

—SeokMin —Murmuró.

El pelinegro negó repetidas veces con su cabeza.

—No, Junnie. Sé lo que me vas a pedir, y me niego rotundamente.

—Déjame hablar primero.

SeokMin calló por esa mirada que no pudo decirle un no como respuesta —Creí que había quedado claro que me gustas.

—Sí, lo sé, pero no puedo- —un dedo aplastó sus labios para que detuviera su diálogo impulsivo.

—Esperé cinco largos años, y mi intención nunca fue por mínimo placer o para jugar contigo —Hablaba con una expresión honesta, arrastrando su dedo índice por los labios, la barbilla y el cuello hasta terminar con su mano en puño en el pecho del mayor— Hablo en serio, no hay un juego, no hay una broma, sólo el simple hecho de que estoy completamente enamorado de ti —cada vez su respiración se mezclaba con la de SeokMin, miró los oscuros ojos y luego sus labios— Quiero que seas mi primera vez en todo...

Fue deteriorando su voz, ambos mirando los esponjosos labios de cada uno y se embriagaron por el aliento pegar en su rostro. El mayor no percibió en qué momento le sujetaba de sus caderas desnudas, estrechando a él de una forma posesiva hasta hacer chocar sus ingles.

Sus labios rozaron dejando un picazón en ellos y sus corazones sincronizaron. SeokMin reaccionó alejando su rostro a un lado gruñendo de desesperación.

Jun se quejó mordiendo su labio inferior, siguiendo el rostro afligido de SeokMin. Estaban tan cerca.

—No te mereces ésto, Jun.

—No me hables de lo que merezco o no —El pelirojo le obligó a mirarlo— Tú me quieres.

Abrió la boca para defenderse, pero fue inútil buscar más pretextos, Jun tenía razón —Y me deseas con todo tu ser.

Le miró con profundidad a centímetros de su cara. Una mano escurridiza resbaló por debajo del pantalón y ropa interior de SeokMin, éste a respuesta inmediata, cerró los ojos gimiendo a lo bajo por la acaricia del suave dorso en su virilidad y el amasar en su caliente escroto.

—Jun b-basta.

Simplemente podía apartarlo, Jun era sólo poco centímetros más bajo que él y delgado, muy delicado como para imponer fuerza. Sólo que ese no era problema, no quería que Jun parara.

—Hazme detener si no lo quieres —le retó, hablando sensual cerca de su oreja.

La mano se movía en círculos estimulando con propiedad y majestuosidad, tan placentero como para negar cierta satisfacción. Estaba cerca. Y lo último que lo hizo jadear con pesadez y humedecer su ropa interior, fue ese dulce y pequeño beso en su cuello. SeokMin sacó la mano de Jun antes de que su escencia se derramara en ella.

El menor trató de besarlo una vez más al ver que SeokMin estaba dócil y dispuesto, pero ruidos provenientes del primer piso se los negó alertando.

—Hiciste que confesara mis sentimientos por ti dos veces, Seokie. ¿Cuántas veces tendré que hacerlo para que me aceptes? —Con los brazos enrollados en el cuello, mostró un leve puchero mientras se miraban por unos segundos— Por favor, piensa en lo que te dije.

Paseó sus manos en el cuello, le regaló una cálida sonrisa antes de dejarlo solo en el pasillo donde el sol terminaba de dar los últimos rayos de luz.

SeokMin ya lo sabía.

Sabía que el pelirojo se adueñó de su placer, de su cuerpo y de sus sentimientos. No había duda de que cayó a los pies de su sobrino sin su consentimiento.