19.- Viejos pecados.

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Israel288 a

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Israel
288 a. C

Dos sujetos estaban de pie sobre la arena frente al mar muerto, frente a ellos un centenar de personas que habían sido víctimas del agua por no saber nadar.

— ¿Son estos? —preguntó el sujeto encapuchado a la izquierda.

— Para nada, son simples merodeadores que querían refrescarse pero terminaron por hundirse en aguas que no son peligrosas. Pobres y tristes humanos —respondió el que estaba a la derecha, igual encapuchado hasta los pies. Al final ambos se alejaron de ese lugar pues ya no tenían nada que hacer.

Después de una larga caminata llegaron a un pequeño pueblo que para ser pequeño, albergaba a una enorme cantidad de gente. Ambos comenzaron a caminar en medio de una multitud, hasta llegar a lo que parecía ser una taberna. Al entrar notaron como había personas que no tenían una apariencia amistosa, la mayoría poseían armas de piedra y madera.

— Espero no tengan en mente cometer un suicidio —dijo el que se mantenía a la derecha.

— Mientras no lo piensen... —decía el izquierdo mientras revisaba los deseos de cada persona que allí se encontraba, la mayoría eran deseos de robar pero estaba la ausencia de intenciones de lastimar o matar—. Nada estúpido hasta ahora.

En ese momento, un sujeto que no usaba vestimenta superior se acercó a ellos mirándolos fijamente—. ¿Los puedo ayudar en algo?

— Venimos a ver la mercancía —contestó el izquierdo.

— ¿Mercancía? —preguntó el sujeto.

— No te hagas el idiota, sabes muy bien de lo que habla —le dijo el derecho.

— Cuida tu lenguaje —arremetió el sujeto acercándose al derecho con una espada de piedra.

— Yo no haría eso si fuera tú —comentó el izquierdo—. Si yo fuera inteligente, me pondría a pensar... bien, yo traigo una espada de piedra y podría romperle la cabeza y dejar que se desangre hasta morir... pero... ¿Qué él podría poseer debajo de esa túnica negra?

El sujeto con la espada comenzó a dudar por lo que dio un paso atrás.

— Excelente decisión —dijo el encapuchado de la izquierda.

— ¿Quiénes son ustedes? —preguntó el encargado del lugar.

— Somos los compradores, venimos a elegir al niño.

— Oh... —dijo el encargado—. Hubieran empezado por ahí. Síganme.

Rápidamente los tres se encaminaron hasta adentro de la taberna cruzando una cortina de tela negra para pasar a un pasillo oscuro y bajar unas escaleras hasta llegar al sótano, en donde habían un centenar de niños que gritaban por su libertad al ver estando enjaulados en una celda de hierro.

Danfield Ville 5: Apocalipsis ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora