Parte 9: La mesa servida

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Hace unos meses que en espera de mejorar la posición de la revista, fue comprada por una empresa nacional que más allá de publicaciones tenía otro tipo de productos ajenos, por lo que al parecer gustaban de acaparar empresas para transformarlas o en ultimo caso hacerlas desaparecer. Por lo tanto llegó un nuevo jefe general con la misión de llevarnos al siguiente nivel. Era un hombre entrado en años y con mucha experiencia, pero sus ideas no reflejaban una visión actual del problema. Y su actitud tampoco ayudaba. Desde su arribo la sentencia era clara, teníamos que dar el ancho para no ser despedidos y reemplazados. Fueron reuniones interminables, una tras otra sin un resultado. Las propuestas eran desechadas con la excusa de ser poco prácticas o demasiado pretenciosas tomando en cuenta los alcances de la empresa. En un momento en donde nos revitalizábamos o moríamos, su llegada podía ser lo que nos llevara al olvido. Y quizá esa fue la intención de los nuevos dueños.

Escuché los rumores entre los compañeros y un vistazo por Internet confirmó mis sospechas. Aquel hombre había enterrado ya una revista y dos periódicos en los últimos años. Fue el director de uno a nivel regional en la etapa más importante pero esa gloria ya era opacada por fracaso tras fracaso, sin embargo su nombre seguía teniendo peso y su labia seguía siendo sumamente eficaz con las personas indicadas.

Pude dejar pasar todo eso, ignorarlo y seguir mi trabajo, de no ser por su menosprecio y xenofobia. A diez años de estar en este país me sentía mexicano, fui recibido con cariño y a brazos abiertos por todos, más allá de los insultos que llegué a recibir por alguno que otro, eran ocasiones escasas, apartadas, pero con él, todo ese odio me llegaba directo y sin censura. Mis compañeros me trataban de calmar, Sofía halagaba mi trabajo en un esfuerzo por distraerme pero muchas veces no funcionaba. Mis ideas no eran tomadas en cuenta y como la peor telenovela vespertina, me relegaba a trabajos de asistente cuando yo era uno de los supervisores. Hablé con el dueño pero no tuve éxito, había sido hechizado por el señor y no lograría algo a mi favor. Entonces en un arranque en solitario me vino la idea, podría ser mi primera victima, el experimento para probar la suerte de ser un vigilante y usar la maldición a mi favor.

Faltaban algunas horas para la noche, me mantuve en una dieta de hambre, al menos nada de carne en una semana, lo cual era demasiado para mí. Lo seguí discretamente hasta su casa y busqué un lugar donde refugiarme cerca de ahí. Es la primera vez después del comienzo de mi vida como hombre lobo en que no me ocultaría o alejaría, tenia el miedo de no poder controlarme y provocar más caos o muertes de lo que predecían mis acciones. Escuché música a todo volumen tratando de acallar mis pensamientos pero sentí mi cerebro punzante, frenético, alterado. Y entonces me arrepentí, pero ya era muy tarde.

Sentí que no era más que un berrinche de adolescente y que aquello en el trabajo era algo que estaba fuera de mis manos, algo que no podía controlar. Convertirme en verdugo del jefe por más insoportable que fuese no me llevaría a nada más que a remordimiento, un sentimiento que pensé había dejado atrás con mi nueva vida. Mi meta debería ser confesar a la gente cercana o al menos ser capaz de tener conciencia para comenzar a llevar una vida más cercano a lo normal, comenzar a salir con alguien más.

Entre mis pensamientos dispersos la transformación sucedió, comencé a sentir que mi temperatura subía, que mi sangre hervía y estaba lejos de casa. Me refugié en un baldío a una cuadras de la casa del jefe. Escarbé entre los escombros buscando inútilmente un lugar donde ocultarme o apartarme de la gente. Justo en ese momento en mis audífonos sonaba "Maneater" de Hall and Oates como una broma de mal gusto, como si mis ganas de bailar al ritmo se cruzaran con el agudo dolor de mi transformación.

La primera parte de mi meta se cumplió y me hizo feliz, en lo posible, percibir cada uno de los cambios por más angustioso que fuese, estaba consiente en cada momento, como un espectador pero consiente. Los colmillos creciendo cobraron nuevo sentir, mis garras, mis huesos en la espalda reacomodándose. Y comencé a caminar lentamente, observaba todo pero aún no controlaba nada, ni mis pasos, ni mis impulsos. 

Que fuese medianoche ayudó en día laboral a que las calles estuvieran desiertas, pero el hambre no cesaba y los animales callejeros en mi camino fueron victimas. Las calles comenzaron a teñirse de sangre y escuché como el sonido de las sirenas se acercaban, la luz del flash de alguna cámara me trastornó más, y corrí velozmente para toparme con mi victima por accidente. Ahi estaba el hombre, aterrado, con un bat de beisbol en las manos, con el miedo tatuado en su rostro y no tuve que hacer nada. Solo me acerqué a él hasta que sentí su respiración, mi lengua se movía entre mis colmillos como si lo saboreara. No hice gruñidos, solo lo miraba. Entonces se desvaneció y cayó en el piso y contra todos los impulsos animales no lo mordí, tan solo di vueltas en circulo una y otra vez hasta que escuché a lo lejos el sonido de las sirenas. Seguí caminando sin darle importancia y poco a poco aumenté el paso hasta correr y perderme en la noche. Yo seguía mirando como inmerso en el cuerpo de alguien más, como un testigo sin voz hasta perderme en la noche y despertar más temeroso que nunca, por haber estado consiente.

Los colmillos de Rishaan (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora