XVI

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"Siempre que estoy a solas contigo,

me haces sentir como en casa de nuevo.

Siempre que estoy a solas contigo,

me haces sentir completo otra vez.

Da igual la distancia,

da igual el tiempo que me quede,

da igual las palabras que diga,

siempre te amaré".

(Lovesong – The Cure).

Tenía que dormir. Pero la mente de Thayer estaba más despierta que nunca, haciendo eco de los pensamientos que le recordaban que su vida era un desastre. Su familia. Su trabajo del que no disfrutaba. Su novia que planeaba dejar pero que aún no había sido capaz de hacerlo. Excepto Madison, lo demás estaba mal. Y de pronto, cuando la miraba durmiendo abrigada entre sus brazos, veía además de la chica más hermosa del mundo, a todo lo que necesitaba. Madison le traía paz y al mismo tiempo, le despertaba un conjunto de sentimientos que lo impulsaban a querer estar con ella. La intensidad de lo que sentía, aquello sí que le traía miedo. Estaba acostumbrado a perder todo lo que tenía, a echar a perder las cosas buenas que le pasaban, a ser un idiota que lo arruinaba todo y le atemorizaba, pensar que podía ocurrirle lo mismo con Madison. Incluso las palabras de Austin se repetían en su cabeza. Quería hacerla feliz y no verla bajar la mirada al suelo triste, porqué él aún estaba metido en otra relación. Se sintió mal. Se odió por eso. Imponiéndose qué tenía que proteger a Madison de sí mismo.

Cuando la chica abrió los ojos (como si lo hubiera presentido, incluso estando dormida), lo encontró todavía despierto y el reloj marcaba las 3:30 de la madrugada. Un destello de preocupación la invadió, conociendo esa mirada de Thayer, esa forma de entornar sus ojos dejando en evidencia que algo lo atormentaba.

— ¿Qué pasa, Thay?— oyó la voz femenina, notando que ya no era el único despierto.

—Nada. No te preocupes— aseguró, acariciando con su pulgar el brazo de Madison.

—Estás pensando en algo— dijo como una afirmación, pues no dudaba que algo le pasaba por su cabeza. — ¿En qué?

—Me preocupa Maxine, eso es todo. Que de pronto estemos lejos aún no es fácil— respondió, cuando en realidad también había otras cuestiones invadiéndolo. Pero el tema de Maxine era una de ellas.

Madison suspiró. Entendía que estuviera preocupado.

—Lo sé. Sé lo mucho que te importa, y lo mucho que has hecho por ella— reconoció. —Tiene una buena vida y es gracias a todo lo que sacrificaste de la tuya— Thayer bajó la vista, asumiendo que lo dicho por Madison tenía sentido. Al fin era tiempo de construir su propia vida y juraba, quería hacer las cosas bien. —Ahora Thay, ¿puedes prometerme que vas a descansar? O mañana estarás como un zoombie— le dijo sonando divertida, a pesar de que no podía esperar a quedarse dormida otra vez.

—No sé de qué hablas, yo siempre luzco bien— bromeó y Madison extendió una sonrisa de un punto a otro.

—Te quiero— le susurró, dejando un beso corto sobre sus labios. Relajó su cuerpo y por segunda vez, cayó dormida. Thayer la imitó cuando inconscientemente, sus pensamientos se apagaron.

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Cuando se subieron al auto la mañana siguiente después de desayunar, Thayer continuaba oyendo en su cabeza la voz de Madison diciéndole <<Te quiero>>. Y no podía dejar de pensar en lo mucho que él la quería también. En la forma en que Madison fue suya la noche anterior. Y en cómo le gustaba refugiarla entre sus brazos. O hacerla reír. Verla sonriendo, aquello sí que no tenía precio. Madison le traía esperanzas. Hasta le haría creer cualquier cosa, por más ilógica que fuera. Todo lo que ella decía siempre tenía sentido y lo hacía pensar, y de repente algo dentro de él se arreglaba. Como si ella fuera la solución a todos sus problemas.

Mi salvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora