XXIX

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"Los sueños son como los ángeles,

mantienen el mal a un lado.

El amor es la luz

espantando a la oscuridad.

Estoy tan enamorada de ti".

(The power of love – Gabrielle Aplin).

Aunque el mal momento había acabado, la tensión continuaba rondando en el aire y ninguno podía deducir si las cosas cambiarían para bien o para mal. Era muy pronto para saberlo, pero era todo lo que podían pensar. Al llegar a su casa, Thayer intentó hacer todo lo que tenía a su alcance y más, para hacerla sentir mejor. Sabía que aunque ella dijera "estoy bien", no era tan cierto. Sus ojos no brillaban como cada vez que la miraba y las minúsculas sonrisas eran forzadas y repletas de desesperanza. Se planteó la idea de que estaba causando un mal en la vida de Madison y que no se merecía formar parte de ella. Desde un principio temió que la realidad lo golpeara justo por la espalda, para decirle que esa chica era demasiado buena para él. Ver como el auto de Patrick impactaba con Madison dentro, ese fue el momento en que sintió que la vida lo estaba golpeando. Pero era demasiado tarde para salir, estaba sumido en ella, en lo que tenían, se había acostumbrado al tipo de amor que jamás conoció hasta que ella llegó.

♡♡♡♡♡♡

Madison llevaba un largo rato en la ducha. Todavía no conseguía relajarse por completo, pero el nudo punzante en su estómago había comenzado a desvanecerse. Ya no se sentía como si estuviera a punto de morir o como si estuvieran por quitarle una vez más a alguien que le importaba demasiado. Habría deseado quedarse mucho más tiempo ahí dentro, de algún modo, ajena a la realidad, evitando recordar lo que empezaría a preocuparla en cuanto volviera a ver a Thayer. Pero no podía quedarse ahí dentro por siempre.

Cerró la llave de la ducha cuando terminó de asearse y después de secarse, se colocó la ropa interior. Por encima de ella, se vistió con una remera negra que había tomado del armario de Thayer. Le llegaba hasta las rodillas, le quedaba como un vestido. Se observó al espejo, notando sus ojos algo rojizos, las ojeras marcadas, el corte que tenía en la frente. Buscó una venda nueva dentro del botiquín para volver a cubrir lo que con el tiempo se convertiría en una cicatriz y con algo de esfuerzo, se la colocó. Ni si quiera conseguía hacer bien eso. Todavía se hallaba asustada en su interior, aunque quisiera disimularlo. Tenía que tranquilizarse, porque ya no estaba sola siendo presa de Patrick. Estaba en la casa de Thayer, con él esperándola del otro lado de la puerta.

—Hey. ¿Estás mejor?— Thayer se preocupó por ella en cuanto la vio aparecer en la sala y volvió a inspeccionar a Madison con la mirada procurando que todo estuviera en orden. Ella suspiró, tratando de relajarse.

—Estoy bien— respondió.

— ¿Segura? Ven aquí. Un momento— le pidió tomándola de la mano para atraerla hacia él. Madison siguió la corriente hasta sentarse sobre las piernas de él, apoyando las manos sobre sus hombros. —Háblame, Mad. Dime lo que sea, si estás enojada o si me odias, lo que quieras decir— la alentó a que fuera sincera. Necesitaba saber que pensaba, que estaba pasando en ese momento por su cabeza.

—No te odio— aclaró antes que nada.

— ¿Entonces qué es? Sé que pasa algo más— insistió porque percibía que ella estaba guardándose algo. Y como sabía que a veces le costaba hablar, trataba de hacérselo más fácil. — ¿Mad?— elevó su rostro hasta el suyo, tomándola suavemente del mentón para que no continuara con la mirada baja.

Tras unos segundos sin decir nada, la voz femenina apareció.

—Desconfíe de ti— murmuró ya resignada, después de todo la verdad siempre resultaría siendo lo mejor. —Me precipité y desconfié de ti en la fiesta, porque te vi abrazando a Lexie. Si, solo la estabas abrazando pero no lo pude evitar...— confesó y no se detuvo. —Sé que no habían terminado y verla de pronto me recordó que estuviste más tiempo con ella que conmigo, y no lo sé... Por un momento tuve la idea de que yo no importaba tanto y por eso salí de la fiesta— detestaba ser tan insegura a veces. Pero al menos cuando hablaba con él no tenía miedo de expresarse.

Mi salvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora