XXXII

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El besó mis labios,

yo saboreé tu boca.

Él lo intentó conmigo,

yo estaba asqueada conmigo misma.

Porque cuando estoy con él,

estoy pensando en ti,

(Thinking of you – Katy Perry).

A pesar de sus intenciones por quedarse y no salir, Madison terminó asistiendo a su primera fiesta en la universidad junto a Amy, su compañera de cuarto. Todo era nuevo para ella, la gente a su alrededor, el ambiente, la forma en que se divertían los demás. Al principio su entusiasmo no fue mayor, pero a medida que bebía, empezó a sentirse más y más exaltada, incluso en un momento de la madrugada, creyó de estar cerca de sentir felicidad o algo similar a ese sentimiento que tanto anhelaba. El problema era que, en las últimas semanas, pocas de sus sonrisas fueron sinceras y estaba cansada de sentirse hundida y agobiada, simplemente quería disfrutar sin pensar demasiado y se lo estaba permitiendo.

—Maddie, alguien me invitó a irme con él— murmuró Amy, que había estado distraída con otro muchacho la mayor parte de la fiesta.

— ¿Alguien?— preguntó despistada, pero enseguida comprendió. —Oh, no, ya entendí— la miró sonriendo con complicidad.

— ¿Puedes ir sola al cuarto?

— ¿Yo? Ah sí, no te preocupes, puedo volver. No estoy tan mal— exageró, pero su amiga que no terminó de convencerse, optó por otra opción.

— ¡Oye Matt! ¿Por qué no acompañas a Madison a su habitación? Es tarde para caminar sola por el campus— el muchacho que se hallaba unos centímetros más allá, escuchó y aunque al principio se mostró confundido, finalmente dio su aprobación.

—No hay de qué preocuparse. Me aseguraré que llegue bien— tras oírlo, Amy saludó a ambos con la mano y se perdió con el otro joven.

—Está bien. En realidad no necesito que me acompañen a ningún lado— dijo ella caminando con cierta torpeza a través de la gente. Matt la siguió. —Puedes dejar de seguirme— volteó a verlo, tambaleando.

Él elevó sus manos como signo de redención, haciéndole un gesto para que se calmara.

—Solo camino a tu lado— se defendió. —Amy me pidió que me asegurara de que llegues bien. Te acompaño y luego me voy, desaparezco si así lo prefieres— aseguró, haciendo que Madison girara los ojos y siguiera su camino.

—Como quieras, pero no es necesario— se encogió de hombros, bajando un tanto la guardia al darse cuenta que el muchacho no tenía malas intenciones. Al final, terminó caminando a la par del contrario y se sostuvo de él cuando tuvo que subir las escaleras hacia su habitación. Los pies le dolían a causa de los zapatos y los tragos que había ingerido generaron que se sintiera mareada, segura de que al día siguiente la esperaría un fuerte dolor de cabeza. —Bueno, aquí es— murmuró, buscando las llaves en su cartera para abrir la puerta. —Gracias Matt— sus ojos se elevaron hasta los contrarios, de un celeste resplandeciente. El chico asintió asumiendo que debía marcharse, pero no quiso echar a perder la oportunidad.

—No hay de qué— se encogió de hombros. —Solo me preguntaba, si quizás algún día te gustaría salir conmigo— le propuso, acortando lentamente la distancia dando pasos hacia ella. —Me gustas, Madison— terminó la oración casi sobre los labios de la contraria que por algún motivo, no se rehusó a ese acercamiento. Matt estaba siendo suave, no la hacía sentir presionada y le transmitía cierta confianza. Sin embargo, cuando sintió que sus labios chocaban, cerró los ojos deseando que ese sujeto fuera Thayer. Era en él único que podía pensar. Quería que fueran sus manos las que se colocaban para abrazarla por la cintura, necesitaba sentir su perfume y su respiración mezclándose con la de ella. Entonces se separó, abrió los ojos y vio a Matt, así supo que estaba completamente equivocada. El chico le sonrió pesando que ella lo había disfrutado, pero los ojos de Madison se llenaron de lágrimas mientras una asfixiante sensación le aplastaba el pecho. Se sintió tan sola.

Mi salvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora