Capítulo 3 (La suerte siempre estará contigo)

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El teléfono sonó rompiendo el silencio de mi habitación. Habitación que está completamente oscura, pintando todo el vacío con el color negro, como siempre me gusta estar. Apenas eran las 2 de la madrugada, hora en la que lamayoría duerme y la gente del bajo mundo, al igual que yo, acaban de despertar. La pantalla del celular mostró un nombre familiar, nombre que al presentarse en este teléfono siempre es presagio de algún trabajo sucio, de algún mar de sangre, de algún desafortunado que encontrará la muerte en mis manos. (Anniel García).

Saqué de mis bolsillos, en la oscuridad que me arropaba, una caja de cigarrillos y un encendedor. Iluminé con aquel mechero todo mi cuarto, toda mi cara, pero sólo por un instante. Guardé todo en mis pantalones mientras llenaba con aquel humotodo mi pecho, para después, dejarlo salir a inundar toda esta habitación con una nube gris; donde sólo se veía el brillo de la pantalla de mi teléfono y una luciérnaga de fuego colgando en mi boca.

Tomé aquella peculiar llamada sin pronunciar ningún saludo.

_Te tengo un encargo. Dijo una voz conocida del otro lado del teléfono.

_ ¿Dequé se trata esta vez? respondí mientras me recostaba en la cama y daba otra fumada.

_Necesito que saques del camino al Negro Gómez.

_Mmmm.

Ese trabajo será más caro que el último.

_Te pagaré el doble, pero necesito que sea para esta noche.

_ ¡¿Para esta noche?¡

Será muy difícilporque no sédóndeestá. Además, perdería mucho tiempo en rastrearlo.

_ En este preciso momento él está en el Casino Napolitano.

_Me queda cerca.

¿Cuándo paso a buscar mi dinero?

_ Pasa a buscarlo a mi oficina mañana a primera hora.

_Cuenta con eso. El pago tiene que ser en efectivo, como siempre.

Fue lo último que dije antes de colgar la llamada.

Levanté mis doscientas cuarenta y ocho libras de la cama. Encendí el bombillo de la habitación. Busqué detrás del cuadro de una mujer africana una caja donde guardo a Rebeca. Rebeca es mi Smith & Wesson modelo 10 que me acompaña desde los dieciséis en las noches de trabajo sucio.

Verifiquéla masa del arma y sólo tenía dos balas, así que la completécon las cuatro que hacían falta. Por lo general, siempre uso cuatro disparos para garantizar mi encargo.

Coloqué el arma en mi cintura, terminé de fumarme mi cigarro y me marché; pues el tiempo apremia y la labor me espera.

Tomé un taxi rumbo al Casino Napolitano en busca de mi hombre. El negro Gómez sería fácil de ubicar. Siempre está llamando la atención fanfarroneando de su suerte en el juego y en los negocios.

Una algarabía sacudía el casino en el lado de las mesas de las Ruletas. Era él festejando una buena jugada. Me acerqué hacia aquella mesa rodeada de apostadores impedernidos que buscaban recuperar todo lo que aquel negro de apellido Gómez les había ganado en ese juego. Mujeres de la vida alegre también rodeaban aquella mesa, pues en este mundo de trampas y apuestas, en donde hay dinero siempre habrán mujeres.

_¡Hagan sus apuesta!

Dijo el empleado del casino.

Voces de los contendientes gritaban discordes un número y un color, hasta que una única voz sobresalió de aquel bullicio. La del Negro Gómez diciendo:

_ Seis, negro.

Y metió todas sus fichas.

Todos permanecieron en silencio, incluso el que lanzaba la bola a la ruleta se quedó pasmado.

_Esta es mi última jugada. Agregó con más confianza aún Gómez mientras se sentaba airoso a esperar que comience la partida.

Yo me acerquéaúnmás a la mesa a mirar aquella jugada tan arriesgada de aquel presuntuoso negro.

La ruleta comenzó a dar vueltas y echaron aquella canica de color blanco, al igual que la suerte, adentro de la ruleta. La bolasurcó todos los números sin definirse por ninguno. El tablero de juego estaba lleno, era un todo o nada. La canica se detuvo en la casilla del seis, negro durante unos segundos. Gómez celebró por un instante, pero antes de terminar de girar la ruleta, la bola salió de su número y cayó en otro.

_ ¡Sí!

Dijo un recién llegado a la mesa agitando los brazos con gran alegría y sonriendo emocionado por su buena fortuna.

EL negro Gómez quedó en silencio por unos segundos. Se levantóde su asiento y antes de marcharse dijo:

_Mi madre una vez me contó que la suerte siempre estará conmigo hasta el día de mi muerte. Siempre creí en esas palabras de mi vieja, pero hoy, al parecer, la suerte me abandonó; más todavía estoy vivo.

Y volvió a reír a carcajadas como siempre lo hace.

Yo le seguí, con ambas manos metidas en el bolsillo, hasta el estacionamiento. Habían cámaras por doquier, pero no había nadie en el lugar. Cubrí mi rostro lo más que pude con mi mano, disimulando que estaba rascándome la frente mientras que mi victima entraba a su auto.

Me acerqué a su ventanilla sin que se diera cuenta, y antes de que encendiera el vehículo, saqué a Rebeca y la obligué a que le lanzara cuatro de sus mortales besos.

Cuatro disparos, como siempre, son suficientes para garantizar la muerte de alguien. Corrieron las balas como un rayo caído del cielo, corrieronlos ríos de sangre dentro de aquel auto parqueado en el casino, corrieron mis pies con prontitud hacia la fuga como cada vez que Rebeca clama a la muerte.

Sólo que daba llegar a casa, encender otro cigarro, guardar a Rebeca y encerrarme en mi cuarto a oscuras. Pintando todo el vacío con el color negro, con aquella oscuridad donde siempre me gusta estar.


NURU (El amo de la suerte).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora