Capítulo 18 (Ya sabes lo que tienes que hacer)

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Un hombre alto y fornido irrumpió en una casa aquí en la comunidad de Villa Mella. Llevaba consigo una bolsa de plástico y un arma. Tocó la puerta e inmediatamente abrieron empezó su venganza. Golpeó con su arma la frente de una jovencita que abrió la puerta, dejándola inconsciente de inmediato. Dentro de la casa un niño gritaba asustado:

— ¡Auxilio!

Pero al parecer nadie pudo escucharlo. El asesino cerró la puerta y se dirigió a atacar al niño. El pequeño salió huyendo y se escondió en la habitación de sus padres. Apenas podía respirar por lo asustado que estaba. El corazón golpeaba con fuerza su pecho haciéndolo temblar. Aquel delincuente dejó la bolsa de plástico que traía tirada en la sala. El niño  se metió debajo de la cama de sus padres velozmente. Tapó su boca para no hacer ningún ruido y se quedó oculto entre la oscuridad y el silencio de ese lugar.

De repente, unos pasos se escucharon entrar al cuarto. Aquellas pisadas se dirigieron hacia el closet. Aquel extraño abrió el armario, pero no encontró nada. Tomó de el closet uno de los cinturones que colgaban al lado de las corbatas y lo amarró en su mano derecha.  Se dio la vuelta y caminó hasta la cama. Al lado de la cama había una lámpara encima de un pequeño estante. Tomó la lámpara y, con una fuerza descomunal, la arrojó hacia el suelo. El niño se espantó y gritó asustado debajo de la cama. Su escondite se había revelado.

Aquel intruso bajó su cabeza y vio al niño en posición fetal debajo de la cama. Metió uno de sus gigantescos brazos y sujeto al niño por una pierna. El niño comenzó a sacudirse intentando zafarse de aquella enorme mano que lo arrastraba hacia fuera de la cama, pero era inútil.

El hombre logró sacar al niño. En ese instante, ambos chocaron miradas. El niño vio aquellos ojos amarillentos y se quedó paralizada. Aquellos ojos pertenecían una persona que él ya conocía. A una mujer de color negro, pero no cualquier negro, sino del negro más oscuro que ojos hayan visto.

El hombre lo tomó por el cuello y lo levantó del piso. Luego, enredó la correa que tenía en su otra mano en el cuello del niño y comenzó a estrangularlo. —Qué acto más vil, matar a un niño inocente—.

La cara del niño comenzaba a cambiar de color, sin duda, su muerte era inevitable. De repente, una enorme culebra roja con negro comenzó a salir de adentro de la camisa de aquel asesino. Se desplazó por todo su brazo hasta llegar a la cara del niño. Sacó su dividida lengua y lamió el rostro del pequeño. Luego, giró su cabeza y miró los ojos de aquel asesino, como si estuviera diciéndole algo.

—Tienes razón—dijo aquel gigante mientras dejaba de ahorcar al pequeño.

Evel quedo sin fuerzas. Mareado. Apenas podía permanecer en pie. La culebra recorrió el cuerpo del niño hasta llegar al suelo y luego, se marchó hasta la sala. Aquel hombre colocó el cinturón en el cuello del niño, como se coloca un collar a un perro, y comenzó a arrastrarlo siguiendo a la culebra.  

Aquel reptil  serpenteó hasta donde se encontraba la jovencita tirada en el piso, cerca de la puerta principal. Rodeó su cuerpo en una especie de círculo y espero hasta que el Goliat de ojos amarillentos llegara. Cuando el asesino llegó a donde estaba la serpiente lanzó al niño al suelo violentamente y lo dejo allí.  La culebra alzó su cabeza y volvió a mirar los ojos del asesino.

—Sabes que me queda poco tiempo en este cuerpo—dijo aquel hombre mientras sus ojos se centraban en aquel reptil rojo con negro.

Quizás menos de una hora.  

La culebra agachó la cabeza y se desplazó por encima del cuerpo de la jovencita. El coloso caminó hacia la mujer tirada en el suelo y la sostuvo por los hombros. Comenzó a sacudirla intentando que recuperara el conocimiento.

NURU (El amo de la suerte).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora