Capítulo 13 (¡Auxilio!)

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La noche trae presagios de muerte en la fría brisa que recorre la comunidad de villa mella. El sonido de un cuerpo cayendo en el suelo, dentro de una vieja casa, es lo único que perturba el silencio de este lugar, de la capital de las flores. Alguien se desangraba en el piso. Sus muñecas tenían cortes sobre sus venas. Un cuchillo resplandecía en el suelo lleno de sangre. El ángel de la muerte merodeaba el lugar en busca de otra alma.

Un hombre alto y fornido, de grandes ojeras, estaba parado al lado de aquel cuerpo. Era una anciana de color negro, pero no cualquier negro, sino del negro más oscuro que ojos hayan visto. Sus ojos sin vida permanecían abiertos mirando al vacío. Rebeca, aún permanecía colgada en la cintura de ese hombre. No tuvo que usarla esta vez.

Aquel gigante sacó de su bolsillo una bolsa. Luego, recogió un muñeco de paja que había en el suelo, al lado del cadáver, y lo arrojó dentro de la bolsa. "Una evidencia de que su trabajo ya estaba hecho".

Se puse de pies y caminó hacia la puerta, con intensiones de marcharse. Antes de llegar a la salida había un gran espejo. Se detuvo un momento a mirar su reflejo. Su camisa estaba rota. Su cara estaba cubierta con una gran máscara de madera. Aquella máscara poseía un enorme cuerno en el centro de la frente que se encorvaba hacia atrás. Se quitó la máscara y leyó un nombre que tenía inscrito. "Bambara".

Luego, miró su rostro en el espejo. Tocó su cara, como si fuera la primera vez que la miraba. Sus ojos estaban tan amarillentos que daban miedo. Arrojó la máscara hacia donde estaba el cuerpo de la anciana y se dispuso a abrir la puerta.

En ese momento, el cielo comenzó a nublarse. Un relámpago apareció de repente iluminando aquel rostro que parecía poseído por algún ser maligno. El hombre se detuvo en la puerta y sintió algo frío y baboso, recorriendo su espalda por dentro de su camisa, pero no se inmutó. Apretó la bolsa de plástico que aún tenía en sus manos y sonrió.

-Ahora te daré donde más te duele-susurró aquel Goliat al viento.

La puerta comenzó a cerrarse lentamente dejando al hombre fuera de la escena del crimen. Otra víctima más en su larga lista de asesinatos. Otra noche más en que sus ojos ven como la muerta festeja al llevarse otra alma.

El hombre comenzó a caminar con inesperada calma. Aún le quedaba hacer una última visita; en donde espera que Rebeca lance sus cuatros mortales besos, como es su costumbre.

-Si el tiempo no me alcanza quiero que cumplas mi voluntad-dijo aquel hombre al vacío mientras tocaba su nuca.

La noche estaba joven. Apenas eran las 8:25 p.m. La gente transitaba aún con normalidad. El gigante de ojos amarillentos se desplazaba en silencia entre la multitud. Tenía un último encargo que cumplir. Una vida más por arrebatar.

Después de unos minutos caminando, llegó a una casa. Su fachada hablaba muy bien de la riqueza de los dueños. En la parte superior de la puerta había un apellido escrito con letras de acero pintadas de color dorado. "García".

Se acercó a la puerta y tocó el timbre. Se escucharon unos pasos acercarse. Aquel asesino sacó a Rebeca de su cintura y volvió a tocar con más urgencia.

- ¡Ya voy!

¡Ya voy!

Respondió una voz femenina desde el interior de la casa.

La puerta se abrió lentamente y antes de que aquella mujer viera la cara de quien tocaba la puerta recibió un fuerte golpe en la cabeza con la empuñadora de Rebeca. Dejándola tendida en el piso, con el rostro ensangrentado.

Aquel hombre alto y fornido, de grandes ojeras y de ojos amarillentos, entró a la casa con intensiones de dar muerte a quien se cruce en su camino.

Lo último que se escuchó fue el sonido de una puerta cerrándose y el grito de un niño diciendo:

- ¡Auxilio!

NURU (El amo de la suerte).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora