Capítulo 16 (¿Quién te pagó para hacerlo?)

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La noche apareció como aparecen los rufianes en la oscuridad. Villa Mella luce agitada por rumores de muerte en un tal Casino Napolitano. Un hombre alto y fornido, con grandes ojeras y mirada de asesino, caminaba por la calle Juany Margot vestido de negro. Una Smith and Wesson modelo 10, colgaba de su cintura, lista para arrebatar otra vida. Él la apodaba Rebeca, como aquella desgraciada que marcó su vida.

Sus pasos lo llevaban hacia una humilde casita donde vive una anciana. Era su último encargo de este febrero de negritud que atraviesa la capital de Las Flores.

- ¡Quiero que mates a esa maldita vieja!

Esas palabras son lo único que se repite en su cabeza.

La orden estaba dada. El pago ya estaba hecho. Y el sicario, ya había llegado a la vivienda de su próxima víctima. - Madre e hijo, encontrarían la muerte en las manos del mismo hombre-.

Aquel gigante se detuvo frente a la puerta de la casucha. Miró hacia ambos lados de la calle por precaución. A lo lejos, vio una pareja que caminaba en la misma dirección en la que él estaba. Entonces, sacó su celular y fingió que estaba hablando por teléfono. Aguardó a que siguieran su camino y se perdieran en la distancia. Luego, sacó a Rebeca de su cintura y con la mano que tenía libre intentó empujar la puerta.

- ¡Está abierta!

Se dijo mentalmente a sí mismo.

Abrió la puerta con sigilo y entró, como entran los leones en la maleza en busca de su presa. Miró desde donde estaba y no vio a nadie. Cerró la puerta con seguro sin provocar ningún ruido. Una sonrisa maquiavélica se dibujó en su rostro. -De seguro un alma partirá para el infierno esta noche-.

Todo estaba en silencio. De repente, se escuchó a alguien caminar en la habitación. El Goliat de enormes ojeras apuntó a Rebeca en esa dirección. Caminó con cautela hasta el viejo sofá que había en la sala y se sentó. La señora sintió algo extraño en la casa y caminó hasta la sala para ver que era. -Inocente anciana que camina como cordero al matadero-.

Aquel hombre, se acomodó en el mueble a esperar que la señora apareciera. Recostó a Rebeca sobre el brazo del sofá, para que no se impaciente, y volvió a sonreír.

Sólo se escuchaban los pasos de una anciana de color negro, pero no cualquier negro, sino del negro más oscuro que ojos hayan visto; caminando hacia su final.

De repente, unas escamas brillantes salieron del rincón más oscuro de la casa. Era una enorme culebra de color rojo con negro. Se desplazó con rapidez hacia el mueble sin provocar ningún sonido. Subió al sofá donde estaba aquel asesino sin que se notara su presencia.

En un instante, se enredó en el cuello y en el brazo de aquel intruso. El hombre intentó zafarse de aquel abrazo tan fuerte que anudaba su cuello al igual que la mano en la que cargaba a Rebeca. La cara de aquel gigante comenzaba a tornarse roja, sus ojos se abultaron al igual que las venas que se marcaban en su frente. -Aquel que entró a dar muerte recibiría ese mismo castigo-.

- ¿Quién eres?

Preguntó la anciana al llegar al sofá donde estaba aquel extraño.

EL hombre se negó a responder y siguió en su intento de liberarse de la endemoniada culebra.

- Nigiri no es una culebra cualquiera-dijo la anciana mientras se alejaba a la cocina.

Ella lee mis pensamientos porque es parte de mí. Ella matará a todo aquel que intente hacerme daño.

La serpiente movió la mano en la que, el casi vencido, asesino tenía su arma. Obligándolo a colocársela en su sien. Aquel hombre se esforzaba por retirar el arma de su cabeza, pero no podía hacerlo. Sus fuerzas estaban desapareciendo poco a poco.

La señora volvió de la cocina con un frasco extraño en sus manos. Se acercó a aquel enorme hombre que estaba sin fuerzas y casi ahogado en su sofá. Miró sus ojos fijamente por unos segundos y le dijo:

-En tus ojos veo muerte y mucha tristeza.

¿Qué haces en mi casa?

Pero el titán de grandes ojeras se negó a responder otra vez. La serpiente mostró su cabeza y se quedó mirando los ojos amarillentos de aquella anciana, como si le estuviera pidiendo permiso para matarlo. La anciana acarició a la culebra y luego dijo:

-No te impacientes Nigiri. Ya sé cómo hacerlo hablar.

Entonces, la señora destapó el frasco que trajo de la cocina. Sacó de su interior un polvo extraño de color blanco. Lo colocó en la palma de su mano y con un pequeño soplo, lo roció en la cara del asesino.

Luego, pronunció unas palabras en un lenguaje extraño y entonces, aquel hombre alto y fornido entró en una especia de trance. La culebra lo liberó de su demoledor abrazo y lo dejó a merced de la anciana.

- ¿Quién eres?

Preguntó la señora en tono misterioso.

-Nathanael-contestó como si su voz no tuviera vida.

- ¿A qué has venido a mi casa?

-He venido a matarla.

- ¿Por qué?

Cuestionó asombrada.

-Me pagaron para eso.

- ¿Quién te pagó para matarme?

-Anniel García.

La señora se enojó al escuchar ese maldito nombre. Recordó aquella sonrisa burlona que puso García cuando le preguntó si tenía que ver con la muerte de Nuru.

- ¿Anniel fue quién mató al negro Gómez?

Preguntó la anciana para intentar resolver el misterio

- No.

La mujer no podía creerlo. Estaba casi segura de que García tenía algo que ver con la muerte de su hijo. Se quedó en silencio unos segundos mientras analizaba el asunto. Luego, preguntó:

- ¿Sabes quién mató al negro Gómez?

- Sí lo sé.

- ¿Quién lo mató?

Cuestionó intrigada.

-Yo lo maté-contestó con la misma frialdad de todas sus respuestas.

La serpiente sintió la ira de su dueña y volvió a enredarse en aquel hombre, lista para terminar con su vida. La anciana golpeó con toda sus fuerzas el rostro de aquella momia humana, pero sus reacciones estaban congeladas. Sólo estaba ahí, vivo pero sin vida. La anciana lo sujeto por el cuello mientras que la culebra comenzaba a apretarlo con más y más fuerza.

- ¡¿Porque lo mataste?!

Preguntó enfurecida la anciana.

- Me pagaron para hacerlo-respondió sin ningún tipo de emociones aquel hombre.

La señora se calmó un poco y luego cuestionó.

- ¿Quién te pagó para hacerlo?

-Anniel García-dijo el zombi que está rodeado por la culebra.

La señora soltó el cuello de aquel hombre mientras su mirada se nublaba por la rabia. Se alejó de él y se fue a su cuarto. En su habitación buscó una máscara de madera, que tenía un enorme cuerno en la frente, y una especie de tiza. La llevó hacia la sala, donde estaba Nigiri apretándolo con más fuerza. El hombre aún estaba en aquel extraño trance sin volver en sí. La señora se acercó a él y le colocó la extraña máscara. Luego, con un enorme rencor en sus palabras, dijo:

-Aún que tenga que perder mi propia vida. Todos los que tuvieron que ver con la muerte de Nuru, morirán.

NURU (El amo de la suerte).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora