Capítulo IV

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JiMin había guardado con recelo el libro en su mochila y había salido del Talamasca con una ansiedad hirviente en su interior, después de aquella platica con TaeHyung su hambre de saber más sobre aquel vampiro le estaba consumiendo, caminaba ansioso  por las calles de la ciudad deseoso por llegar a su casa y comenzar a leer aquel diario, esto era lo más cercano que podía estar de Agust D, tenía en su mochila la vida de aquel vampiro y más que solo eso, secretos, información, relatos e historia de aquellos seres de la noche, era una joya para los investigadores de lo paranormal y él tendría el honor de leerlo.

La noche había caído en Seúl, JiMin al fin había llegado a su hogar y apresurado entró  al edificio y corrió escaleras arriba hacía su pequeño departamento y de forma torpe sacó las llaves de la puerta  sin poder atinar a la cerradura hasta la tercera vez lanzando quejidos y bufidos de desesperación en el proceso,  cuando al fin logró atinar, abrió la puerta e ingresó al lugar  cerrando tras de sí de inmediato, dejó sus llaves sobre un estante, corrió hacia su escritorio y bajó el cierre de su mochila sacando aquel viejo libro sentándose de inmediato sintiendo la ansiedad en todo su ser, prendió el foco de su lampara y observó aquella portada de pasta dura con relieves de oro puro el cual ya lucia manchado y deteriorado por el tiempo, más sin embargo seguía mirándose hermoso, era un objeto frágil, siglos habían pasado sobre él y estaba consciente de lo cuidadoso que debía ser, inhalo profundo conteniendo la emoción y levantó la tapa pasando un par de hojas percudidas y arrugadas sin tinta alguna hasta llegar a la tercera, en voz alta dio lectura a la leyenda plasmada en una preciosa caligrafía.

“Yo soy el vampiro  Agust D”.

<<Era el invierno de 1788 y fui  llevado a una isla del mediterráneo por el hombre que me hizo, si es que se le puede llamar hombre…>>

El cuerpo inconsciente de un hombre se encontraba arrojado sobre una enorme cama con finas sabanas de seda, su respiración era  lenta y débil, su pecho subía y bajaba tan inconstante e irregular que bien podría tomarse por  muerto pero aún su corazón latía lo suficiente para mantenerlo con vida, afuera se libraba una tormenta tempestuosa, el rugir de las olas, el gruñido de los truenos y las luces fugaces de los relámpagos iluminaban la isla en la que se hallaba, la piel de aquel joven era pálida, en demasía, pero no era el pálido lechoso y aperlado, casi porcelana, que caracterizaba su piel antes de que esto le sucediese, no, su piel era de un tono grisáceo, parecido al color al que se torna la piel de un enfermo de peste o escarlatina, sus labios eran grises de igual manera, grandes ojeras rojizas se teñían bajo sus ojos y su cabello había perdido la vivacidad que poseía,  tan solo portaba una camisa de lino con olanes en el cuello y un pantalón fino de chándal, estaba descalzó y sus joyas se habían perdido en el altercado, no sabía cuánto tiempo llevaba allí tirado pero estaba logrando recobrar la consciencia, el sonido de un fuerte trueno logró sacarlo por completo de su sopor y asustado abrió los ojos colocándose de inmediato nervioso al no reconocer en donde se encontraba, intentó pararse pero aquel esfuerzo le provocó una fuerte tos que le obligó a tomar con su mano  su garganta y masajearla en busca de poder calmar aquel ataque y respirar mejor, con lentitud intentó parase apoyándose con su mano libre en el mullido colchón y observó la peculiar habitación en la que se hallaba, apretó los ojos, se sentía demasiado débil y su vista estaba nublada, no recordaba absolutamente nada pero no tenía tiempo para ocuparse de ello, sabía que no era bueno estar allí y que debía huir de inmediato.

Sosteniéndose de los pilares que rodeaban la cama se puso de pie y trató de caminar apoyándose de los muebles que encontraba a su paso, sobre una silla halló su fina casaca de color azul marino, la tomó intentando colocársela cuando algo llamó su atención, un lienzo que se encontraba sobre un caballete de madera,  se acercó para reconocer al hombre que se encontraba retratado al oleo ya que le era demasiado familiar, era él  y portaba las mismas prendas con las que se encontraba en ese momento, se alertó y caminó hacia  atrás abrazándose a si mismo por lo débil y confundido que se sentía, no entendía qué sucedía y el porqué se encontraba allí, ¿Quién lo había retratado?, ¿Debía haber estado inconsciente demasiado tiempo como para que aquella persona pudiese pintarlo con tal detalle, apretó los ojos y un relámpago resonó furioso dejando ver con su luz, la silueta de un hombre al filo del balcón, justo a sus espaldas.

Agust D. El Vampiro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora