El final del comienzo.

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Así estaban los papeles.
El amante tierno y compasivo: Draco Malfoy
El atractivo y famoso conquistador: Harry Potter
Y claro, la bella protagonista: Ronald Weasley
¿En que momento todo se había vuelto tan dramático?


Draco Malfoy no podía creer su situación. En algún punto su cariño por Potter había desaparecido y solo quedaba su casi obsesión por el pelirrojo.El aún se mantenía a lado de Ron pero no sabía cuánto duraría esto. Y por otro lado, no podía mirarse al espejo. Había separado al trío de oro, había echo que se odiaran. ¿En que momento?











El baile era este fin de semana. Draco Malfoy y Harry Potter se estaban volviendo locos, cada día que pasaban se sentían más obsesionados con el pelirrojo. Y Ron se sentía igual.
El rubio se acercó a Ron.
-Weasley.-
-¿Jamás vas a dejar de llamarme así?- dijo a modo de respuesta.
-Debes acompañarme, Ron. Te enseñaré a bailar.-








Algunas horas después en una habitación encantada por el rubio, la música inundaba el lugar.
El rubio hizo una mueca de dolor.
-En los últimos cinco minutos me has pisado diez veces. Algunos lo llamarían "un desastre" pero yo lo llamo "progreso".- dijo al tiempo que se alejaba del pelirrojo y se sentaba.
-Lo siento mucho Malfoy. Pero de verdad bailar no es lo mío.-
El rubio le sonrió.
-No te desesperes Ron. Esto lleva tiempo.-
El pelirrojo correspondió la sonrisa.
-Gracias. Por todo lo que me has enseñado. Y por todo lo que has echo por mi.- hablo el Weasley.
El ojigris lo miró con detenimiento.
-No. He aprendido más yo que tú eso lo puedo jurar.- el patriarca Malfoy se levanta y se acerca a Ron. -Yo te enseñe etiqueta, modales y formas de estudiar. Cualquiera podría habértelo enseñado y tal vez mejor que yo. Pero tú me mostraste lo cruel que puedo llegar a ser y la idea no me agrada. Me enseñaste que ser egoísta y superficial no es la solución o al menos no siempre.-
El lugar quedó en silencio. Nadie sabía que decir.
El rubio, con el corazón en las manos y sin el valor de mirar al pelirrojo a los ojos, le da la espalda.
-Y es por eso que esto tiene que acabar.-
El gesto de Ron se descompuso.
-Todo el mundo es infeliz. Potter enloqueció y tú estás peleado con tu familia. Debo aprender a pensar en los demás y para que todo vuelva a la normalidad, ustedes deben volver a ser los mejores amigos y yo debo ser el malo de la historia.-
Ron negó con la cabeza.
-No puedes hacerme esto...no quiero que te vayas.-
-Lo siento pero no está a discusión. Yo mismo hablaré con Potter y me encargare de Skeeter y de Papá.-
Dicho esto, el rubio se dio la vuelta. Sin embargo, una mano lo sujetó de la muñeca impidiendo que se fuera.
-Si quieres que me vaya y que finja que esto nunca paso, está bien, lo haré. Me iré, hablaré con Harry y con Hermione y luego cuando te vea fingiré que te odio por sobre todo, como era antes. Pero primero necesito hacer algo.-

Jalo al Slytherin hacia él y lo miró directo a los ojos. Con delicadeza hizo que giraran para quedar más cerca de la puerta que el ojigris.
-Cierra los ojos.-
Ante la intensidad del pelirrojo, el rubio no tuvo más que obedecer. Con un firme movimiento, Ronald Weasley besó a Draco Malfoy.

La mano derecha del pelirrojo sostenía la mano izquierda de su acompañante. La izquierda acarició las pálidas mejillas del rubio con delicadeza, luego subió a su cabello y tiro suavemente de el. Disfruto de la textura, era suave y perfecto.

Por su parte, el rubio no tenía mente para nada que no fueran los suaves labios del Gryffindor. Aplicaban algo de presión pero al mismo tiempo eran cuidadosos, simplemente lo acariciaban a un ritmo que lo volvía loco. Cuando una mano tiro de su cabello, el rubio abrió ligeramente la boca y entonces ambos alientos se combinaron. Todos los problemas desaparecieron; las casas, la sangre, los bandos, todo. Nada importaba, nada más que aquel pelirrojo de bellos ojos y manos firmes. Él seguía sin soltar su mano izquierda, así que uso la derecha para aferrarse al cuello de su acompañante. El rubio se aventuró a irrumpir la boca del contrario con su lengua y el otro respondió. Todo se transformó en una bella danza en la que se amaban y desprendían al mismo tiempo.
Disfrutaron de la sensación unos minutos, que parecieron horas.
Luego con la misma simpleza con la que empezó, acabó. Los labios del pelirrojo abandonaron los del rubio, la presión en la nuca y el agarre de la mano desaparecieron.
El pelirrojo dio la vuelta para nunca volver, dejando a Draco Malfoy arrepentido de haber aceptado en primer lugar.

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