Capítulo 26: The blue eyes Pt. 4

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Sam:

Hoy se cumplían un mes y tres días desde que comenzaron las clases… Hoy se cumplían cinco años desde que ella nos dejo. Mi despertador sonó a las ocho y siete de la mañana.

-¡Hija, levántate! – gritó mi madre desde el umbral de la puerta. Se acercó a mi cama y me sacudió. Me di vuelta y miré el reloj de mi cómoda. 8:07 a.m.

-Es temprano – me quejé.

- Vamos, que tenemos que pasar por lo de Marisa.

Me levanté y me coloqué unos jeans, con una blusa blanca a juego y unas botas negras. Baje las escaleras y entré en la cocina. Me preparé un café con dos cucharadas de azúcar y un poco de leche. La casa estaba silenciosa. Greta tenía el día libre y  mi papá hacía algo lejos de mi. Me senté en la mesa y miré la taza de café. El vapor se desprendía de la superficie marrón, el olor tan conocido inundaba el ambiente. Miré a mí alrededor. En frente mío se encontraban las estanterías, donde había un sinfín de objetos. Pero uno solo era importante. Una taza blanca, con detalles en negro y una palabra escrita en roja, love.

- ¿Qué tomas hija? – preguntó mi mamá. Yo me paré al lado suyo y tomé nuestras tazas. La mía era negra y tenía un signo de infinito en rojo a un costado. La suya era blanca, con detalles en negro y una palabra escrita en roja, love.

- ¿Qué tomas, mamá? – pregunté sonriendo. Ella rió.

- Un té de manzanilla con una cucharada de miel, bien caliente – dijo.

- Un café con dos cucharadas de azúcar y un poco de leche, bien caliente – dije.

Ambas reímos. Ella preparó el mío y yo el suyo, como todas las mañanas. Me subí a la mesada y agarré la miel y un paquete de galletas con chips de chocolate y otro de galletas de chocolate. Terminé de preparar el té, y nos sentamos juntas a desayunar.

Terminé de desayunar y lavé la taza. Luego tomé mis llaves y salí de la casa. Me subí a mi moto y comencé a manejar.

Cuando terminamos de desayunar, mamá lavó los platos y yo los sequé. Salimos de la casa y nos subimos a su auto. Pusimos la canción de The Beatles “Hey Jude”. Comenzamos a cantarla hasta llegar a la casa de Marisa. Baje corriendo del auto y toqué el timbre de la casa de Mar. A los minutos, una señora alta, de pelo rizado y rojo me abrió la puerta. Era Tiffany, la madre de Marisa.

- Pasa, corazón – me dijo.

Corrí por los pasillos y subí la escalera, pera finalmente encontrarme con la puerta blanca que tenía un cartel con el nombre de Mar en él. Toqué y luego de escuchar un “pase” abrí la puerta. Me tiré en la cama al lado de Mar.

- Es muy temprano – se quejo ella.

- Ya lo sé – ambas nos reímos.

Paré mi moto frente a la casa de dos pisos, con un tejado anaranjado y un jardín delantero donde había un duende esperando la llegada de alguien. Miré cada centímetro de la casa y repasé lo que había hecho ese día allí. Recordé cuando me tiré sobre la cama de Marisa, y nos quejamos de que era temprano. Cuando luego leímos unas revista y contamos anécdotas. Siempre riendo. Una sonrisa involuntaria se formó en mis labios. Todo era ahora un simple recuerde de ese día.

Miré hacía la ventana de la habitación de Marisa, y ahí estaba, con su remera del equipo de baloncesto favorito y uno shorts rojos. Tenía una taza en la mano, que no pude divisar del todo, pero ya sabía exactamente como era. Era igual a la mía, solo que blanca con el signo de infinito en negro. Noté una leve sonrisa, luego asintió. Ella había vuelto a faltar este día, por la misma razón que yo.

Two faces |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora