LOS SIETE PECADOS CAPITALES I

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Dilatadas confesiones entre cielo y Tierra
en las vertientes del pecado chorreante de arena
y tan cosidos sus delirios con ceniza seca.

El tiempo de arena se retuerce

en el pecho, mientras se crean
los atardeceres de la sombra,
y los escalofríos del fuego.
Y el azar juega con nuestro pecho,
y a tanta creación, solo le rezamos
a Dios su perdón.

Mientras los cielos, con las entrañas en pena
ante la locura del espejismo de la salvación,
mandan a sus arcángeles para anunciar
a los bienaventurados de corazón:
"Cave, cave, Dominus vídet".

Y a pesar, con una melodía lenta
la hiena del diablo
con su cola de sirena
por víbora negra;
tan deshecha y tan perfecta,
tan desolada como las urracas
a mansalva de pecados;
grita, balbucea, pero solo repta
a la cima del desdichado diablo.

Y, mientras tanto:
angelito, angelito caído que
sucumbes a la rabia del destino:
Te apartas, pero qué pena,
que muerdes la impureza
con tanta rabia seca.
Y el pecado corre por tus
lastimadas vértebras,
te devora las alas, y luego,
impregna de ira tu lengua.

Angelito, angelito desilusionado
de mordiscos color luz,
tú que caíste por el pecado
original, arranca tus pergaminos
de la Sagrada Biblia de la piedad,
que tu castigo se eterniza
en los círculos de Satanás.

LOS SIETE PECADOS CAPITALES. ©Elena Díaz G. (poesía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora