Más quien yace con arrestos
de matar en vida
por la batalla de lo carnal
y la antítesis del deseo,
es el terrible criminal,
que atormentan
los cielos con su cola negra.
Pero quién condena
a la víctima de haber
sido carne de bestias,
se convierte en el cómplice
de la consumición de almas,
a causa del deseo
eterno de arder en fuego.
Y el vendedor en el mercado
de la trata de cuerpos,
tendrá la mayor condena
en el infierno, por casarse
con el dolor ajeno.Mientras predican
con la alegoría
de sus jinetes,
la potestad de la salvación eterna,
gimen sus claustros la escoria
de las tormentas achacadas
al infierno de monaguillos
risueños, que se bañan
con las lágrimas de Cristo.
Y Cristo llora, con su mensaje
apuñalado y predicado
por criminales.
Y así, alaban a la clemencia,
con sus ansias de tapar
a sus bestias.Más cantan los ángeles
a la voz del Papa
y de la Tierra rota:
"Te equivocas. Te equivocas.
Cuidado. Cuidado,
que Dios todo lo ve".Así, la lujuria sin la prudencia
de la castidad a los impulsos
de la oscuridad, que revientan
los corazones, aúlla la acidia.
ESTÁS LEYENDO
LOS SIETE PECADOS CAPITALES. ©Elena Díaz G. (poesía)
PoetryCuidado, cuidado, Dios lo ve. Cave, cave, Dominus vídet. Y en la batalla del infierno con la muerte de pretexto, silba el juicio de lo eterno. Infierno o gloria, esa es la cuestión. Y de los reinos de los cielos, haciéndoles frente a los príncipes d...