La espada, los Kamado y los demonios

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—Ah...— Haganezuka estaba mirando a una Yoko observando su Katana, esta era plateada y tenía tintado de verde alga la parte superior, degradando hasta abajo llegando a un color azul celeste —Creí que sería como la de tu tío, una espada roja como el sol... pero solo he visto una espada así, una vez...—

Yoko lo miro, dándole atención al hombre de la mascara naranja y el cabello negro, quien elevo la mirada al cielo observando las nubes en este, recobrando un recuerdo.

—Fue hace unos... veintitantos años... yo aún era joven y estaba en mi auge en la fabricación de armas... conocí a un hombre, tenía ojos rojos y una presencia intimidante, el obtuvo una puntuación esplendida en el monte Fujikasane, asesinando a la mitad de los demonios que estaban ahí, llegando a la meta en tres días, salvo a unos seis jóvenes que entraron en la selección, lastimosamente todos murieron— dijo mientras bajaba la vista a la espada de Yoko —No recuerdo el nombre del sujeto y mucho menos su apellido, solo recuerdo su espada, me habló de su aliento y que cualidades poseía, era el aliento efervescente, el aliento de la vida... sus respiraciones eran asombrosas, todas llevaban nombres de árboles... nunca olvidaré nuestra conversación, fue espléndida—

Yoko se quedó anonadada ¿Sería él? ¿El hombre que llevaba buscando desde que supo que era adoptada? Lo miro esperando una respuesta a tan gran pregunta.

—Murió por manos de varios demonios, diez en total, supongo que no logró defenderse y... rompió su espada... el murió por tener una hoja débil, sino seguiría vivo— Reclamó con odio, no hacia el, sino hacia si mismo —Ah, ya recordé el nombre... el era Hiro Sato... recuerdo también a su esposa, su nombre era igual al de la montaña de donde salen los minerales para las espadas... era...—

—Yoko— interrumpió ella mientras sostenía su espada cuidadosamente entre sus manos —Mi nombre es Yoko Sato—

Haganezuka se quedó mirando a la muchacha un segundo, algo impresionado, pero si, estaba en lo cierto ya que lo último que se supo de la mujer fue estar embarazada, y hace exactamente quince años ella murió tratando de salvar a su hija, la niña se creyó muerta... pero no.

Yoko solo miraba su espada como si fuera lo último que le quedaba de su antigua familia, suspiró con dolencia y luego miró al herrero.

—Haganezuka-San... Le agradezco por contarme todo esto... ¿Como puedo pagarle?— le preguntó mientras guardaba la espada en su funda.

—No es necesario— dijo el haciendo unas señas con sus manos para decir que no tenía importancia, pero Yoko negó.

—Prepararé un Guiso y...— fuiste interrumpida de la nada por un cuervo, era ese cuervo, el del hermoso plumaje y los ojos brillantes.

—¡Primer pedido! Caw ¡Tsuguko, Yoko Sunazuka! Ve a la ciudad del Noroeste, Caw— el ave se colocó sobre la cabeza de Yoko quien acercó su mano al cuervo quien se posó sobre esta, permitiendo que Yoko lo acercara a su cara —Chicas desaparecen, muchas chicas desaparecen... noche tras noches se van ¡Busca al demonio! ¡Mata al demonio!—

—Ah... mi primer demonio—

—Tsuguko Yoko ¡Debes prepararte! Caw, este es tu primer trabajo como asesina de demonios— decía el cuervo mientras revoloteaba de la mano de Yoko hasta el suelo.

—Mi prime trabajo ¡Genial! Haganezuka-San, muchas gracias por la espada ¡La usaré con cuidado, la cuidaré para no romperla!— dijo emocionada mientras se levantaba.

—La próxima vez que nos veamos... por favor, llámame Hotaru—

 por favor, llámame Hotaru—

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𖣔❫ཱི𝐘𝐨𝐤𝐨  ──[Kιmᥱtsᥙ ᥒo Yᥲιbᥲ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora