-Yoko...- escuchaba ella entre su inconsciencia la voz de Himejima, abrió los ojos y seguía mirando hacia Genya quien se encontraba tomando su mano a su lado, ella apretó suavemente al joven quien le dirigió la mirada.
-Yo-Yoko- sonrió suavemente aún con aquella forma de demonio, la chica, ya con sus heridas curadas se sentó como pudo, poniendo sobre el suelo aquellas maltratadas manos para poder ver a Genya a los ojos -Creí que iba a perderte, Yoko-
Tanto Himejima como Sanemi se sintieron algo incómodos, el se estaba poniendo meloso muy rápidamente, todo aquello seguramente acabaría en otra fallida confesión en el que ella le repetiría lo mismo de siempre, les dieron su espacio mientras revisaban los mapas que los cuervos les habían traído.
-Genya-Kun, no llores- le mostró una sonrisa leve al ver al muchacho tomar la mano que sostenía tan firmemente y colocarla sobre su frente avergonzado mientras lloraba.
-Es que... Yoko... no quería despedirme de ti, no aún- dijo mientras las manos de la albina limpiaban sus lágrimas -Yo... Y-Yo no he dejado de amarte, nunca, ni un segundo, no importa cuántas mujeres entren a mi vida... eres tú mi otra mitad, no necesito a nadie más que a ti-
-Genya...- ella hizo su gesto algo melancólico.
-Se que no quieres una relación, pero mis sentimientos por ti jamás van a detenerse yo...- fue interrumpido por la risa de la albina que lo dejo confundido, y con la boca abierta para seguir expresando su desconcierto.
-Genya-Kun, ya deja eso- rió -Y-Yo también te quiero, Genya-Kun-
-¿C-Como... pareja?- dijo sonrojado hasta las metras, mirando con ojos brillantes a la chica frente a él.
-Uh... eh...- Yoko se sonrojó levemente -¿Tal vez?-
Sanemi dio un brinco al escuchar el grito de su hermano menor, entró de nuevo a aquella sala vuelto un ogro y con su espada en mano, solo para ver a Genya abrazado de Yoko con la cara completamente roja de emoción y vergüenza.
-¿Que mier...?- Sanemi fue a preguntar que pasaba hasta que vio como Yoko acariciaba la cabeza de su hermanito menor, el sonrió vagamente al ver aquella escena, no pudo evitar recordar a su madre al ver aquel acto que ella le proporcionaba al menor.
-Genya-Kun, no llores por favor, ya te dije que te quiero- rió Yoko al sentir las lágrimas de Genya derramandose suavemente sobre su hombro, él sonrió, entre lágrimas mostró de sus labios una sonrisa dulce y llena de cariño.
-Lo siento... es que no sabes lo feliz que me siento ahora- fue lo único que dijo mientras se limpiaba las lágrimas de sobre los ojos con la manga de su uniforme, mostrando aún pequeñas perlas sobre sus ojos y mejillas rojizas por la emoción.
-Genya-Kun, tranquilo- ella sostuvo su rostro entre sus manos con suavidad, acariciando las mejillas del pelinegro con sus pulgares -Aún hay que matar a Muzan, podemos hacerlo, sin duda podemos-
Bamm.
Su espalda golpeó el suelo con fuerza, haciendo que botara sobre su propio cuerpo hasta quedar a unos metros de donde ellos peleaban, escupiendo sangre en el proceso de su caída, la peliblanca apretó la quijada mientras trataba de ponerse en pie, pero no podía, sus heridas iban a acabar por matarla si se seguía moviendo, tenía que cerrarlas. Aunque debiera prenderse entera en fuego.
El pelinegro se acercó a ella con preocupación, no estaba siendo útil en la batalla así que se dedicó a proteger a los Kakushi para que auxiliaran a los heridos... el silencio por un momento fue ensordecedor, Yoko abrió sus ojos para ver al pelinegro rogándole que se levantara, con la vista borrosa y el corazón entre los dedos se puso de pie con ayuda de su querido Genya, quien en un par de palabras de ánimo le dio fuerzas para regresar a combatir, no sin antes darle un pequeño vendaje superficial.
-Venga, vamos Yoko- trato de hacer que se moviera, viendo a su frente aquella desgarradora escena, Muzan tranquilamente parado, mirando en su dirección, rodeado de los cuerpos inmóviles de varios pilares... Sanemi estaba ahí, tirado, Genya sintió pánico, un pánico inmenso de ver que nadie hacía nada... no tenían oportunidad.
-Te di oportunidades, amor mío- le dijo el demonio a la joven peliblanca que jadeaba, apoyada al brazo de Genya quien retrocedía lentamente -Las desperdiciaste todas, pudimos haber sido inmortales... juntos-
Yoko solo le miraba con asco, apretando el brazo de Genya con ligero temor, la voz del demonio ahora era más frívola y desgarradora, esa aura abrumadora comenzó a atacarla, nunca lo había visto de esa manera.
-Creo que si mato a ese chico... tú finalmente me amarás ¿Cierto?- murmuró levemente, divagando, los ojos de Yoko se expandieron del terror, sintiendo el odio hirviendo dentro de ella, un odio intenso hacia el Kibutsuji que a paso lento se les acercaba, volvió a tomar la espada, gruñendo con fuerza, corriendo hacia Muzan en su desenfreno, viendo como aquellos tentáculos de hueso y vértebra trataban de envolverla.
-Mamá... papá... si muero por mi estupidez... perdónenme- se dijo su conciencia, cerró los ojos, extendió los brazos y desajustó el agarre en la espada, lista para caer en los brazos de la muerte... solo recibiendo los de Kibutsuji. El de cabello blanco abrazó a Yoko suave y cálidamente al tenerla allí entre sus brazos, Yoko se quedó quieta un segundo, más luego tajeteó el medio de Muzan, tratando de atravesarlo.
-¿Por qué no me puedes amar como yo te amo?- pregunto sin tener respuesta, solo recibiendo una estocada en el estómago por parte de la albina, que no dejaba de mover la espada de un lado a otro, deseando atravesarlo, cortarlo al medio.
-¡Porque eres la escoria más grande que existe en esta tierra!- gritó al fin ella, gimiendo leve al sentir como el demonio arañaba su espalda de manera descarada, como si le doliera realmente lo que ella decía con aquel odio ferviente -¡Te vas a pudrir en el infierno!-
Se escuchó el ruido de la espada terminar de cortar uno de los costados de Muzan, el demonio solo la miraba, no hacía movimientos en su contra, solo la veía con pesar en el Alma, Yoko no mostró emoción en su mirada y en el corazón de Muzan, en ese que estaba en su pecho... clavó su espada.
-Este dolor que sientes ahora... es el mismo que sentí cuando me arrebataste a mi familia- susurró a su oído, suavemente, haciendo al demonio temblar por esa voz gélida, más cuando su ira al fin se vio y alzo su mano contra la albina... un Rayo rojo fue lo único que se vio, un destello con olor a cenizas, Tanjiro estaba ahí, estaba ahí otra vez.
Yoko sonrió levemente, aflojando el agarre en su espada en ese momento, sintiendo como salía el acero del pecho de Muzan quien retrocedió unos pasos para evitar los ataques de Tanjiro, Yoko sintió que al fin podría hacer algo ahora que Tanjiro comenzó su conexión de posturas contra Muzan.
Cuando ella se puso en pie una vez más y volteó su mirada hacia Muzan su cuerpo fue atravesado por dos de aquellos finos tentáculos, quedando ella parada con aquellas dos extremidades en su pecho. Genya gritó su nombre, Kamado perdió su concentración al instante y la voz de Muzan sonó colo un susurro sobre su mente.
-Eres mía, solo mía, mi hermosa Yoko ~-
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𖣔❫ཱི𝐘𝐨𝐤𝐨 ──[Kιmᥱtsᥙ ᥒo Yᥲιbᥲ]
FanfictionHuérfana de padre y madre, una niña peculiar de ojos diferentes y cabellos color plata, poseedora de una Nichirinto desde su nacimiento, la segunda poseedora del aliento Ninetails, aprendiz del Pilar Kitsune. Esta chica emprenderá un viaje en busca...