Un ladrido despertó a Yooryeong, haciendo que se levantara a ver qué ocurría.
Al oír que tocaban su puerta, entendió y fue a abrir, apartando a Athos y a Atena.
—Buenos días, aquí tiene su correo.—Una joven la saludó, entregándole las cartas que de encontraban en su bolso.
—Muchas gracias.—Sonrió Yooryeong para luego cerrar la puerta.
Se giró, quedando de frente a su salón, viendo así esos cinco balines que reposaban en su parqué.
Las recogió y se encargó de tirarlas en la basura, queriendo que solamente haya sido un sueño.
Revisó su correo y había una carta del consejo.
Esta pedía la actualización de estado general de Yooryeong y una presentación a la sede de Seoul. Tomó su pluma y escribió afirmativamente en la carta, dejándola en la mesa para esperar a que la noche llegara.
El timbre sonó de nuevo, haciéndola voltear.
De seguro a la pobre chica se le había olvidado algo.
Abrió la puerta y no encontró a nadie. Sus perros salieron y empezaron a olfatear el piso, su mirada se clavó en el suelo, dándose cuenta de la paloma muerta con un lazo en su cuello.
Miró el animal, y horrorizada lo tomó para así adentrarse en su hogar. Se percató de un pequeño pergamino que estaba atado a su cuello, lo tomó y lo leyó.
"Nos vemos en la noche, neonata.
Kim Seokjin."
Ella frunció el ceño molesta, la habían llamado neonata.
"Este idiota piensa que me va a asustar" pensó burlesca.
La verdad es que si, ella estaba asustada pero no lo quería aceptar. Se negaba a volver a ser una chica vulnerable e indefensa y ahora más que nunca tendría que apañárselas sola.
Tapó a la paloma con unos trapos y la botó en la basura junto con su notita.
Se dirigió a su habitación y aplicó su protector solar en las zonas descubiertas de su cuerpo, y salió al balcón para poder airearse un poco.
—¡Vecina!—La sorprendió Jimin desde el otro balcón. Al parecer él había tenido la misma idea de Yooryeong.
—Park Jimin.—Sonrió la castaña.
—¿Salió a tomar el sol? Hace un día espléndido.
—Quería relajarme, mi mudanza no ha sido muy fácil.—Se sinceró. No había contado con nadie más desde que salió de Daegu.
—Te invito a comer, venga.—Jimin se adentró en su casa y dejó a Yooryeong sola.
Ella se paró de la silla y caminó hasta la puerta de entrada, y cuando la abrió vio a un alegre Jimin esperándola.
—¡Vamos!.
Jimin la arrastró hasta su hogar. Era un muy lindo y reluciente apartamento, que destacaba por sus moderno decorado.
—Todavía no he preparado el almuerzo—Park se rascó la cabeza, apenado—, ¿podrías ayudarme?
Choi Yooryeong accedió, aunque nunca en su vida se había visto en la necesidad de cocinar y no tenía la más remota idea.
Luego de una hora y un desorden en la cocina del muchacho, se sentaron a comer, orgullosos por cuan bonitos y deliciosos platos.
Aunque Choi Yooryeong nunca había sentido tal gusto por la comida, ese día quiso probarla para poder degustar lo que había hecho con sus propias manos.
—Que disfrutes la comida.
—Igualmente, Park Jimin.