12 (primera parte)

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Edith entró a su casa y vio a su madre sentada en el sofá del comedor.

- Hola mamá.

- Hola cielo.

Su madre se llamaba Nila, era rubia, tenía los ojos rasgados como ella y la nariz puntiaguda, unas notables pequitas cubrían todo su rostro. A Edith le encantaban, ella también las tenía, pero solo le salían cuando tomaba bastante el sol, y no eran tan abundantes ni notables como las de su madre.

Nila no tenía muy buena cara, parecía cansada.

- ¿Estás bien?

Le preguntó Edith a su madre dejando la mochila en el suelo y sentándose a su lado en el sofá.

- Me duele un poco la cabeza, pero creo que solo es migraña.

Dijo su madre sin darle mucha importancia. De repente a Edith se le pasó por la cabeza una idea, sin decir nada dejó la mochila en su habitación y fue a lavarse las manos al aseo, luego volvió al salón donde estaba su madre y se puso de cuclillas a su lado.

- Déjame probar una cosa, cierra los ojos y relájate.

La castaña cerró los ojos y puso sus manos sobre la frente de su madre con delicadeza.

Su madre le hizo caso, y se relajó respirando profundamente. Edith intentó trabajar con sus manos, como le había dicho Noah días antes, debía empezar a practicar con su don.

Trató de visualizar la sanación de su madre en su cabeza, y poco a poco las manos de la chica empezaron a desprender calor. Trató de concentrarse todo lo que pudo sin dejar de visualizar.

- Creo que estoy mejor...

Su madre parecía algo sorprendida, pero no demasiado, pues era una mujer espiritual y creía en esas cosas, pero este último año Edith la adelantó bastante espiritualmente. Estaba desarrollándose más rápido, pero por que también lo practicaba más, con sus prácticas de Yoga, de meditación, y toda la información que leía cada día sobre un montón de cosas, era un mundo infinito que no acababa nunca, pero su sed de curiosidad la impulsaba a ir más rápido.

Edith sonrió ligeramente, no sabía muy bien si su madre lo decía en serio, pero por lo menos lo había intentado.

Se fue a su habitación y sacó la pluma que se había encontrado en la montaña. La dejó en su pequeño altar budhista, junto al incienso, dos budhas de madera y los cristales que tanto le gustaban. No tenía muchos, solo tenía un par de cuarzos, pues esas piedras eran muy caras y no podía comprar tantas como le gustaría.

Pero le gustaba tenerlos en su pequeño altar y cargarlos de energía con cada luna llena, su pequeño ritual.

Finalmente se tumbó en la cama, estaba cansada, a penas había dormido la noche anterior y se habían despertado muy pronto para ir a la montaña. Recordó las palabras tan bonitas que Jarek le dijo a Andy en la montaña y sonrió inconscientemente.

Recordó también lo que le dijo en la última clase. "podemos quedar a cenar algún día y seguimos hablando."

Jerak ya estaba en su casa, sentado en su escritorio. Se había dado una ducha reconfortante y se puso cómodo para estar en casa, tendría que estar unas cuantas horas frente al ordenador si quería acabar su trabajo para la universidad. Estudiaba y trabajaba al mismo tiempo.

De repente su móvil sonó. No solía hacer caso de el cuando estaba ocupado, pero algo lo llevó a desbloquear la pantalla, era Edith:

"Es fin de semana, y no tengo plan para esta noche, ¿quedamos para cenar?"

La magia que hay dentro de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora