Capítulo 6

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Aclaración: este capítulo es narrado en tercera persona, espero les guste.

Ese iba a ser el día más feliz en toda la vida de Orlaith. Se había preparado desde que era una niña para esto, ser reina. Era su cumpleaños número dieciséis y conforme a la tradición, se le entregaría una tiara, símbolo de su confirmación como heredera al trono. Años y años aprendiendo hasta el más mínimo detalle de cómo debía ser: firme, justa, impecable… Sabía desde cual era el tipo de cuchara para el postre, hasta como negociar la implementación de una presa nueva, sin que se le cayera la corona.

Todo iba conforme el plan, ella sabía que era el gran día, sería su coronación frente a las principales figuras de autoridad; después de eso, todo el reino le alabaría y podría tomar las decisiones en cuanto sus padres estuvieran demasiado ancianos y le legaran el cargo.

—Buenos días, princesita —dijo la reina al ver entrar a su hija.

—¿Qué tal la cumpleañera?  ¿Nerviosa por el gran día? —preguntó el rey, quien ya estaba a la mitad de su desayuno.

—Una reina nunca está nerviosa, Padre. —dijo la chica a la par que se sentaba en el gran y lujoso comedor, esperando el primer platillo.

—Bueno, entonces emocionada. —continuó él, tomando unas cuantas frambuesas de su tazón.

—Yo diría preparada. —debatió la chica, mientras una sirvienta entraba y hacia reverencias.

—Buenos días princesa, en un momento le traigo su desayuno, —ella le colocó los cubiertos en la mesa— ¡Felicidades por la fiesta que habrá hoy! —exclamó entusiasmada.

—No estas para dar felicitaciones a la gente, Legna. Estás para servirme mi café. —dijo la joven, lanzándole una mirada altanera.

La expresión de la sirvienta cambió a la decepción, murmuró una disculpa, hizo una reverencia y entro de nuevo a la cocina, el rey apretó los labios y estaba a punto de reclamarle a su hija, cuando la reina interrumpió.

—¿Tus damas de compañía ya tienen listo el vestido? —la reina sorbió su jugo de naranjas mientras veía a su hija— O ¿siguen siendo inútiles?

—No deberían ser hostiles con la servidumbre, hacen su mayor esfuerzo. —comentó el rey.

—Si lo hicieran ya tendría mi desayuno aquí. —dijo Orlaith.

…..

Ella intentó guardar la compostura mientras esperaba que se le diera el pase a la corte real, sabía que solo habría unos cuantos nobles con títulos ridículos y sus padres, sin embargo, después de eso saldría al pueblo, a por fin escuchar “¡Larga vida a la heredera del trono, la princesa Orlaith!” de solo pensarlo le daba un vuelco el corazón.

Cuando por fin se abrieron las puertas, caminó con paso elegantemente decidido, dándoles a todos una sonrisa, llevaba un suntuoso vestido, del mismo color de las frambuesas, su largo cabello oscuro heredado de su madre estaba recogido en un moño alto, su piel clara resaltaba con los guantes blancos de pedrería que usaba. Se sentía más que perfecta, era majestuosa.

Cuando llegó al trono, frente a sus padres, todo el mundo guardo un respetuoso silencio. Había ensayado múltiples veces lo que debía decir.

—Yo, la princesa Orlaith, —ella intentó que no le fallara la voz— hija del rey Lorcan y la reina Lydia, heredera al trono, me comprometo a brindar apoyo a los necesitados, —solo tenía que imaginarse en su cuarto— seguir las normas y leyes como se indica, honrar las costumbres de nuestros antepasados, no olvidar las tradiciones de nuestra gente y ser su representante ante las otras naciones y reinos.

El AROMA A DESESPERACIÓN [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora