Capitulo 1

3.6K 213 18
                                    

Katniss hizo caso omiso a la oleada de dolor que le atravesó el cuerpo.

‐Vamos, cariño, no le hagas esto a mamá ‐susurró pasándose la palma de la mano por el abultado vientre.

Había tenido dolores intermitentes durante todo el día, pero había decidido ignorarlos. Los libros decían que no había de qué preocuparse hasta que las contracciones fueran fuertes y separadas sólo por unos minutos. Ella tenía una cada hora, por lo que no tenía de qué preocuparse.

Además, era viernes por la noche, el día perfecto para sacarse buenas propinas sirviendo cenas en el restaurante italiano Antonio's. Y en aquellos momentos, las propinas significaban mucho.

Katniss llevaba cuatro años haciendo aquel trabajo y era muy buena. Cierto que mucha gente no consideraría ser camarera como una carrera profesional, pero a ella no le importaba. Le encantaba su trabajo. Conocía gente nueva cada noche, tenía clientes fijos dispuestos a esperar media hora para sentarse en su zona, y era estupendo trabajar para los Abernathy.

Lejos de despedirla por haberse quedado embarazada, la familia Abernathy le pedía continuamente que se descansara. Siempre había alguien cerca para ayudarla con las bandejas más pesadas y ya le habían asegurado que su puesto de trabajo la estaría esperando cuando regresara tras tomarse un tiempo para estar con el bebé.

‐Ya lo verás ‐aseguró Katniss sonriéndole a su vientre‐. Va a ser estupendo.

‐¿Va todo bien, Katniss?

‐Claro ‐respondió girándose para encontrarse con Johana, otra de las camareras‐. Estupendamente.

Johana la miró como si le creyera, y Katniss deseó para sus adentros mentir un poco mejor.

‐¿Por qué no descansas un rato? ‐le sugirió‐. Yo cubriré tus mesas.

‐No hace falta. Estoy bien. De verdad.

Su amiga la miró con el ceño fruncido.

‐De acuerdo‐dijo finalmente ‐. Pero te estaré vigilando.

Igual que el resto de la gente en Antonio's, pensó Katniss mientras agarraba una jarra de café y entraba al comedor principal.

Sonrió a los clientes mientras les ofrecía más café y tomaba nota de sus pedidos. Rio con un bebé que tendría aproximadamente un año y estaba sentado en una trona, muerto de risa porque se había tirado los espaguetis por encima de la cabeza. La mayoría de los camareros odiaba tener niños en las mesas de su zona.

Normalmente suponía perder tiempo, porque tenían que limpiar completamente el desastre que los niños dejaban antes de que se pudiera sentar nadie más. Y perder tiempo significaba perder dinero.

Pero a Katniss siempre le habían gustado mucho los niños. Incluso los más revoltosos.

Un grupo de hombres de aproximadamente treinta años siguieron a la recepcionista hacia la mesa del fondo de la zona de Katniss. Cuatro hombres solían ser cuatro comilones, y probablemente acabarían con sus energías. Pero mirándolo por el lado positivo, los grupos de hombres solían dejar también buenas propinas.

Katniss sintió otra punzada de dolor, esta vez más aguda.

«No, cariño, por favor. Ahora no», rogó para sus adentros.

Como si su bebé hubiera escuchado su plegaria, el dolor fue desvaneciéndose hasta convertirse en una molestia. Y eso sí podía soportarlo.

Sólo tenía que aguantar un par de horas más y sería libre para volver a casa.

°~°~°~°~°~°~°~°~°

Sólo tenía que aguantar un par de horas más y sería libre para volver a casa. Al menos eso era lo que Peeta se repetía. Sentado en la esquina del banco, como si estuviera preparado para salir corriendo.

El Ángel AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora