A finales de aquella semana Katniss decidió que no podía seguir prolongando su estancia.
Necesitaba volver al mundo real, por muy difícil que le resultara dejar atrás la comodidad y el calor de aquella casa.
Annie y Magde se portaron maravillosamente. Se habían hecho amigas muy deprisa, pero las hermanas de Peeta comprendieron su necesidad de regresar a su propia casa.
Sin embargo, Peeta no pareció entenderlo.
‐No lo comprendo ‐repitió por cuarta vez en la última media hora‐. ¿Por qué tienes tanta prisa en marcharte?
‐Llevo aquí una semana, Peeta ‐le recordó Katniss mientras ponía a la niña sobre la cama para cambiarle el pañal.
‐¿Y? ‐preguntó él colocándose al lado de Angela para acariciarle la cabecita.
‐Tengo una vida, y un apartamento, y es hora de que regrese a él.
‐¿Y no puedes hacer tu vida aquí?
Katniss lo miró y sintió algo cálido recorriéndole las venas.
‐Podría ‐aseguró ella abrochándole el pañal a su hija‐. Pero no sería mío.
‐De acuerdo ‐respondió Peeta tras una larga pausa‐. Tú ganas.
‐Al fin. Gracias.
‐Deberías apuntar lo que acabo de decirte. Mi familia puede asegurarte lo raro que es que yo pronuncie esas palabras.
‐Te lo agradezco.
‐No me gusta perder.
‐No has perdido nada ‐le aseguró Katniss mientras él tomaba a la niña en brazos y la acunaba contra su pecho.
‐Por supuesto que sí ‐respondió Peeta mirándola a los ojos.
Katniss sintió algo parecido a un enjambre de abejas en su estómago, pero se dijo a sí misma que no debía tomarse aquello demasiado en serio.
Peeta sólo estaba tratando de ser amable, y no pretendía decir lo que a las agitadas hormonas de Katniss le hubiera gustado que dijera.‐Bueno ‐dijo él poniéndose en pie sujetando a la niña como si formara parte de él‐ ¿Has recogido ya todo?
-Si, no me ha llevado mucho tiempo. No traje muchas cosas.
Peeta estiró la mano para retirarle el cabello de la cara y dejó que las yemas de los dedos resbalaran por la mejilla de Katniss. Ella levantó ligeramente la cabeza y sus miradas se cruzaron.
Cuando Peeta salió de la habitación con la niña en brazos, Katniss se dejó caer sobre la cama.°~°~°~°~°~°
El edificio en el que estaba su apartamento no era nada del otro mundo. No tenía personalidad, pero estaba limpio. Las paredes del recibidor, pintadas de marrón claro, estaban decoradas únicamente con una fila de buzones.Katniss se detuvo delante del suyo, y Peeta se sorprendió al comprobar el poco correo que había almacenado durante toda una semana. Un par de facturas y nada más. Nada personal. Nada que demostrara que alguien la hubiera echado de menos en alguna parte.
Peeta había crecido en una familia lo suficientemente numerosa como para formar un equipo de béisbol, y le resultaba difícil imaginarse lo que sería estar completamente solo.
Y no le gustaba pensar que Katniss estuviera sola.Subieron en el ascensor y el aparato comenzó a hacer ruidos extraños.
Peeta frunció el ceño y se escribió una nota mental para echarle un vistazo con el portero del edificio antes de marcharse.
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El Ángel Azul
Storie d'amoreElla necesitaba un héroe... él necesitaba que lo salvaran. La camarera Katniss Everdeen se puso de parto durante sus horas de trabajo. Muerta de dolor, aceptó que el piloto Peeta Mellark la ayudara.