‐La amo.
Así de sencillo. Así de fácil. Y ya que había pronunciado aquellas palabras, que las había admitido, sintió una oleada de placer profundo y agradable que le sacudió el centro del alma.
‐¿Estás seguro?
‐Sí. Estoy seguro.
‐Entonces, ¿por qué estás todavía aquí? ‐le preguntó Octavia.
‐Porque soy idiota ‐respondió Peeta tomando el pasillo en dirección a la puerta.
No podía esperar un minuto más para ver a Katniss, para decirle que la amaba.
‐¡Estoy deseando conocer a Katniss! ‐gritó su madre‐. ¡Y a mi nueva nieta!
°~°~°~°~°~°
Katniss trató de concentrarse en el trabajo. Pero no le resultaba fácil.
A pesar de la cantidad de gente que había, su mente seguía divagando. Sin embargo, era agradable volver al trabajo. Desde luego, mucho mejor que quedarse sentada en su apartamento sin hacer otra cosa que lloriquear por Peeta. Al menos allí estaba demasiado ocupada como para llorar todo el rato.Ella y Johana habían conseguido trabajar en turnos diferentes, así que Johana cuidaba de Angela mientras Katniss estaba en el restaurante. Así al menos no tenía que preocuparse por la niña mientras trataba de seguir adelante con su vida.
Cuando la recepcionista sentó a un hombre en una de las mesas vacías de su zona, Katniss se alegró. Un cliente más en el que tener la mente ocupada.
Hasta que se acercó para tomarle nota y se vio atrapada por la mirada penetrante de Peeta. El corazón le dio un vuelco.
‐¿Qué estás haciendo aquí? ‐preguntó sintiendo de pronto que le costaba respirar.
‐Fui a tu apartamento. Johana me dijo que esta noche trabajabas.
‐¿Pero para qué has venido?
‐He venido a cenar.
‐¿A cenar?
‐Sí.
Katniss lo miró fijamente, llenándose de él, y se dijo a sí misma que aquello no significaba nada. El hecho de que Peeta hubiera regresado cuando ella no esperaba volver a verlo jamás no era más que un paréntesis. Un paréntesis doloroso.
‐Peeta...
‐Me gustaría tomar una ensalada de pollo, por favor. Y café.
‐Muy bien ‐respondió Katniss asintiendo con la cabeza mientras se llevaba el menú.
Si él era capaz de hacerlo, ella también. Lo atendería, y después Peeta se marcharía durante el tiempo suficiente como para que pudiera olvidarlo. No necesitaría más de diez o veinte años.
Las dos horas siguientes transcurrieron volando. A cada paso que daba Katniss sentía la mirada de Peeta clavada en ella. Cometió más errores que en su primera noche de camarera.
Cuando su turno terminó, se acercó a la mesa de Peeta para cobrarle y vio que había una propina de cincuenta dólares para una cena que costaba veinticinco.
‐No quiero tu dinero, Peeta ‐aseguró Katniss con irritación, dejando el dinero donde estaba. Luego se dio la vuelta y salió del restaurante.
Peeta la alcanzó en cuanto estuvo fuera y la agarró del brazo, obligándola a mirarlo.
‐¿Por qué me haces esto? ¿Por qué has regresado?
‐Te echaba de menos ‐aseguró él.
Aquellas palabras se le metieron a Katniss en el corazón, disipando la pena que sentía.
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El Ángel Azul
RomanceElla necesitaba un héroe... él necesitaba que lo salvaran. La camarera Katniss Everdeen se puso de parto durante sus horas de trabajo. Muerta de dolor, aceptó que el piloto Peeta Mellark la ayudara.