Capitulo 2

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Peeta se puso rígido y se preparó para una pelea, Le hubiera gustado salir del restaurante sin incidentes, pero parecía que Haymitch tenía otros planes.

Haymitch Abernathy tenía sesenta y dos años, pero le sobraba energía. Sus ojos desprendían chispas, y tenía las mejillas rojas de furia.

‐¿Qué estás haciendo aquí? ¿Espiar? ¿A eso es a lo que han llegado los Mellark?

Peeta no quería montar una escena, pero no iba a quedarse allí parado mientras insultaban a su familia.

‐¿Espiar?¿Son todos los Abernathy igual de paranoicos o se trata sólo de ti?

‐¿Paranoico? ‐exclamó Haymitch agitando furiosamente el trapo‐. ¿Te atreves a hablar de paranoia, después de lo que tu familia le ha hecho a la mía?

‐¿Nosotros? Sabes perfectamente que los Abernathy estabais detrás del desastre del helado.

‐Eso es ridículo ‐aseguró Haymitch.

‐Y ya que estamos en ello, sigo pensando que tu familia es además responsable del incendio.

‐Eso es una calumnia ‐respondió Haymitch mirando a los clientes que estaban alrededor‐. La policía exoneró a los Abernathy de toda culpa. Es una sucia mentira que los Mellark van pregonando para dañar nuestra imagen.

‐Lo creas o no, no nos dedicamos a pensar en ustedes ‐aseguró Peeta con una risa cínica‐. Además, ya hacen ustedes mismos un buen trabajo manchando su imagen.

‐Los Abernathy no hemos hecho nada ‐repitió Haymitch agitando el trapo ‐. Está escrito en las estrellas. Estan malditos.

Malditos. Mala fortuna. Todo aquel asunto de la maldición italiana llevaba años rondando a las dos familias, y Peeta ya estaba cansado del tema.

‐La mala fortuna no existe ‐dijo.

‐ Haymitch ‐susurró Katniss acercándose a su jefe y agarrándolo del brazo.

‐Mantente alejada de esto, Katniss ‐murmuró Peeta tomándola a su vez del brazo para colocarla a su lado.

‐Déjala en paz ‐exclamó el hombre con rabia cuando se dio cuenta de su movimiento‐. Es una buena chica y no necesita ningún Mellark en su vida.

‐Estás loco, ¿lo sabías? ‐contraatacó Peeta.

Aunque lo mismo se podía decir de él. Allí estaba, manteniendo una disputa con un hombre que le doblaba la edad.

Aquella era una de las razones por las que se había decidido por la carrera militar. En la marina a nadie le importaba quién era su familia. A nadie le impresionaba que hubiera sido criado con tanta riqueza. Había entrado en la academia nada más terminar la universidad con un único pensamiento en mente: salir de Boston y de la disputa sin fin entre los Mellark y los Abernathy. Peeta estaba cansado de tanta rabia.

Le echó una mirada rápida al restaurante. Tenía clavadas sobre sí las miradas de muchos curiosos, pero sus amigos no estaban a la vista. Ya habían salido cuando Haymitch perdió los nervios.

‐Lárgate ahora mismo de mi restaurante ‐le ordenó Haymitch con furia.

‐Eso iba a hacer.

‐Y no hace falta que pagues tu comida. No necesitamos el dinero de los Mellark.

‐Y yo no pienso aceptar nada de los Abernathy ‐respondió Peeta.

‐Por el amor de Dios ‐murmuró Katniss colocándose entre los dos hombres.

Pero Haymitch la apartó suavemente. Era imposible trabajar en Antonio's y no conocer el temperamento volcánico del jefe. Pero Katniss también sabía que aquel hombre no tenía nada de violento en su interior, y que su rabia se disipaba tan rápidamente como aparecía.

El Ángel AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora