Capítulo 11

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Capítulo 11

—Todos necesitamos alguna vez un cómplice, alguien que nos ayude a usar el corazón —leyo en voz alta lo que parecía ser un poema de Benedetti escrito en una hojita perfumada, junto a una pequeña cajita de regalo—. ¿Qué hago contigo Seto? —Se dijo para si misma la joven egipcia.

Ayer le había llegado por el correo un oso de peluche que era realmente gigante, un poquito más alto que ella. Ahora esta nota y la cajita que rápidamente fue abierta. Tenia una cadenita fina con un dije en forma de pirámide y diamantes incrustados.
Hasta le daba miedo averiguar cuanto costaba esa pieza de joyería.

No estaba dispuesta a ser comprada, así que devolvería los regalos y le dejaría en claro que no era un objeto. Después de todo el tenía fotos muy comprometedoras con muchas chicas diferentes en su Instagram.

Se miró al espejo: tenía el cabello castaño oscuro suelto con algunas ondas, piel morena como su padre y los ojos turquesa de su madre. Era de estatura pequeña, solo un metro y medio de alto, una chica muy normal. Aún no entendía la obsesión del muchachito Kaiba.

Se cambió las pantuflas por unos tenis Adidas y bajo las escaleras.

Allí lo vio, sentado con su padre Atem, aprendiendo como ser un duelista.

Se fijó en su rostro feliz. Tenía la sonrisa más tierna del mundo, no lo podía negar. No parecía tener maldad por más anécdotas malas contarán Makoto y Hayato sobre el. Era un mujeriego si, y eso le jugaba en contra, pero no un mal chico.

—Sensei, sigo sin entender que es el corazón de las cartas. ¿Es una frase inspiradora, una metáfora o un acertijo que quieres que resuelva? —preguntó el confundido castaño sin borrar la gran sonrisa de su cara.

Berenice vio como su padre se lo explicaba nuevamente al chico, intentando tener "paciencia" claro.

—Ya te expliqué. Es la confianza en que saldrá la carta que necesitas en ese momento. Y si de verdad lo crees puede suceder.

—Pero eso solo sería tener suerte. O una brujería para hacer trampa —dijo a las risas el jovencito.

—¡No te rías! ¿A quien le dices tramposo? ¡Presta atención! —uso una revista enrollada para golpear a su pupilo en la cabeza.

—¡Auch! Esta bien, esta bien. Me comportaré. —Luego dijo en un susurro—, eres peor que mi padre.

—¡Te estoy escuchando!

Ella estaba segura que su progenitor tenía complejo de faraón, era impaciente y mandón.

Volvió a su cuarto a buscar un broche para su cabello y al bajar vio que el chico estaba solo. Sonrió divertida al verlo tomarse una selfie con pose sexy: una mano llevando su cabello asía atras y la camisa abierta los tres primeros botones. Guardó rapido el celular y se abrochó la camisa a toda velocidad para que no lo descubrieran haciendo esas niñerías.

Berenice se tapo la boca con ambas manos para no reírse. Ya no le molestaba su presencia en su casa, era divertido verlo hacer locuras.

—Kaiba kun —él la miro sin avergonzarse demasiado—. Quería hablarte de los regalos.

—¿Te gustaron? —preguntó con una encantadora sonrisa.

—No, digo si, pero... —se puso nerviosa cuando vio que él la escuchaba atentamente mirándola directamente a los ojos, con esos ojos azules tan penetrantes—. No quiero regalos. Las personas no se compran con dinero. Y supongo que no quieres que alguien este a tu lado por interes. ¿Verdad? —dijo sosteniendole la mirada y sin dejarse intimidar.

𝒀𝒖-𝑮𝒊-𝑶𝒉! 𝑵𝑮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora