CAPÍTULO 1:
DESPERTAR
Oigo un repetitivo, penetrante y agudo pitido a mi derecha. Siento como si taladrara mi cerebro: me molesta mucho. Quiero hacerlo desaparecer, pero apenas puedo abrir los ojos... Intento alargar el brazo por si es mi alarma de las mañanas, pero este no responde a mis órdenes. ¿Habré estado en una mala posición y se me habrá dormido? Me extraño, pues no siento el típico hormigueo en las puntas de los dedos.
Se me empiezan a aclarar las ideas. No sé qué estaba soñando, pero era algo profundo, intenso y oscuro. Me alegro de haber despertado. No es que tenga ganas de ir a la universidad, pero sí de levantarme y acabar con esa pesadilla tan agobiante. Deben de ser las siete, aunque mi hermano aún no ha venido a levantarme las persianas como de costumbre. No suelo tener bastante con el despertador, así que él viene y me arrebata el edredón mientras grita un «buenos días» suficientemente alto como para despertar a todo el vecindario. Sin embargo, hoy no lo ha hecho. Quizás anoche adelanté un poco el despertador, o puede que se le hayan pegado las sábanas.
Tomo aire e intento abrir los ojos. No obstante, me cuesta excesivamente. Suelo demorarme bastante cuando lo hago, la verdad, pero hoy me siento extremadamente cansada. Apenas puedo abrirlos un poquito; es como si alguien me hubiese puesto pegamento para soldarlos.
De hecho, cuando lo consigo, me doy cuenta de que sigo soñando. No me encuentro en mi dormitorio, sino en un hospital. Todo es blanco e impoluto, a diferencia de mi habitación, en donde abundan los tonos cálidos. Trato de pellizcarme, pero mi brazo sigue sin responder a mis órdenes. A mi lado, hay una máquina con un sensor verde que marca lo que se supone que son latidos. Creo que son mis latidos. Solamente quiero que deje de pitar.
Cierro los ojos. Qué sueño más extraño... podría atreverme incluso a afirmar que parece que sea real. No obstante, sé que no lo es. Estoy completamente segura de ello. Anoche me lavé los dientes, dejé las pantuflas debajo de la cama y después de desearle unas buenas noches a mi hermano, me acosté para dormir. Lo recuerdo perfectamente.
Así que de esta manera, me digo a mí misma que lo que he oído han sido tan solo imaginaciones mías, que aún no ha sonado la alarma y que se me está concediendo unos minutos o unas horas más de sueño de los cuales no podré disfrutar si me levanto en este momento. Intento dormir...
...pero tras pretenderlo varias veces, me rindo. No puedo. Vuelvo a abrir los ojos y esta vez me horrorizo, porque la escena no ha cambiado. Sigo en el mismo hospital, atascada sin poder avanzar... Nunca me había pasado algo parecido. ¿Y si no logro despertar?
—¿Luke?—llamo a mi hermano, alarmada. Mis labios apenas se mueven, y solo alcanzo a escuchar de ellos un leve susurro. Mi dificultad para hablar me conduce a la histeria.
Busco la gentil figura de mi hermano con la mirada, pero solo me encuentro con las de varias enfermeras. Una de ellas me mira fijamente, y por un instante, temo que se transforme en alguna especie de monstruo hambriento.
Intento incorporarme, (realmente quiero hacerlo), pero ningún músculo de mi cuerpo me responde. Esa enfermera, la que me mira, le dice algo al oído de la otra, y al escucharla, esa otra comienza a mirarme también. Me siento como una presa antes de ser atacada, como un blanco extremadamente fácil; pues es evidente que después de varios intentos, no soy capaz de controlar mi cuerpo, y que si esas mujeres se transformasen en criaturas salvajes me comerían sin tener yo ninguna oportunidad de huir.
Ambas se acercan a mí, con unas sonrisas escalofriantes. Un grito se atora en mi garganta y me planteo seriamente chillar con todas mis fuerzas para de esta manera, conseguir despertarme. No obstante, no hago nada de eso. Me quedo recostada contra la camilla, observando de forma pasiva cómo esos dos monstruos se acercan a mí. Pensándolo bien, si intentan torturarme, quizás me despierte aterrorizada y pueda ir a la cama de mi hermano hasta que el pánico provocado por la pesadilla se desvanezca por completo, aunque la idea de pasar tanto miedo no me guste demasiado.
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Recuerda
Teen FictionCuando Emma Tkachov despierta en el hospital, sabe que su vida acaba de derrumbarse. Sola en el mundo, sin nadie con quien contar, se ve obligada a dejar la universidad y a adentrarse en el mundo laboral, con el dolor desgarrador de haber perdido a...